SonrÃen, son ladinas. Calculadoras, frÃas ahora que han pasado el calentón. Saliendo de un garito cualquiera, en rebaño, te las encuentras después de quedarse a gusto canturreando una balada (como no podrÃa ser de otra forma pues, las ovejas, balan). AsÃ, desmelenadas, con las lanas al viento, comentando la efectiva trampa. No sabes si acaban de saciarse, si buscan su primera presa o planean irse al prado a descansar.
Gotas de sangre, escurridas de sus mandÃbulas, en el suelo dan testimonio del camino escogido.
Ellas, las cabronas y sucias que jugaron con el pobre, aunque protegido por su coraza, armadillo.
Desaparecen entre risotadas, relajadas y apenas con aire. Hijas de puta. Abandonan al placentario a su suerte, despojado de placer.
Visto en: Por ahÃ, qué se yo.
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