Esta tarde la he pasado con la familia en un centro comercial haciendo algunas de las compras navideñas. La diferencia respecto a años anteriores es que en estas hay un nuevo miembro, muy joven. También estuvo el año pasado, pero pasó bastante desapercibido, ahora hace amagos de hablar y corre hasta hostiarse con la pared. Yo soy su tÃo y la gente se extraña de que pase tanto de él, pero sinceramente, no entiendo las espectacularidad que tiene ver a un bebé dejarse los piños (que le están saliendo) contra el marco de una puerta.
Como es de imaginar, a una personita de estas no se le hacen los regalos C (corbatas, calzoncillos, calcetines y colonias) como a cualquier familiar más, ni mucho menos aprovechas las sartenes que te han dado al abrir una cuenta en el banco y se las das.
En la sección JugueterÃa es donde te comes el tarro, que si es muy pequeño para tal, que si se hace daño con no sé qué, que si es muy grande ya para aquello etc. Una vez me hube dado cuenta de que allà ni mi voz ni mi voto valÃa para nada hice la guerra por mi cuenta y me puse a explorar mundo, dicho de otra forma, intentar adivinar cómo llegaba hasta FotografÃa para ver el precio de las réflex y escudriñar cada detalle de algo que ahora mismo no podré tener, asà como escanear su seguridad y calcular el tiempo que tardarÃa entre romper el cristal, coger la cámara y salir corriendo hacia el exterior. Pero bueno, eso es algo que nunca pasa.
Lo cierto es que ni siquiera salà de la sección infantil. Hay algo que me ha llamado la atención. Existen determinados juguetes que vienen en cajas o blisters de plástico, muy coloridos, que tienen unas grandes letras rojas que rezan: ¡Pruébame!
Lo llamativo era el espectáculo que se montaba alrededor de cada uno de estas máquinas de diversión. Lo más seguro es que ya existiesen cuando yo era un enano, de hecho, recuerdo que algunos de los Action Man que aún conservo tenÃan esta función, un pequeño botón en un lateral de la caja que conseguÃa que moviesen el brazo o rugiese algo, por ejemplo. Pero eran una minorÃa frente a los que no hacÃan nada, o no te permitÃan probar.
El espectáculo mencionado unas lÃneas más arriba no va, ni mucho menos, por los zagales que corretean con sonrisas en sus caras esperando al 6 de enero. Si no por los padres (que no madres) que disfrutan, gozan, enloquecen en definitiva, acariciando la barriga de un peluche que ronronea, apretando las orejas de un perro que ladra, ocultando al gusano en su agujero mientras suena, agitando «esa cosa sujeta a aquella otra cosa» y un larguÃsimo etc. Y era asÃ, mientras las madres miraban, leÃan las especificaciones de los inventos que acompañarán a sus retoños mientras está sólo en casa, ellos se asombran y divierten con lo que sus hijos lo harán después, pero ya fuera de la caja.
Yo, con la vagancia que me caracteriza y viendo que las fotos estaban cacho lejos, me unà a ellos pensando que algún dÃa le compraré unos gusanitos, y listo.
Visto en: Hasta que tenga una consola, y le podamos piratear los juegos.
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