El otro dÃa me metà en Tuenti, como cada martes, para ver si habÃa pasado algo interesante en la vida de algún colega y porque me sonaba que próximamente es el cumpleaños de uno, pero no recordaba ni cuándo ni de quién. Ya entonces tenÃa en mente cerrar mi cuenta, perfil, página o lo que sea en ese «servicio». Se ha convertido en el nuevo Fotolog, no estoy descubriendo América diciendo esto, lo sé, pero con lo bien que estaba Fotolog muerto…
No me gusta nada mezclar internet y familia, pero cuando empiezas en esas mierdas de redes sociales es difÃcil mantener una lÃnea divisoria y defenderla ferozmente. En definitivas cuentas, que claudiqué y permità a algunas personas «cercanas» invadir mi intimidad social. Empecé con un primo que va a hacer 18 y a los pocos dÃas se acopló su hermana, va a hacer 13. Primero pensé, «¿Qué cojones hace una crÃa aquÃ?» Parece ser que la gente de Tuenti (a los que ya se les está yendo el tema de las manos) hicieron un barrido completo y se cepillaron a todas las personas menores de 14 años. Esto es una tonterÃa, no hay forma de saber a ciencia cierta la edad de nadie con un formulario, si para acceder a Tuenti tienes que haber nacido, como mÃnimo, a partir de una fecha, con especificar una fecha anterior ya estás dentro (el requisito de las invitaciones es un cachondeo).
A modo de experiencia personal, cuando yo era más crÃo y no se habÃa comenzado a expandir la banda ancha en España y alguien intentaba acceder a una página con contenido para adultos sucedÃan dos cosas, que el index de la web tenÃa dos enlaces, uno que te llevaba a las fotos tamaño 150 por 100 pÃxeles de unas tetas, y otro con el texto «Exit» que enlazaba a la página de Google o a la de Disney. Imagino que habréis vivido todo esto igual que yo. Dar al botón de entrar significaba una confrontación entre el deseo y la moralidad de cada uno. No habÃa más filtro que ese. Y por lo que se ve no han evolucionado para nada. Probablemente para un niño estadounidense con unas ideas del bien y del mal más bÃblicas sà tenga el resultado esperado, como en las pelÃculas donde muestran a un chaval dudando entre hacer algo malo y empieza a sudar y uno piensa «Joder, no es tan difÃcil, si fuese yo lo habrÃa hecho hace rato». Aquà no tememos tanto el castigo, creo yo. Y en fin, que una vez aprendimos a borrar el historial y la caché de nuestro Internet Explorer 4 ó 5 ya nos creÃmos dioses. Dioses que jugaban al Pokémon emulado en un Pentium II, pero dioses al fin y al cabo.
Por aquél entonces las crÃas no eran como las de ahora, no tenÃan teléfonos con cámara con los que hacerse fotos en el móvil, con flash rebotado, empezaba a ser normal lo de llevar móvil, se vivió un auténtico boom y decÃan que Nokia vendÃa 70 terminales cada minuto. Una locura. Pero bien, siendo sinceros, a las niñas sà que les gustaba exhibirse, habÃa discotecas para menores donde hacerse la borracha con un chupito de cerveza (y ya me parece demasiado), revistas con portadas llenas de fotos de los macizorros de la tele, maquillaje, tacones etc. Nadie sabÃa maquillarse, nadie sabÃa andar con tacones y por mucho que se dijera nadie sabÃa qué hacer con el cuerpo de aquél maromo (todavÃa con pelos en el pecho, apurando, que quedaba poco para que llegaran los metrosexuales), pero hombre, todos hemos tenido esa edad, y los tÃos empezábamos a conocer nuestra fuerza y las tÃas (que llegaban antes a ese punto) jugaban a ser señoritas. Todo un caos de hormonas.
Volviendo al presente, esta chica se habÃa hecho una de esas fotos y habÃa etiquetado (esto es, asignar a una parte de la foto un cuadradito donde se supone que hay una cara) a todos sus contactos entre los que me encontraba. Y al verlo, flipé. Puse cara de «Esta juventud se va a la mierda», como la que ponen nuestros abuelos cuando ven por la tele un botellón -y razón que tienen-, y me quité mi cuadradito. Con el panorama se me olvidó mirar la fecha del aniversario, me di cuenta a las dos horas o por ahà asà que volvà a entrar y, ¡sorpresa!, me habÃan «etiquetado» de nuevo en esa absurda foto de niña desmadrada al más puro estilo lolita de High School Musical, pero vestida (porque no tiene nada que mostrar). De nuevo me desmarqué y directamente me desligué de toda relación con este proyecto de persona que lo tendrÃa bien jodido para ir pasando de curso en la ESO si no fuera por la basura de leyes que crea el Ministerio de Educación.
Siguiendo con ella como ejemplo, sus padres le regalaron un portátil por aprobar su curso (o por hacerlo sin haber suspendido más de dos, no recuerdo bien), algo que a todas luces se ve como malo para alguien de esa edad. Yo no tuve ordenador propio hasta bien llegados los 15. Mis padres siempre me decÃan que tuviese cuidado con Internet, que no me metiese en chats etc, etc, lo del hombre que regala golosinas con droga a las puertas del colegio, pero a los 2.0. Está la economÃa como para ir regalando vicios. Se debÃa principalmente porque internet era algo realmente nuevo y la gente lo desconocÃa. Ciertamente estaba lleno de trampas que terminaban en peticiones de tarjetas de crédito o programas que se conectaban a la red telefónica para chorizarte, aquellos dial-up famosos que murieron con el ADSL. Y aunque hoy en dÃa navegar de forma segura es mucho más fácil que hace nueve o diez años siempre está el miedo lógico a que tu hija caiga en una red de pedofilia. Bueno, las cosas claras, si le pones en la mano un móvil pepino, un portátil para ella sola y no tienes ningún control sobre sus estudios ni sobre lo que hace con esos aparatos, más te vale ponerte a rezar para que la chavala salga bien.
La única manera de «proteger» a los menores hasta de sà mismos que me parece factible es recurriendo a la biométrica como ya expliqué, sobrecargando las máquinas de la policÃa revisando cada acceso (como hace la Universidad de Valladolid, por ejemplo). Pero sobre todo, y esto ya suena a tópico, la culpa es de los padres que les facilitan vestirse como putas, que estén pendientes de dónde se meten sus retoños y que bloqueen las páginas que consideren necesarias, porque tecnológicamente hablando no podemos ayudar a que crezcan mejor. Y que por mucho que se empeñen los polÃticos, aquà no tienen nada que hacer, como en tantos otros ámbitos donde meten sus corruptibles narices.
Visto en: Era el dÃa 10, que sà que lo miré.
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