El otro dÃa me sucedió una historia curiosa. De esas que fuera de internet vemos casi a diario pero dentro del medio no estoy acostumbrado a cruzarme. Una amiga comenzó un blog, en Blogger, lo dejó de lado para comenzar otro con WordPress y ahora el blog original ha vuelto a la vida, con otro dueño, pero el mismo RSS, que depende de la URL. Confuso por este blog zombie que, como tantos otros, apadrino y mantengo en el lector de feeds (un sÃndrome de Diógenes que se ve compensado por estas mierdas, nunca mejor dicho), contacté con mi amiga vÃa FaceBook pues la chica anda entre Florida, Nevada y California y me dijo que ella no habÃa tocado nada. Maravilloso, ¿que no?
Curioseé por el nuevo contenido con cierto sentimiento de añoranza. A esto me referÃa en el inicio del post, ¿cuántas veces nos hemos cruzado con el antiguo coche de nuestros padres y nos hemos quedado mirando, intrigados por lo que lleva en los asientos traseros? Es algo semejante. Más aún, como cuando cambias de casa, tal cual. A lo largo de mi vida me he mudado muchas (muchas, 6 veces en 22 años) y aunque llevo tiempo en esta buhardilla aún hay un rincón con cajas de la mudanza. Esto facilita enormemente que no me sienta perteneciente a ningún lugar realmente. Y confieso que me he encontrado varias veces buceando en Google Maps, más ahora con Street View, intentando ver a través de las ventanas de las que fueron mis habitaciones. Es una sensación extraña que tenemos asumida. «Un dÃa subo, llamo al timbre y le suelto el rollo de que yo de crÃo vivÃa ahà y dormÃa en la habitación del fondo, junto al salón», solicita valiente tu atrevida neurona. No hay huevos, pero bueno. El caso es que creo que me entendéis. Los sentimientos que afloraron al volver a ver aquella dirección en la barra del navegador, con otro diseño, otros textos… fue semejante a la de las casas.
Todo este tema me ha hecho pensar, «coño… ¿y el mÃo?». Quiero decir, me explicaré algo mejor, cuando termine tan absolutamente quemado y rebotado de esto, me desharé del dominio y de todo lo que esta frágil máscara representa. Y, quién sabe, tal vez un tiempo después aparezca otra persona, con una empresa de grúas de Toledo con una tonterÃa similar a la mÃa y decida hacerse con el dominio y montarse aquà su tienda online con compras en 3D, internet del futuro.
O lo que es más impactante y que es fácil de comprobar, ¿qué habrÃa sido esto anteriormente? Afortunadamente podemos recurrir a vertederos de bytes como Archive que recogen información abandonada desde hace años y ver que con esta URL no habÃa nada hasta que pusimos una pica en el servidor. El miedo está ahÃ, en efecto «Yo no he criado una web para que ahora venga un listo y me la llene de porno». Haber estado más rápido, vaquero.
No sé qué será esto dentro de un tiempo, no creo que llegue a nada, pero si me equivoco, sin duda que me gustarÃa verlo. Sin ningún tipo de duda.
Visto en: Futuro.
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