TenÃa la posibilidad de ir gratis al Museo Patio Herreriano de arte contemporáneo de Valladolid. Y como gratis que era (lo pagaba mi universidad, los alumnos entramos sin pagar) allà me presenté. No me atraÃa para nada la exposición temporal que tienen, pero como según nos contaron proyectan cortos y animaciones de ArtFutura, supuse que «algo más de lo mÃo» habrÃa.
Lo primero que he de decir es que si alguien se considera un freak de excepción, un rarito como pocos o quiere pasar desapercibido un rato, sentirse normal y sentir que nadie lo observa, que se de una vueltecita por un museo de estos. Madre mÃa, qué personajes. Yo no sabÃa si estaba en la sala de un museo o en el casting de Gran Hermano.
PodÃas encontrar de todo, un punk con el periódico de la mano (y resultó ser El Mundo), un pijo de los de jersey anudado a los hombros leyendo su ejemplar de El PaÃs, una chica (gorda a rebentar, con una camiseta negra y letras amarillas en las que se lee «Estoy como una vaca, ordéñame las tetas», o el tÃpico gafapasta con perilla bajo el labio, vaqueros y camiseta de diseños pseudoinfantiles y cámara compacta de la mano, de la otra, un móvil que hace muchÃsimas cosas que nunca utilizas porque ni las necesitas ni sabes que las tienes (y eso no te crea necesidad).
Lo más curioso del asunto, a parte de su presunto interés en el arte, era su claro nivel económico. SÃ, mucha sudadera negra con una gran estrella roja pero has venido conduciendo un BMW X5. No sé qué tendrá este vehÃculo, pero llegaron tres de estos coches (con un único ocupante cada uno) mientras esperaba a que empezasen los cortos.
Era divertido verlos, con colores saltones, maquillaje de sobra, comentarios sacados de revistas enfocadas a la fotografÃa y unos aires de superioridad que culmina su status de snob. De los que te hacen creer que han vivido en el Soho y te invitan a fumar algo que yo no intentarÃa pasar por la aduana. De esos que no creen en la disciplina y dan por sentados sus derechos fundamentales, como derecho a semejante coche para ir al Carrefour a por yogures, derecho a poder hablar con su teléfono sea donde sea, derecho a reÃrse de los normales, derecho a juntar el amarillo con el rosa con el naranja y afirmar que le queda bien y que eres una inculto y no entiendes de conjuntar ropa etc.
Esta claro que ser un librepensador de esta altura tiene su precio, al fin y al cabo ellos sà pagaban entrada (y por tanto sufrajaban la basura que exponÃan dentro). Y la verdad es que a veces les envidio, la moral que tienen para pararse a leer las idas de pinza de un desconocido cualquiera que junta cuatro hierros y medio con un soplete oxioacetilénico y lo titula como «salto inverso del infinito» mientras cuenta el significado tan esotérico que el tiene para él y por qué ha usado hierro y no acero. Eso es arte, con dos pelotas.
En fin, halago a estas personas que siempre dicen estar a dieta, que comen en caros restaurantes los domingos y se cogen el Big Mac para llevar entre semana, salteando a veces con diferentes preparaciones vegetales y bebidas hechas con agua, algas y guisantes que no lo tomarÃa ni el oso Yogui, pero que cuando las pagas a 200 euros el paquete terminas cogiéndole el sabor. Aquellos que reniegan de la torilla de patata por su poca sofisticación, o aquellos que te recitan de memoria diálogos enteros de Futurama para terminar recordándote el número de referencia del episopio en cuestión, y que tiene toda la colección en el maletero de su gigantesco coche.
Eso ha sido todo, son las 4:12 minutos de la madrugada, espero hayáis disfrutado del trayecto.
Visto en:A ver quién le echa huevos para ir al MoMA.
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