Ayer, y cuando digo ayer me refiero al sábado, no es culpa mÃa que leáis esto a partir de la mañana siguiente a la que se escribe y no de madrugada que es cuando se publica, me corté el pelo. En casa lo han llamado «quitarme la bisbalada». Por mi parte, como suele ser normal, estoy bastante cabreado con el resultado, siempre me parece demasiado corto.
Ya os anuncié de lo que iba a hablar, los lavabos que utilizan para lavar el pelo antes de cortarlo. No sé si se utiliza para algo más porque mis conocimientos en estética van justitos.
Fui a una peluquerÃa a la que nunca habÃa ido antes, no la escogà yo pero para dos veces al año que piso esos locales le doy a mi madre el capricho de elegir, es un precio a pagar por ocupar toda una planta entera y hacerme sentir «independiente». Yo preferirÃa ir a una de esas barberÃas de hombres que tienen un cilindro de colores que no para de girar en la entrada, como las de las pelÃculas, pero en mi barrio no hay ninguna, dudo que haya alguna en la ciudad.
Asà que me puse en manos de tres chicas con un FP de peluquerÃa (que se llamará algo asà como Técnico en esteticismo y cuidados capilares). Mientras esperaba a que alguna tuviese la amabilidad de venir y preguntar qué querÃa pude observar cómo funciona su mundo: una delgadita y con coleta corta y peina, otra teñida de color calabaza que me miraba con extrañeza lava cabezas y la tercera chica (gordita y con la misma figura y andares que Quasimodo) recoge/limpia. Vamos, un puto circo.
Tras los trámites pertinentes (que incluyen recogerme el abrigo y vestirme con una bata blanca limpia) me llevan con Naranjito a que mis rizos chapoteen felices bajo el grifo. Problema: yo mido más de 1.85, datos oficiales dicen que 1.87, y reposar mi cuello en ellos requiere encoger la columna hasta las cervicales y luego estirar estas. El dolor en la espalda y en el cuello aumenta a una velocidad asombrosa, y como la chica no puede alzar el dichoso lavabo tuve que soportar los más de diez minutos que estuve ahà sin quejarme e intentando no partirme cuando decÃa eso de «Intenta echar la cabeza más hacia atrás». Para evadirme me concentré en la gente de al rededor y el hilo musical, que alternaba sin problemas entre algo que parecÃa Camela (pero no era, sonaba a música de coches de choque pero cantaba un tÃo) y el tema principal de Los Cazafantasmas.
HabÃa por ahà una madre haciéndose no sé qué en pelo escoltada por sus hijos, el mayor escuchando la radio y comentando algún partido de fútbol, el pequeño tocando las narices con un coche de juguete. Al final el mayor se lo llevó a alquilar un juego para la Wii.
Cuando terminó la chica del pelo zanahorio no pude moverme. QuerÃa enderezarme pero durante dos segundos estuve paralizado de cintura para arriba. Vamos, como si la columna hubiese perdido completamente su movilidad. Al final me enderecé y me estiré de camino a la butaca, crujieron varias vértebras. Yo, por mi parte, me asusté.
Al final me senté y pude mover el cuello todo lo que quise. Vino la chica delgada (que no tenÃa curvas, por cierto) y además traÃa de serie todos los añadidos que hacen que rechace a cualquier mujer de forma automática: un tatuaje encima del culo y demasiados agujeros, reconozco que para estas cosas soy bastante old school. Pero qué le voy a hacer, por los 16€ que me soplaron pensé que me darÃa su número o algo.
Visto en: Lavar y cortar.
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