Caballeros, buenas noches. Os podéis sentar por ahÃ. SÃ, apartad eso y… sÃ. Veréis, tengo un problema. Me gusta tener libros. Como objeto fÃsico, como una colección de páginas numeradas, como unos cuantos cientos de gramos de papel. Y es caro. ¿Cuál es el precio de una novela en España? No sé, una burrada. Además, comprar un libro no tiene encanto. Cuando los compro aquà suele ser en El Corte Inglés, ¿el motivo? Uno de ellos me pilla cerca de casa y el otro cerca de la oficina, además, suelen tener una basta colección. Como suelen ser regalos, me los envuelven con un mÃnimo de maestrÃa y un mÃnimo de interés, aún asà el resultado mejora por mucho cualquiera de mis mejores intentos por envolver cualquier cosa.
Ya empiezan a quedar lejos los regalos navideños, pero oye, feliz año a los del fondo. Creo que uno de los éxitos de estos Reyes, Papa Nöeles, Olentzeros, lo que celebréis, ha sido el Kindle. Se siguen diciendo muchas y muy buenas cosas de él. Una cosa está clara, la gente, ahora, lee más. Y todos lo terminan recomendando. Yo he tenido uno en mis manos y la verdad es que es una pieza de hardware relativamente maja, no es la hostia, pero, es una cosita bastante llamativa. Pero no me sirve, la verdad. Leo bien en él, y me parece cómodo tener una colección de libros tan a mano, o que pueda servirte para hacer otras cuatro pijaditas concretas, pero no me termina de llamar. Creo que, para un caso tan concreto como el mÃo, mi sistema es mejor. Porque se adapta a mÃ, obvio, que es a quien me interesa que le funcione.
Si he escrito esta entrada es, simplemente, porque la semana pasada dejé a medias un libro y no tengo ningún remordimiento. ¿Cuál? Este, Where wizards stay up late. Y, ojo, que es un libro interesante en cuanto a contenido, pero que está narrado de una manera aburrida desde mi punto de vista, llegué a algo más de la mitad y, joder, sólo les falta indicar cuándo iban a cagar o qué marca de café desayunaban cada mañana. Me di cuenta de que llevaba un par de semanas paseando el librito de acá para allá pero nunca me paraba a leer como antes. Lo dejé, cogà otro de los tantos que tengo pendientes, Tough guys don’t dance, y en una semana y media me he ventilado una quinta parte leyendo sólo en los 20 minutos de trayecto de bus de cada mañana. Para mÃ, es felicidad.
Compro los libros en la tienda británica de Amazon. Compro los libros usados, cogà uno para probar y ahora rara es la vez que me intereso por los nuevos. Un libro usado tiene, es mi opinión, unas cuantas ventajas frente a un libro nuevo.
- Precio. Cada libro me suele salir por dos libras con envÃo, vamos, que ni me lo pienso si estoy seguro de que quedará bien en la estanterÃa y parece mÃnimamente interesante. Si resulta un coñazo, joder, no ha sido ninguna inversión desproporcionada.
- Sigue oliendo a libro. Y tiene las páginas oscurecidas y probablemente una hoja doblada (cosa que encuentras en uno nuevo con cierta frecuencia) pero lo coges y… ¡huele a libro!
- Usado, no destrozado. Una vez dejé un libro a un compañero de clase, en segundo de la ESO. Me lo devolvió lleno de post-it con preguntas acerca de la trama, me pareció curioso. En otra ocasión presté un libro (El Quijote) a una amiga de mi hermana, discutieron y nunca volvà a saber de ella ni, obvio, de mi libro. No he vuelto a prestar un libro. Creo que la gente no los cuida, no les da importancia. Ahora, cuando esta gente pone que el estado es casi nuevo hazte a la idea de que parecerá que lo acaba de sacar de la tienda, ni un rasguño
- El catálogo es más amplio. Si el libro ha llegado a editarse, lo tendrás disponible. Fin. Si ya no se distribuye en librerÃas, en el mercado de segunda mano sÃ. Y, generalmente, por cuatro perras.
- Haces amigos. Esto es un puto caso particular asà que no le hagáis mucho caso, pero me parece entrañable. Compré un librito, la biografÃa de Tony Hawk. No me llegó ni a una libra con envÃo. Se lee muy fácil, trae fotos, nada más comenzar ya te habla del 900. En la primera hojita el libro tenÃa el nombre de un chaval, busqué en las páginas amarillas actuales y di con el tÃo. Le comenté que tenÃa su libro. Es un chico estadounidense que vendió su libro a un particular y no sabe cómo terminó en una librerÃa de Bristol que opera a través de Amazon (donde lo compré yo).
No vengo a evangelizar a nadie, pero creo que, ahora que hay tantas discusiones chorras sobre libro electrónico sà o libro electrónico no, poniendo como dato más relevante el precio o la facilidad para adquirir libros, se nos deberÃa escuchar a los que hemos tomado la vÃa del medio, que no nos preocupamos de manchar las hojas o apoyar el libro en cualquier sitio, de que si lo dejamos olvidado en un remoto lugar que no recordamos no habremos perdido más de 3 euros. Aparte de que cualquier aparato electrónico es muy goloso para los raterillos de palo y nadie roba libros, o, si lo hacen, es simplemente por putear. Está claro que el mayor inconveniente que tiene mi sistema es el idioma, que o te acostumbras a leer en inglés o estás más que jodido, pero hoy en dÃa todos tenemos capacidad para leer en este lenguaje aunque pensemos que no. Cierto que con un Kindle puedes consultar un diccionario al momento, pero ahora mismo y en cualquier instante a ver quién es el tonto que no puede mirar en el móvil o en un ordenador cercano qué significa tal o cual expresión que no conseguimos sacar por el contexto. Está claro que si no estás acostumbrado a leer porque no te gusta leer vas a tener el mismo problema siempre tanto en castellano como en cualquier otro idioma, porque no te gusta leer. Y punto. No leerás más ni con el libro de papel, ni con el electrónico, ni con los resúmenes de la Wikipedia. OlvÃdate porque no es para ti, y no es ni bueno, ni malo, ni mediopensionista.
Yo llevo un par de años y pico con esto y mi inglés ha mejorado, gasto muy poco dinero y salvo para casos concretos donde necesito últimas ediciones (libros técnicos revisados), encuentro perfecto los libros ya leÃdos pues, al igual que muchas otras cosas de segunda mano, no dan asco ni son peligrosas.
Diet Mountain Dew, baby, New York City
El dÃa 13 de marzo vuelo hacia «la capital del mundo». Mi primera vez allÃ, es el regalo de bodas que hago a mis padres por su vigesimoquinto aniversario de bodas. Para esto sirve el matrimonio. Tengo ganas. Una semana en Manhattan. ¿Os imagináis que ligo? En la oficina han abierto las apuestas, deberÃa compincharme con alguien para sacarme unos duros. Ya he apuntado dos o tres librerÃas que me gustarÃa visitar, una de ellas tiene un amplio catálogo de segunda mano. No he titulado este parrafito asà sólo para poder colocar un gancho como Lana del Rey desnuda, Lana del Rey follando, Lana del Rey tetas, u otras cosas que tantas visitas me proporcionarán de modernetes salidillos, sino, también, para decir que el precio de la tecnologÃa allà (que no es una ganga, pero «salimos ganando» al comprar de manera local con moneda local) me ha hecho plantearme la idea de adquirir un Kindle, el modelo más absurdamente barato que encuentre, en alguna tienda fÃsica. Y me lo planteo simplemente por el hecho de que me gustarÃa tener uno y trastear con él, luego supongo que terminarÃa cediéndoselo a mi madre, que le sacarÃa más partido que yo, y posando mi capitalista mirada en otro juguete más nuevo, más chachipiruli, que sea tan diferente, tan natural, tan divertido y especial, tan adorable, tan perspicaz… tan ocurrente, tan singular, tan él, tan seguro, tan casual, tan sorprendente, tan superguay.
Visto en: Penguin o Bloomsbury, por ejemplo.
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