Esta noche «celebraba» mi cumpleaños, se ha adelantado por problemas de horario. A la una estaba aburrido, a y media todo me causaba indiferencia, a las dos me sentÃa cansado y a las tres me dirigÃa a casa aprovechando el buen tiempo y que pasear (aunque sea una hora y de madrugada) nunca es problema. A las cuatro ya estaba en casa, algo más feliz.
No sé si a todos les pasa, con 17 y 18 no pensaba en otra cosa que dar la bienvenida a los fines de semana, ahora casi con 21 si «salgo» es casi por obligación social, no por gusto. Mismos antros (unos más pijos y cuidados y otros menos), mismas «canciones» (con su perreo y sus chundas-chundas), misma gente (con sus gritos y su ansia por beber). No me encuentro nada cómodo.
No habÃa gran cosa que hacer excepto vivir la ciudad.
Escucharla y verla, sentirla un poco. Aprovechando que las dos CocaColas que acompañaron a las tres cervezas sirven para mantenerme despierto.
Llama la atención el tráfico, tan pobre. Curiosamente no es nada calmado, un cani hijo de puta que apura las curvas, una niña con deportivo que esquiva un monovolumen en el último instante, ambulancias con las luces pero sin sirena por el medio de dos carriles, un coche patrulla a ritmo calmado y muchos, muchos taxis.
Por cada coche que ves a partir de las doce hay cinco taxis trabajando. No sé cuánta caja se puede hacer en un fin de semana pero tengo claro que es cuando más se embolsan estos profesionales del volante capaces de hacerte la mayor pirula imaginable hasta clavar el freno y acordarte de su madre.
¡Taxi!
Cuánto glamour tienen los famosos coches amarillos neoyorquinos que se paran a base de silbidos. Es algo fascinante.
Un taxi, otro, otro, otro. Todos ocupados. «Por favor, ¿a la calle noséqué?». Pues claro que te lleva, mujer, que para eso le pagas.
No tiene que ser un trabajo agradecido. Cuando no haya pasajero se aprovecha para ver un episodio de una serie, leer o dormir. Ofreces una parte de tu vida, un vehÃculo, a desconocidos para llevarlos de un sitio a otro, sin horario fijo y sin saber qué pasarÃa si el próximo cliente decide intentar asaltarte, algo que siempre me ha parecido lejano. Es como un quiosco, nadie se hace rico vendiendo un ChupaChups, pero si vendes bastantes puedes llegar a fin de mes. Nadie se hace multimillonario moviendo personas, pero si sabes manejar un poco las paradas clave y haces un buen número de carreras las cuentas salen. Si la carrera media cuesta 3.5 euros y es capaz de hacer 4 carreras de media a la hora vemos cómo el sueldo es curioso. Siempre me habÃa parecido una profesión de perdedores dados por vencido. No conozco a nadie con vocación de taxista, ningún niño dice «De mayor quiero ser taxista», excepto los que lo acompañan con «como mi papá». Y eso me resultarÃa más raro. Pero no. A parte de la seguridad que ofrece un taxi, que impide que te asalten, y la comodidad de sentarte y aparecer en el portal de tu casa se paga.
No creo que coja costumbre de montar a menudo para acerarme a mi casa porque no tengo problema en ponerme a andar. Pero viendo a todos los que habÃan perdido el último bus o llegan un poco tarde a una cita concertada, es un auténtico servicio público que puede ofrecerte más que nadie. Conversación, ritmo y compañÃa de forma profesionalizada.
No sé si lo aprenden jugando a la PSP o leyendo un periódico en la parada. Pero asà como no es algo que puedas escoger (quiero un taxi de marca A, modelo B, potencia C etc) y nos conformamos con lo que venga, es muy difÃcil decir que con uno en concreto no vuelves porque no te gusta cómo conduce, el voto de confianza en este colectivo siempre está, ya sea para ir a un aeropuerto o como esta noche, formar una familia de hormiguitas de color claro que corretea por la ciudad moviendo personas de hormiguero en hormiguero formando una imagen muy atractiva.
Ha quedado algo inconexo, pero es que ya son las cinco y pico, suficiente que el sueño me permite teclear. Me limitaré a recordar que fuera de Madrid no se escucha mucho lo de «tasis» si la persona tiene menos de 50 años. Sólo por recordar, que con esta gente hay que tener mil ojos, los de la capital son fácilmente impresionables y lo mismo les choca.
Visto en: FaryLand.
Deja una respuesta