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Lagarto Pensando en alto

Un costurero, porque así cosía, así, así

Maruja. De las de verdad, ojo. Generalmente sonrío con cierto descaro cuando Leroy Merlin hace un anuncio mostrando una madre primeriza (o alguna otra chica de ese rango de edad comprendido entre los 26 y los 34 años) vestida con un peto vaquero, sujetando un taladro en las manos y un pañuelo en la cabeza. «We can do it» que rezaban los carteles de la Segunda Guerra Mundial mostrando a mujeres remachando aviones de combate. Es un cartel y un icono que pese a intentar (y supongo que conseguir) levantar a la mujer y eliminar de algún modo el sexismo me parece de lo más machista que pudieron hacer. Quiero decir, bajad las armas, mamones, que ya sabéis que lo de la corrección política me la paso por los Mubaraks -aprovechando el tirón mediático que han conseguido mis cojones, cosa que para mí estaba cantada en otro marco-, sin duda aleja la idea de que una mujer está en una guerra para vestirse de blanco, pintarse una cruz en el hombro y esperar las instrucciones del médico de campaña. Sin embargo enfoca el tema desde un modo similar cuando muestran a las chavalas quienes, en lugar de esperar a sus heróicas parejas (tristemente fallecidos en multitud de casos, y sobre esto tengo una entrada a medias que no va a ser nada feliz ni contenta) en enfermería limpiando y cosiendo heridas las muestran en otras labores más repetitivas y alienantes como, por ejemplo, pasarse 10 horas al día atornillando planchas de aluminio o de acero. Realmente el «We can do it» me ha parecido siempre más un «We can help». Y por supuesto que no, no es lo que quería ver.

Con el tema de la moza bricomaníaca me pasa algo parecido. Está guay que se lo pase pipa pintando una pared de blanco roto con el guaperas de su novio, la felicidad les va a durar hasta que tengan que levantar los brazos unos minutos, pero no importa, queda simpático para la foto. En cambio, el taladro, perdonadme pero no lo termino de ver, todos sabemos que el primer intento sí, pero al poco tiempo esa misma chavala terminaría solicitando al chico que sea él quien sujete la herramienta firmemente entre sus manos, penetre e intente no dejar nada dentro. Aparte, quien haga el agujero en la pared. Doy por hecho que él ya ha realizado taladros anteriormente como la mayoría de los chicos (o eso quiero pensar, en mi caso desde los 15 soy en encargado en casa) de manera que no es una pelea por descubrir de manera chorra quién vale más o quién vale menos ni de qué tipo de tarea es «de chico» y cuál «de chica». ¿Una clara detonación sexista en mis palabras pese a todo? Puede ser, pido disculpas a los ofendidas, que imagino que, de haberlos, serán «las». Dejad de buscar tres pies al gato.

Por eso mismo al soltárseme un botón de una camisa recientemente pedí a mi madre que, por favor y si podía, lo cosiera, cosa que dijo que haría encantada en un santiamén, pero que olvidó hacerlo antes de irse de viaje. Mi hermana aseguró que no tendría problema de encargarse de ello al día siguiente sólo que se le pasó también el ligero detalle de realizar la tarea, un despiste. Así pues me envalentoné como el que está dispuesto a hacer los primeros huevos fritos de su vida (truco importante, echad un poco de harina al aceite de la sartén consiguiendo así que no salte éste y perdáis el miedo más rápidamente, un triunfo), cogí del costurero un hilo del mismo color que la prenda, una aguja, encendí el televisor, estaban echando Gavilanes y comencé a coser aquello como buenamente pude hasta ver que, de verdad, no era para tanto pues hasta a mí me estaba quedando bien. Sí, de haber estado así un rato más hubiera terminado hablando de Belén Esteban, de nuevo. Dicen que cuando se quieren hacer bien las cosas han de hacerse por uno mismo. Hombre, siempre que esté al alcance sí, si hablamos de medios de transporte prefiero mirar comparativas de coches que revisar el ciclo Otto y diseñar mi propio motor, en cambio en estos detalles… no, seguramente mi madre o mi hermana lo hubieran dejado mejor rematado, pero me quedé plenamente satisfecho, esperaba un resultado peor. Como he comentado en muchas ocasiones, es un placer hacer algo por y para uno mismo. Aprender a hacerlo. Es un pequeño pero importante paso más hacia nuestra libertad, dada por la independencia, obviamente.

Esa caja de herramientas con esquinas redondeadas

Me conocéis, a la mínima ocasión que pruebo algo y me llama la atención ya miro modelos y precios. Pues aquí no iba a ser menos y así como no hay cajas de herramientas para chicas no hay costureros para hombres. Son cursis. Son azulitos cielo, rostias como el color de la tipografía de los Ramones, verde lima horroroso… Vade retro.

Nan's old sewing box

Entonces es cuando recordé que, a diferencia de una caja de herramientas donde tiene sentido que las brocas estén separadas de las bocas de perro y a su vez éstas de las bridas o un juego de destornilladores, no hay problema en que agujas, alfileres, bobinas de hilo y unas tijeras compartan espacio según vayan cayendo. Así pues y, como de costumbre, imaginé qué costurero tendría en mi fabulosa casa del yo del futuro. Pensaréis que es una gilipollez de pregunta y que en dos ratos se me olvida, sin embargo ya tengo claro que es una de las cosas más importantes y necesarias, no por su uso cotidiano, sino por su facilidad para sacarte de apuros. Será de lo primero que tenga, después de un Roomba y un pequeño botiquín con vendas y mercurocromo como antiséptico. Un «¡Eureka!» después ya tenía claro que, como tantos otros, utilizaría una de esas cajas metálicas de galletas que tuvieron nuestros abuelos y que ahora te regalan al comprar un paquete grande, sobretodo en épocas señaladas como Navidad, y que de no ser así se pueden encontrar en tiendas como Casa u otras de decoración y accesorios. ¡Pues no estoy espabilado yo ni nada! ¡Menudo! Imprescindible a mayores, como tirafondos y tuercas de diferentes calibres, hilos de varios colores que cubran al menos los básicos de cada armario, a saber: blanco, negro, gris, azul claro, azul oscuro, cualquier verde y rojo que se utilizará también en las prendas naranjas, siendo el blanco el que mejor resulte en la ropa amarilla si esta no es muy llamativa. Lo tengo ya todo pensado.

Tendré que comenzar una colección de dedales del mundo en septiembre. Lo van a flipar. Me voy a divertir.

Visto en: Paul Smith wannabe.

4 respuestas a «Un costurero, porque así cosía, así, así»

Bahh, mi debilidad! Sabes de sobra que tengo como 10 costureros diferentes y que los Reyes Magos me han traído otro más! Si, soy fanática de los costureros, y de los hilos, y de los botones, y de las telas y deee…

Yo me coso mis botones y, ahí es nada, los de mi mujer. Es algo que hago dese hace años por dar la chapa a mi madre por algo tan nimio, pero mi esposa jamás ha cosido nada. Y con la plancha estamos igual. ¿Cómo era eso de mujeres liberadas? ;)

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