O de la estúpida manÃa de los humanos de ser humanos. Y no piedras. O árboles. O cascadas que van a dar a una playa frondosa de verdor como los ojos de la chica con la que te cruzaste ayer. No. Humanos. Repugnantes en su mayorÃa.
Veréis. Últimamente me han llamado materialista (y modernillo de pose). Y la primera mitad de esas cosas lo soy hasta la médula. No estoy descubriendo un nuevo mundo. A ratos no lo soy, es igual. Sigamos. Se ha despertado en mà una ligera ira, un punto de aspereza, un borde por limar o un purulento grano que alguien debe explotar cuando me he enterado de que una persona (que manda huevos pero, sin conocerlo personalmente, me causa una repulsión enorme sin que él tenga constancia de ello ni culpabilidad) conduce una Triumph. Los sujetadores no (o no es el caso, más bien), una moto.
¿Problema? Supongo que tenéis la memoria suficiente como para recordar que adoro esa marca británica (como tantas otras sólo por proceder del mismo paÃs que Led Zeppelin o Dr Who) llamada Triumph, que desde hace década y algo se está reinventando con fuerza apostando por la calidad y el diseño, desempolvando bocetos y entrevistas con Steve McQueen. Siendo concretos la Triumph Bonneville y siendo especÃficos su terminado denominado T100. Desde que supe que esa persona en concreto montaba una Triumph (no exactamente de la gama clásica, según tengo entendido) siempre que veo una moto con ese sello rectangular y ese rabito alargado de la R me echo a temblar y a maldecir. No soporto a estas motos, ni a quienes las conducen, por obra y gracia de haber nacido humano. Me siento peor al reconocer que ni el vehÃculo ni quien lo construye tiene culpa ninguna sobre la no-relación entre esta persona y yo. Pero joder, se me crea ese incomodÃsimo nudo en la garganta. «Con lo que vosotras habéis representado para mû. En efecto, me siento avergonzado, traicionado y ridiculizado por una estúpida moto.
Pensadlo. Me crearÃa la misma sensación que si alguien intenta atracarme a punta de pistola y desenfunda una Jericho 941. «¿En serio? ¿De todos los modelos, de todas las marcas, de todos los paÃses vas a intentar matarme con la 941 de Jericho de Israel? Por favor, roba un Winchester, compra un Colt, prometo que esperaré aquÃ, pero no me humilles amenazándome con esa pistola». Es lo que me faltarÃa. Como si todas las estúpidas posesiones (¡que no tienes!) se volvieran contra ti en un instante desalentador. FrÃo. Y no digo que quiera una pipa, ni que de verdad me quedarÃa arrodillado esperando que el sicario decorase el muro del callejón con mis entrañas. Pero le darÃa vueltas al tema en mi tentativa de fuga.
Supongo que lo mismo ha pasado con el Seat León, sin que Seat quisiera se ha convertido en un coche pensado para canis (motivo por el que publicita con empeño cada nueva revisión y sabor del Ibiza). En mi caso Triumph se ha convertido en una marca para gente que no me cae bien. Un dÃa vas a por un vestido con volantes, precioso, que encaja perfectamente con los carÃsimos zapatos de tacón que hace mil años que no te pones. El dÃa que te decides a comprar ese vestido aparece tu vecina, cuyo perro mea las ruedas de tu coche, vistiendo, sin pena ni gloria pero qué más da, el puto vestido que tenÃas entre ceja y ceja… Entre ceja y ceja. Una bala.
Visto en: Jupiter’s Travels
1 respuesta a «La percepción de los objetos según su poseedor»
Es que los lazos sentimentales no entienden de si ella es una mujer o si ella es una moto. Te ha traicionado, y la odias por ello.
Puta moto.