• Any finde I like

    Bajo la penumbra de un fluorescente, la oreja puesta a los colores y la mirada fija en el lado oscuro de la Luna, con la cabeza en mil historias, con la memoria en otras historietas más juveniles o casi infantiles. Estas historietas me hacen sentir raro. Yo, hasta hace nada, meses, un año como mucho, disfrutaba saliendo los fines de semana, como todos los demás chicos, vaya. Lo típico: llamar a los amigos y decir si, como siempre, mismo sitio y misma hora. Creo que las damas alargan con «esto, escucha, ¿y tú qué te vas a poner?», bueno, al menos hay una edad donde lo hacen.

    Que si luego vamos a tal, el fin de semana siguiente hacemos cual, que si ya quedaremos con fulanito, ¿oye cuándo era el último bus? No, da igual, volveré andando, etc, etc.

    La cuestión es que ahora me cuesta mucho salir, mucho, de hecho, «salir de noche» no es algo que habitualmente haga. A la una de la madrugada suelo estar en casa. En lo que va de año no recuerdo más que una vez donde salí y me lo pasé bien, pero me cansé y no quise repetirlo, creo que zetxek puede dar fe de aquélla noche de abril.

    No sé, supongo que ya no es lo mío, que ya no me encuentro tan cómodo yendo por ahí lo tengo comprobado. Llega un momento en el que divago y hablo conmigo mismo: «A ver, tío listo, ¿qué hace un chico como tú en su sitio como este?», minutos después me despido de todos y doy por finalizada la velada. De veras, no sé qué pinto apoyado en aquella columna con un botellín de Heineken en la mano.

    Bueno, esto viene a cuento de que mi madre me ha preguntado si no salía hoy, porque últimamente no salgo mucho y blablabla. Pero es que prefiero estar un rato por la tarde tomando una cerveza que dando vueltas y saltos hasta las mil, que a lo mejor un día sí, me apetece hacer el idiota un rato -como no sé bailar…-, cualquier fin de semana puede ser, pero de momento es mucho más cómodo (y si no fuese por eBay y Amazon, más económico) salir poco, ver pelis en casa o aniquilar traficantes en Liberty City. Digamos que I have become comfortably numb, (no pierdes nada por seguir el enlace, «eso» se bate en duelo contra Jimmy Page (Stairway to heaven) por el mejor solo de guitarra de la historia del Rock, casi ná).

    Visto en: Fiebre del sábado… digo… no, perdón, borra ésto.

  • ¿Y si me muero?

    Cuenta un libro que, cierto día, una muchachita apellidaba Amundsen recogió del buzón de su casa una carta al volver del instituto. Esa carta, sin remite ni ninguna seña pero dirigida a ésta chica, se limitaba a decir: «¿Quién eres?» Y si no recuerdo mal, tres «misi, misi, misi» haciendo referencia a su mascota felina después, la estudiante empieza a pensar: «¿Si no me llamase así, si tuviese otro nombre, mi vida hubiese sido igual?», y, la clave del post de esta noche, «¿si dejo de ser?». Pues llevo con esa última pregunta en la cabeza un año como poco.

    Esta introducción tan filosófica sirve para exponer qué pasaría con éste blog si yo, de repente, muero. (Permitidme un apunte, y es que no entiendo la diferencia entre morir y morirse, así como está claro en otros verbos: «yo salto la verja» y «yo me salto las normas», o con correr, «yo corro» y «yo me […]», claro que no soy lingüista pero, ¿es que hay alguna diferencia entre «muero» y «me muero»? porque no la veo, si alguien sabe algo que comente.) Volviendo al tema, que me pierdo, en mi escapada me crucé con un escritor que dijo llamarse Robert Graysmith mientras caminaba por los prados guipuzcoanos -que ni he pisado la playa- y se paró a hacerme unas preguntas embarazosas. Resulta que tras charlar con este hombre me dí cuenta de que el blog podía quedarse así, en stand-by, durante días, semanas, y yo, mientras, de vacaciones tan ricamente viviendo del AdSense -mentira, si no mendigo no dais nada, lo tengo comprobado-. O si, finalmente, muero.

    No tendría mucha gracia si desaparezco poco a poco, pues estaría allanando el terreno y después cualquier avispado pensará: «bueno, se ha cansado de esto y por fin ha aceptado su condición de humano como un Javi Moya cualquiera». La miga está en hacer una entrada diaria cada noche o incluso dos y luego chapar el chiringuito de un portazo, pero sin hacer ruido al cerrar.

