Hace ya unos dÃas que volvà a la rutina. Esa monotonÃa que me ocupa de octubre a finales de diciembre, de enero a marzo y de abril a junio para darme una tranquilidad relativa hasta primeros de septiembre.
La rutina del despertador, del Cola-Cao con prisas, del café de máquina a las 12 ojeando el 20 Minutos, la rutina de los buses, las prisas, los apuntes, las compras de licencias legales de Visual Studio, etc. Y esta rutina choca de frente con la rutina veraniega de dormir poco, vaguear mucho y comer lo necesario para subsistir sin hacer ningún ejercicio que no sea controlar el mando de la consola o el teclado y el ratón. Con el nerviosismo recién adquirido me entra más hambre.
Durante el verano he perdido bastante peso y la gente se preocupó hasta el punto de tener que acudir a una cita con el médico y cerciorarnos todos de que 87kilos con 187cm es algo normal (la excusa válida para acercarme al centro de salud era que al levantarme rápido me mareaba, cosas de la sangre frente a la gravedad). Pero tened en cuenta que hace algo más de un año estaba en 94-95kg, asà que la mejora me ilusiona y estaba tan feliz con este ritmo de vida. Y, como he dicho, ha colisionado brutalmente con el actual. He pasado de no tener hambre prácticamente a ninguna hora del dÃa a estar pendiente en todo momento de mi estómago (y mi mano) por si me paso de la raya. El apetito ha aumentado una barbaridad.
La parte curiosa del post es que, desconozco si se debe también a la ansiedad, pero de repente una chica que en Condiciones Normales me hubiesen atraÃdo ahora no me llama la atención.
Lo explico:
Caminaba esta mañana por un parque cercano, vendiendo metadona para ir tirando con esto de la crisis, y me ha venido a pedir una chica de unos veintipocos años, con un tipo estupendo, melenita rubia (creo que natural: +10 de Carisma) y sonriente. Digamos que al verla sabes que es la tÃpica chica que cuando sale por ahà incita a los moscones a que hablen con su amiga fea porque el camarero está encantado de que la muchacha se deje invitar, y ella, que se sabe diosa y controla la situación, está también encantada de que él le ponga el bourbon gratis mientras cree que tiene alguna oportunidad, ya entendéis, con esa mirada de controladora (que creo que tiene su punto). Y cuando ya le hube dado su dosis y se disponÃa a pagarme, o bueno, cuando nuestros respectivos perros decidieron que no querÃan seguir jugando entre ellos y ya se iba a marchar, me fijé en que habÃa estado un minuto al lado de ella y habÃa sido igual que si me hubiese quedado mirando a un árbol. No habÃa ganas.
Con estas que continué con mi ruta y llegué a la conclusión de que hace ya dÃas que no considero a nadie suficientemente guapa. Aunque lo sea, o aunque lo hubiese considerado asà hace poco tiempo. Vamos, que mi apetito sexual (o mi radar) necesita una revisión.
Visto en: Cerca del Puente de la Hispanidad.
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