Asà a quemarropa, me considero un chaval con mucha suerte. No por el clásico «Gracias Señor por haberme traÃdo al (casi) primer mundo y no tener que trabajar como tantos otros niños», que también, sino que en los golpes de la vida que terminaron disputándose al azar, me ha ido saliendo cara.
No voy a concretar ejemplos pero aseguro que cuando algo parecÃa ir mal rebotaba en una cama elástica imaginaria y de nuevo todo arriba. Al menos ese es el regusto que me deja. A potra, a dulce y victoriosa suerte.
As de picas, Reina de Corazones
No sé si es sólo que lo veo asà y que cuando algo me ha salido mal no lo tengo tan en cuenta, por ejemplo mi desastrosa vida sentimental, pero me hace creer que soy un chico con más suerte de lo normal. Sin llevar amuletos ni objetos a los que otorgue un poder casi mÃstico, especial. Nada. Por eso esto tiene un problema, en el momento en que los malos resultados y reveses inesperados del hilo de la life me dejen K.O. más a menudo que las alegrÃas y la fortuna no tendré a qué achacárselo y entraré en una conducta autodestructiva con una jeringuilla clavada en lo que Pablo Motos llama codo, una espiral de dolor, un tornillo sin fin de desgracias. Y al final, por puro azar y sin haber un motivo aparente, la ruleta de la suerte girará hasta regalarme una salida satisfactoria. Y vuelta a empezar.
Mientras tanto, seguiré confiando en ese bonus que me lleva ofreciendo la vida desde que tengo consciencia.
Visto en:Â Oh, what a lucky man he was.
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