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El blog es mío y tu madre pesa más que un pollo

No sé si soy sólo yo el único que se molesta por esta tontería, pero eso ya es motivo suficiente para que lo cuelgue por aquí. Es una cosa muy sencillita. Cuando en un post el autor pide opinión realmente quiere (queremos) que le guíen (nos guíen), de nada sirve lo de «el blog es tuyo y te lo follas como quieres», una de las frases más buenrollistas de este lado del Pisuerga pero que se desdibuja cual acuarela en un atril bajo la llovizna de Pasadena.

Por supuesto que el blog es mío y que al final haré lo que me salga de los mismísimos, pero eso no quita para que des tu opinión. Si un amigo te pregunta de qué color se compra un coche y duda entre dos la respuesta «me da igual, lo vas a conducir tú, el que quieras» es válida pero no responde nada. No te mojas. Pues aquí igual, el feedback queda capado, y todos sabemos que si el carraco es un Seat León se ha de huir del amarillo. Si vemos que el chaval se decanta por ese color deberíamos decirle realmente lo que pensamos, que o bien se llama Kevin o Jónatan o busca otro color menos cani. Y es así, el chico realmente quiere saber qué color nos parece más bonito o adeacuado.

Y finalmente, sobre frases de este estilo, «la de si pesa más que un pollo me la follo». Bien, para que veáis lo ridículo de la sentencia original, «el blog es mío, así que me lo follo como quiero, tu mamá pesa más que un pollo, así que está claro lo que toca». Queda demostrado que se debe dejar de utilizar la dichosa salida del medio, ¿no? Se acabó el ir a lo fácil.

Visto en: Pasadena, California.

8 respuestas a «El blog es mío y tu madre pesa más que un pollo»

Aprovecho para felicitarle por el blog y para saludar a mi prima Elvira, de Villacañas.

Estoy de acuerdo con usted y ampliaría esa crítica a cualquier sentencia del «saber popular» Por ejemplo, siempre me pareció estúpido lo de «la excepción que confirma la regla» Apliquemos la idea: «Todas las vacas son azules, menos las mamíferas, que son la excepción que confirma la regla»
Salud.

La primera vez que mi padre nos dejó opinar sobre el coche fue para decidir si queríamos que fuera gris oscuro o gris oscuro. Fue una decisión tan complicada que todavía no lo he superado y he optado por no mojarme nunca. Realmente el problema es que parto de la idea que la mayoría de la gente ya tiene la decisión tomada y sólo busca razones que la justifiquen (sobretodo pasa esto cuando me toca acompañar a alguna amiga de compras, sólo si tengo mucha confianza opino con tranquilidad).

Ha desaparecido una letra en «la dichos salida del medio», creo.

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