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Lagarto

Hidroavión

Permitidme una confesión, siempre he tenido el sueño húmedo de poseer mi propio hidroavión. No es un tema de conversación muy frecuente, la verdad. Así como cada dos por tres todos tenemos alguna charla sobre coches, pocos hablan de otros métodos de transporte más estrambóticos, «Oh, ya es el cuarto hovercraft que compro, el último no salió muy bueno, la verdad». Pajas mentales de nuevos ricos que no lucen junto a la cafetera de una consultoría.

Me considero un aficionado al motor, incondicional de Clarkson, Hammond y May, pero no un loco de la velocidad ni de la competición (sí, en cambio, de la potencia, que no es lo mismo) y capaz de presentarse con un cándido «Buenas, yo Adrián, encantado. Vivo enamorado del Jaguar XK, esencialmente un V8 dentro de un DB7, rugidos de delicadeza británica». Un encanto de chaval, no os hagáis los sorprendidos. De esa maravilla de la ingeniería y el diseño industrial me separan unos 100.00€ y, obviamente, sin AdSense, me lo tuve que quitar de la cabeza. Y tal. Ahora bien, es un coche, ya sabéis que no soy nada amigo de los vehículos destinados a aparentar. Con los pies en la tierra, lo más cerca que estoy de cualquiera de estas máquinas de sed insaciable es un Fiat Punto compartido con más miembros de la familia, y antes de siquiera barajar la opción de comprar un coche me sacaría el carnet de moto. Pero en fin, todo son supuestos con ceros y el dibujo ese de la esquina inferior derecha de la E de tu teclado.

Un hidroavión. No tengo ni idea de aeronáutica, no sé qué es un Harrier ni cómo se activan los flops (pieza pivotante de las alas), no lo hago por una fantasía sexual con azafatas (no del todo) sino que, desde crío, este vehículo me encandiló, y hasta hoy. El punto más fuerte de este futuro frustrado capricho lo tuve, irremediablemente, cuando jugaba a GTA Vice City. Recordaréis que había un hidroavión bastante práctico amarrado a la parte trasera del estudio de cine porno. Y hablando de videojuegos, como no me atrae combatir con un Eurofighter ni revivir hazañas bélicas de la Segunda Guerra Mundial haciéndome pasar por kamikaze, en la vida me he molestado en instalar un simulador de vuelo, porque yo no quiero pilotar un 737. No, en absoluto, eso lo dejo en mano de los enfermos de la aviación que, sin duda, lo disfrutarán mucho más. Yo soy un caprichitos y lo que quiero es un hidroavión.

Hidroavión construido con piezas de Lego

Insisto en que no sé de dónde me viene esto, nunca he querido ser piloto, nunca he visto Top Gun y aunque he estado en un par de cabinas de aviones, me parece un mundo aburrido y cuya supuesta fascinación viene marcada exclusivamente por su demostrada exclusividad. Del mismo modo que nos hacen creer que las chicas adoran a los neurocirujanos por el mero motivo de que dicen escasear, a la gente nos deben atraer los aviones porque pilotarlos es un derecho reservado a la élite, cuando realmente está reservado a la gente con dinero, como los equipos de fútbol de la Premier. Rarezas, deben ser los rizos, ignorad mis comentarios que dicen que es más llamativo un helicóptero que un avión de uso comercial, por muy grande que éste sea.

Además, como estas cosas las deseo y anhelo pero no me obsesionan, puedo esperar a firmar el contrato de mi casa junto al lago donde poder dejar dormir al pájaro.

Visto en: Aventureros del aire, The Expendables, 7 días y 6 noches…

5 respuestas a «Hidroavión»

Yo le hago carantoñas a un enfermo de la aviación y no, tampoco lo entiendo. Tampoco me llaman los hidroaviones. De estas cosas sólo me llaman los globos aerostáticos y sólo de pensar en subirme en uno me pongo mala.

Aunque cuando fui en avioneta era bastante bonito todo.

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