No se puede parar el tiempo, no se acepta el sÃndrome de Peter Pan. Crezco, envejezco y parece que tendré que madurar, y aceptarlo. Y lo más seguro es que usted también.
Un dÃa cualquiera (como hoy) puedes subirte a un autobús a las diez menos veinte de la mañana y ser pisado por una niña de 15-16 años. La verdad es que suelo separar más las piernas en el bus para ganar estabilidad, asà que estoy acostumbrado a que me pisen, pero puedo soportarlo. Lo que se me hace difÃcil es que la niñata me mire y suelte un «disculpe señor«. La cara de la chica destacaba por su lamento, ¡encima no lo decÃa de coña la jodÃa niña!
Hace un par de dÃas que cumplà los 19 y me parecÃan exactamente iguales a los 18, pero como de costumbre, me equivoqué. Iluso de mÃ.
Me obligan a aceptar la edad que tengo. Y pensar que hace relativamente nada yo era de su misma edad. Cabrona.
PensarÃa que era porque me vio mal, porque hacÃa tres semanas que no me afeitaba la cara o porque estábamos en una excursión del Inserso. Pero no, ni de broma. Se me veÃa bien la cara y era un maldito trayecto urbano en transporte público. Y no a deshoras. La única conclusión que se puede sacar es que parezco mayor de lo que soy, y la gente me respeta por ello. Mentira.
Tratar a alguien de usted no muestra respeto, tal vez en origen sÃ, pero ya no. Sólo es una burda manera de llamar a alguien a la cara «viejo», y eso no me gusta tanto. No sé cuántos años más puede parecer que tenga, pero viejo no, valiente hija de perra. Sólo la idea de que cualquier noche me pidas que te saque el Don Simón del Mercadona me revuelve más el estómago que el propio Don Simón.
Voy a viciarme un rato.
Visto en: Recién cumplidos.
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