    Vamos, desaparecer del mapa.

    No contestar correos, no dejarme ver por sistemas de mensajería instantánea, no responder SMSs, en definitiva, morir. Ahora mismo, justo en este momento de la madrugada tengo claro que si lo descrito tres frases más atrás ocurriese sería porque de verdad me ha pasado algo. No tengo intención de dejaros colgados, no ahora que parece que estoy remontando en número de lectores y calidad de los posts -ya me tiro yo las flores, sí-. Y para solventar esto voy a confiar a alguien la fórmula secreta, el password de la muerte o como lo queráis llamar para saber cómo entrar en mi WordPress para que pueda escribir una entrada diciendo: «Por fin, caen 100 rayos por segundo y por fin uno le ha alcanzado», o algo por el estilo, «Se ha encontrado su cuerpo flotando en el Pisuerga»…

    Ah, se me olvidaba, para salir de dudas, no resulté ser Arthur Leigh Allen, así que se fue por donde había venido mientras me quedaba mirando pasar el Topo.

    Visto en: Seguro que alguien ya lo ha pillado.

    Actualización: Nada más pulsar «Publicar» me ha venido un flashback a la cabeza con una entrada escrita por Hugo sobre el mismo tema, hurgando en su archivo he dado con ella, se trata de la misma idea pero con más seriedad y dos años de diferencia, así que ya estoy viendo que me va a canear pensando que soy un plagiador, pero por no retirar el post, prefiero darle crédito a lo que escribió y dejar lo mío en el aire.

  • Quiero decir

    Wanna say: «Love your hair».
    Here I go… mumbling[?].

    With my Freeze-Ray I will stop! the world.
    With my Freeze-Ray I will find the time to find the word.

    Visto en: Dr. Horribles Act I. (Gracias Taber, lo he transcrito al vuelo).

  • All-in

    El sudor ya se escurre por mi frente, llevo cuatro horas jugando y me encuentro en el River de la que puede ser la última jugada, la mano que decidirá si ésta ha sido la noche ganadora. Sólo queda descubrir las cartas.

    Comenzamos la aventura a las diez de la noche entre risas, nervios y martinis. 10.000 por jugador y las ciegas no superaban los 100 dólares. De los cinco que empezamos sólo quedamos dos.
    A la izquierda de la crupier, una mujer negra a la que la pajarita no le queda especialmente bien llamada Mary Louis y vestida de rojo y verde (los colores del emblema de gala del Caesars Palace) está un hombre ya anciano con coleta, botas altas y una camiseta de Jimmy Hendrix que pudo haber comprado en el propio Woodstock, sus patas de gallo delataban los posibles 70 años del figura; a su verita, una rubiaza al más puro estilo americano, apostaría a que recién llegada de Florida, pero las apuestas las dejo para la mesa, con su bronceado natural a base de playa y sol, su pelo rubio artificial y sus pechos que también atienden a ese adjetivo, se adorna el cuerpo con una blusa azul lisa anudadita al ombligo y escotada también hasta ahí con un lazo en el pelo y una minifalda vaquera de un palmo de alto que le obliga a tener siempre cruzadas las piernas. Lo sé bien porque quien se encontraba a su lado, enfrente justo de la crupier, era yo. Me describiré para ustedes esta noche, una camiseta negra de The Who y vaqueros, mis Nike marrones apoyadas en la barra del taburete, justo en el asiento cuelga una cazadora de cuero oscura donde guardo escondida mi fiel 941, la mirada caída centrada en las fichas, jugueteo con ellas. De refilón giro mi cabeza a la izquierda, ahí esta un hombre que viste como Bill Gates, mira como Bill Gates, sonríe como Bill Gates y juraría que huele como Bill Gates. Lástima que tenga 30 años menos que Bill, me pareció oír que le llamaban Fred. Junto a él, el último de nosotros, luce un tatuaje de un As de Picas en la parte interior de la muñeca, con cuatro llamas rodeando el As. Se podría pensar que es bonito, pero si lo vieses, ja, si lo vieses descubrirías lo cutre que es, un tatuaje cutre, cutre como él. Con una camisa a cuadros abierta hasta la mitad, una barriga que compite con la de Homer y una calva que también, si no fuese porque en el bolsillo de la camisa está escrito «Big Mike» me hubiese parecido un camionero llamado Manolo. (más…)