Quiero regalaros unas palabras acerca de los viajes en el tiempo. Nunca hay que ir hacia atrás. Esto lo aprendimos todos viendo Gárgolas, la serie aquella de unos monstruos que despiertan en Nueva York siglos después. «La pregunta no es dónde estamos, sino cuándo». Desde los albores de la ciencia ficción se ha pensado que el hecho de poder viajar en el tiempo implica cambiarte de posición a la par. No he llegado a comprender por qué. Hay gente, estúpidos buenistas, que afirman que utilizarÃan una máquina del tiempo (ya sea una cápsula unipersonal, una nave espacial o un asiento como en la obra de Wells y la pelÃcula dirigida por su nieto, yo os recomiendo las dos cosas, que no me cuesta nada y si sólo os animo a leer un libro asà me lo tiráis a la cara porque no salen los Jonas Brothers para colorear), para evitar la Segunda Guerra Mundial, la muerte de Lincoln, la Guerra Civil, la desaparición del Imperio Autro-Húngaro, poder chocar esos cinco con Jesucristo o cualquier otra soplapollez (aunque lo de Jesús molarÃa cantidad). Me hacen especial gracia las de los héroes, no sé si piensan presentarse en BerlÃn en los años 30 e intentar que Hitler no gane las elecciones, como he dicho al comienzo, no sé cómo pretenden llegar a BerlÃn, supongo que en tren. Si fuese a tierras bÃblicas y se encontrasen en el mismo sitio que ahora mismo ya serÃa más complicado. A lo mejor prefieren ir al dÃa del nacimiento de Stalin y, a lo Herodes, cargarse al crÃo para que no desarrolle la carrera polÃtica-armada que todos conocemos. Hay que tener cojones para tener un bebé entre las manos y cepillárselo, sea quien sea. Además, yo, personalmente y le joda a quien le joda, tengo claro que la guerra constituye un medio imprescindible para hacer avanzar la cultura, si esa frase no te parece mÃa o no la compartes echa la culpa a otro, que a mà me la trae floja, matizarÃa lo de cultura y lo corregirÃa sustituyéndolo por tecnologÃa, y ahora sà que no me lo discute nadie. En definitiva, una única persona, por mucha buena fe que gaste, no habrÃa sido capaz de evitar derramamientos de sangre equivalentes a millones de litros. Es asÃ. Ya existieron buenas personas entonces y no lo consiguieron. Y aún evitando un único hecho no tendrás la certeza de que esa explosión violenta surja, como la muerte de la mujer del viajante en la pelÃcula, spoiler y tal. A esto habrÃa que sumar la conocida consecuencia de cuidado con lo que tocas que lo mismo luego ni naces, cenutrio McFly.
Perdonad que me pierda, pero es que esta es una de esas entradas que siempre he querido escribir y tengo bastantes cosas que contar. Siempre me ha gustado creer que realmente existe una diminuta, liliputiense como los de Guliiver (otro libro de viajes, estoy que me salgo), del tamaño infinitesimal de un electrón posibilidad de que, juntando unos determinados elementos, girando unas determinadas tuercas y golpenado unos determinados componentes cual televisión de tubo de rayos catódicos podamos vernos a nosotros mismos dentro de un tiempo especificado. «Tal cosa es imposible», ¡jamás! Y pese a todo nunca he visto nada de Dr Who. De momento la única solución viable es viajar hacia el Oeste, ganando horas al reloj, pero no cuenta.
Cuando digo eso de ir al futuro no me refiero a dentro de unos siglos, no pretendo realizar saltos seculares, eso lo hacÃa Hari Seldon con suma elegancia, conociendo de antemano qué pasarÃa en cada momento tras largos cálculos psicohistóricos. No, en absoluto, nada que ver. Soy mucho más egoÃsta. De crÃo me imaginaba mi vida con 14 años. Cuando llegué a los 14 empecé a pensar cómo serÃa yo con 21. Ahora tengo 21 y está claro que mi cuerpo me pide saber qué me depara el futuro y nunca he tenido en cuenta lo de las cartas, y la lÃnea de la palma de la mano pese a que vaya por la vida disfrazado de Corto Maltés.
A veces es una situación excesivamente frustrante. DesearÃa poder utilizar una de estas máquinas y correr hasta dentro de un pequeño puñado de años, regresar aquà y no acordarme. SÃ, carece de sentido, pero serÃa injusto tener nociones sobre el futuro que voy a vivir, no sólo por poder acertar el Gordo de Navidad, sino que, joder, me quita emoción a mi propia vida. Esto quiere decir que a lo mejor lo he hecho ya y no soy consciente (ciertamente esto es más de Descartes, lo del mus no, el francés que no soportaba madrugar), ¿estoy viviendo mi vida o lo estoy soñando todo? Bien, creo que me seguÃs. Es insoportable, quiero saber. Quiero saber hasta dónde habré llevado mi vida de Rolling Stone, ¿podré por fin instalar una baterÃa en mi casa?, para qué empresa pequeña, mediana, grande, Google trabajaré… dónde viviré (y no me refiero a «en qué casa» sino en qué lugar del mundo, que es lo que más me atormenta), con quién si es que viviré con alguien, cómo la conocÃ, de qué color son sus ojos verdes y cómo es posible que sea tan guapa. Quiero saberlo ya.
Visto en: Febreo de 2010, a expensas de lo que venga.
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