Categorías
Lagarto Pensando en alto

Un relato de trenes y aquella chica de azul

Nunca me han gustado los trenes, como máquinas. Hemos construido aviones increíbles y aeronaves que hace 150 años eran impensables. En cambio, si a un ingeniero de finales del siglo XIX -una cifra que me fascina poner en números romanos- le dices que mantendríamos su infraestructura prácticamente igual, mejorando comodidad y velocidad, pero ofreciendo el mismo servicio, dudo que le resulte extraño.

Y esto viene porque hoy he cogido el tren para acercarme a ver a unos amigos. Mientras tanto, mientras iba en el bus dirección a la estación, intentaba sacar una conclusión firme, ¿por qué la gente cree que los trenes son románticos?

Y la saqué, estando allí, claro.

Por lo visto con quien hablé por teléfono el día anterior para confirmar los horarios de la web de Renfe debió pensar que tengo cara de gilipollas, porque me dijo que no hacía falta que reservase, que siempre hay sitio y sale puntual a las 15:50. Mentira, llegué un cacho antes para pillar el billete y hasta las 16:23 no llegó ningún tren.

Así que aproveché esa media hora larga para pasearme por allí y hacer unas fotos. No me extrañó que los viajeros me mirasen raro y los de seguridad estuviesen al loro de lo que hacía y qué cosas salían en las fotos.

Luz diagonal

La gente estaba relativamente calmada, muchos cansados. Pendientes de los paneles con los horarios, como en cualquier aeropuerto. Pero se notaban ligeras diferencias, a parte de no facturar maletas ni ser necesario estar con un par de horas de antelación. No entendí muy bien el por qué, pero me resultaba incluso romántico. Pasó el tiempo y una chica vestida de azul, muy guapa, decidió sentarse a esperar a mi lado. Estaba tarareando algo que ni me molesté en reconocer, seguí con mis cascos revisando las fotos.

Pi… pi… El tren con salida en Irún destino Madrid-Chamartí se dispone a efectuar su salida por la vía 5 (y se oyó la rima). Me senté, en el primer asiento que vi libre -la verdad es que venía desértico así que no había problemas de espacio- apoyado en la ventana. Al fondo del vagón veo el reflejo azul de algo. Era ella. Con sus gafas de sol y sus aires de superioridad (que en las chicas me vuelve loco). Y se quedó mirándome fijamente por el pequeño hueco que hay entre las ventanas y los reposacabezas, de punta a punta. Me gustaba. Uno frente a otro, sin conocernos de absolutamente nada, apenas una sonrisa cruzada cuando se tropezó con una señora al subir al vagón.

Nos bajamos en la misma parada y empezamos a hablar, ¿te vienen a buscar o te toca bajar a pata? -y pese a lo que podáis imaginar, no, no estaba intentando ligar con ella-. Por suerte para mí, que no me iban a buscar, me hizo compañía hasta llegar al centro. Finalmente, una tímida sonrisa que dejó escapar un hasta luego.

Cuando me vieron me preguntaron que de qué la conocía, si es una borde arrogante. Lo sé, pero me gustan las bordes y arrogantes, y esa chica, sin llegar a gustarme tal cual, me resultaba afable.

Pasaban las horas y tendría que volver. No contaba con volver a coincidir con la chica del vestido azul, de quien no conozco ni su nombre.

Había una chica, del grupo, amiga en común que tenía que ir a León, ¿cómo? En tren. Ya tenía compañía para la vuelta.

Mi opinión sobre este «trasto del infierno», caballo de hierro o amasijo de aceros forjados para el transporte público ha mejorado bastante.

Visto en: Valladolid-Medina del Campo.

14 respuestas a «Un relato de trenes y aquella chica de azul»

(Lo encontré interesante, leelo con calma)

Los síntomas son diversos, desde la disfunción renal (perdida involuntaria de líquido) hasta un claro sometimiento de la voluntad a los designios de un recién nacido ectoplasma. Durante cinco minutos, el valor personal se demuestra por la longitud de la baba y la conciencia se aloja en una zona que esta protegida con cremallera. Muchos son los que llegan a este estadio mitad patológico, mitad coadyuvado. Otros síntomas curiosos son la alergia al polvo común, que desaparece en cuanto el paciente es tratado con polvos cósmicos de largo recorrido sideral y que acaban con la gratificante sensación de observar una lluvia de estrellas de colores chisporroteando durante breves instantes. Para los ojillos de cordero degollado, es preceptivo utilizar colirios antioxidantes y agua del río en abundantes dosis, el objetivo es espabilar el cuerpo y la mente, sometidas durante esta fase inclemente al constante uso y abuso de imágenes del ser deseado.

Durante periodos de grandes enamoramientos se suceden crisis en las partes nobles del cuerpo que producen sensación de escozor o prurito, aquí es de nuevo necesario el uso de polvos de talco o en su defecto de polvos esporádicos previo contrato con fulana o fulano respetable o similar.

Si tras una relación, usted se siente dolorido o dolorida por la no correspondencia, proceda siempre de acuerdo a los principios poéticos, esmerándose en elevarse sobre su ciudad de residencia y portando en su mano el estandarte o pendón que muestre la imagen de su ser amado. Desde al aire diríjale unos versos prímulos y directos, de forma que su corazón atravesado por un haz de luz azulada se expanda más allá de su tórax ya en erupción. Con esto no conseguirá paliar su desdicha, pero sentirá un profundo alivio de la opresión pélvica.

Los enamorados suelen olvidar el sentido común, dándole a toda actividad el cariz de aventura fantástica. Es fácil observar como la enamorada relata que ha ido a comprar el pan saltando entre matorrales de bayas rojas y fresas silvestres, o como se ha desviado para contemplar la luna flotar sobre un lago de aguas cristalinas o como al llegar a la panadería un chorro de fuego le ha dibujado en el mostrador un corazón atravesado por una barra de pan, con las iniciales de su amado brillando en su máximo esplendor.

Él, por otro lado, relata con cierto frenesí que al llevar el coche al lavadero automático ha observado que diez caballos alados le guiaban a toda velocidad por entre los chorros de agua y los rodillos que cepillan la carrocería. Allí se ha dejado llevar por la imaginación hasta encontrar los ojos de ella en el retrovisor. Lógicamente esta ensoñación se corresponde en realidad con los ojos exaltados el dueño del siguiente automóvil, que llevaba esperando diez minutos, y que tras golpear con fuerza en la ventanilla, le ha dicho soezmente: ¡Quieres mover el coche, alelado de los cojones!

Si alguna vez les invade un irrefrenable deseo de corretear ladera abajo, convertidos en teas incandescentes, dispuestos a darlo todo por un beso mágico, no se preocupen, es posible que estén a punto de ser abducidos.
Boedarkyss

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *