Hablando claro, no sirven para nada. Es una pena esperar al última dÃa de la Navidad para publicar este post, pero es que tengo que ir soltando balas con cautela, no vaya a disparar a alguien y hacerle pupa.
Cuando se sacan las cajas de bombones, generalmente a los invitados o porque se los han regalado a alguien cercano (conmigo nunca tienen esos detalles, ni ningunos otros), podemos observar que en la tapa suele venir una foto y un párrafo intentando explicar sin éxito a qué sabe cada dulce. Son más o menos asÃ:
Exquisito bombón de praliné con corazón de almendra natural caramelizada cubierto por suaves cacaos aromatizados con sabrosas frutas del bosque.
Y nosotros (o al menos yo), que no tenemos ni puta idea de qué cojones es el praliné, o cómo una almendra no puede ser natural y para qué el aroma del cacao lo tapan con otros olores a arbustos, nos convencemos de que está bueno. Y lo coges, porque queda otro igual y sabes que si te gusta puedes repetir, o si no, advertir de que está malo. pero al primer mordisco no reconoces ni almendra y recuerdas que a ti las bayas nunca te han gustado.
Vuelves a mirar la caja, te saboreas el paladar sin conseguir adivinar qué leches sigue siendo el praliné. Dejas la caja en la mesa, buscas un boli, tachas la palabra exquisito.
Visto en: Un clic al AdSense, bombón.
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