El reloj del sistema me chiva que son ya las cinco menos algo de la madrugada de un sábado. Vuelvo a las andadas, hay que remontarse a la época en la que éste blog se editaba sobre Blogger para encontrar entradas presididas por La Neurona que sobrevivió al alcohol.
Seguro que alguno de mis más fieles y longevos lectores añoraba éstas entrañables entradas escritas con notables signos de embriaguez. Disfrutad.
Hoy he pasado la noche de juerga con un gran amigo que acaba de volver por una gira Cardiff-Londres-Birmingam-DublÃn. Se ha pasado un mes por ahÃ, de mochilero, y su regreso habÃa que celebrarlo. Yo no tenÃa nada pensado para hacer, pero superé la pereza con esfuerzo y me presenté allà donde habÃamos quedado.
Tras mucho palique sobre nuestras aventuras decidimos innovar y ver qué podÃan hacer dos chicos como nosotros a esas horas y sin ningún plan. Justo comentarlo pasaron cerca dos chicas de cuerpos increÃbles y miradas que enamoran que no parecÃan tener afinidad alguna con el término «antipatÃa».  Y las seguimos. Una de las mejores decisiones que jamás hayamos tomado.
Después de ver que se sentaban en una terraza donde nunca habÃamos estado creÃmos que ya era hora de decir algo. Nos inventamos una historia, suficientemente creÃble como para que colase, dos turistas que no saben cómo moverse por aquÃ. Nos han descubierto sitios magnÃficos por cuyas puertas habÃamos pasado mil veces pero cuyo umbral no cruzamos jamás.
Es recomendable semejante locura, intentar dejarte influir por lo que otra gente de tu misma ciudad frecuenta. Resultó que las chicas tenÃan un puñado de años más que nosotros, pero fueron igual de agradables. En serio, bebed y probad. No hay más misterio un sábado por la noche si el resto de tus amigos tienen planes que incluyen plastiquitos que venden en farmacias y arrejuntarse a muchachas.
Tal vez sea la distancia. Tal vez sea que unas cuantas pintas de cerveza después todo se vea mejor. Tal vez sea que ver dos veces a la misma camarera con diferentes vestidos pero la misma sonrisa y una palabra de honor que invita a ser infiel me haga estar mucho más feliz que una perdiz comiendo un regaliz. Tal vez sea que esa sonrisa cierre la circunferencia donde empezó la noche. Tal vez sea que atender al calificativo de Gilipollas Supremo ya empieza a ser costumbre.
O puede que, tal vez, Opeth se haya convertido en el mejor abrigo para volver a casa (gracias Malkav, AntiAlonso_AdSense++).
Si algún dÃa tenéis tiempo (y el nivel de alcohol en sangre suficiente), probad lo del turismo. De nada.
Buenas noches. Besos para todos.
Visto en: La neurona, ha vuelto (otra vez).