Por Edgar Allan Poe. Bueno, realmente no, pero para mà podrÃa ser otra historia más que meter en el recopilatorio Tales of Mistery & Imagination, que es uno de esos libros que lees en versión original y te olvidas del nombre traducido. Ya me perdonaréis los que tengáis corazón (guiño, guiño).
Al tema, todo comenzó una frÃa mañana (o tarde, no recuerdo) de diciembre en un centro comercial del Norte de España. TenÃamos todavÃa una curiosa lista de gente a la que encontrar algo que colocar bajo su abeto. Esto requerÃa, como es lógico, entrar en diversas tiendas y mirar cositas pues, como he dicho, tenÃamos una lista, nos hubiese gustado tener otra con posibles regalos, pero no  eramos tan afortunados.
Entramos en Natura, esa curiosa cadena comercial que tiene la simpática costumbre de darte la bienvenida con un oso pidiendo un abrazo. Yo iba hablando por teléfono, a mi bola, entraba y salÃa mucha gente asà que ni me percaté de los pitidos que hicieron los aros de seguridad colocados a la entrada. Sà me di cuenta a la salida, pero no me di por aludido (yo seguà colgado del móvil).
De ahà pasamos, si no recuerdo mal, a Bershka, donde volvà a pitar y donde me tocó dar explicaciones a una dependienta. Su comentario fue extrañamente tranquilo, imagino que ya han de estar más que acostumbrados a que pase estas historias «Si pitas al entrar no pasa nada, algo que lleves de ropa o… no sé, avisa cuando vayáis a salir». Y eso hice, y volvà a pitar. Me pasó también en Media Markt (donde sà me revisaron con bastante cautela para asegurarse de que realmente no me habÃa llevado nada, aunque bromeaban preguntándome dónde habÃa escondido la tele de plasma -algo que no ayuda a calmarte, prometido-) y en varias otras tiendas.
Saqué en claro tres cosas. Uno, que la selección de personal de INDITEX la hace un hombre heterosexual o una lesbiana (son, por lo general, chicas comprensibles y bastante resultonas). Dos, si quieres, mangar algo en una tienda de estas es bastante sencillo aunque no pites al comienzo (y sà a la salida de la tienda) porque no se preocupan de nada cuando dices «Jobar, si es que llevo pitando todo el dÃa, en cada tienda que entro». No tiene porqué ser verdad. Y tres, a parte de la vergüenza que se pasa (sobretodo si sólo pitas al salir) y de las explicaciones que te toca repetir, te crea una angustia y un malestar realmente incómodo.
Ese dÃa dejé de entrar en las tiendas y decidà quedarme por los pasillos intentando adivinar qué prenda, de repente (ya que no habÃa ningún elemento nuevo), podÃa hacer saltar las alarmas.
DÃas más tarde se repitió toda la escena en una tienda de regalos de Autogrill, lógicamente, también sólo a la salida. Aquà ya fue peor, porque cualquier minúscula cosita de las estanterÃas podÃa estar en cualquiera de los bolsillos. Y ojo, que a esta peña se la suda lo de que lleves dÃas pitando.
Para mayor sorpresa lo único que coincidÃa entre la vestimenta del dÃa del centro comercial y aquél eran las zapatillas.
En cuanto pude me fui a El Corte Inglés, donde compré las mencionadas Adidas, y les expuse el problema, las revisaron, las llevaron al detector y no encontraron nada. Su respuesta fue clara, «Si no es esto y sigues pitando es que tienes varias prendas con alguna etiqueta electrónica». No soy un enfermo que quite todas las etiquetas de la ropa nada más comprarla, sólo las que molestan y generalmente estos pequeños y alargados plastiquitos suelen fastidiar. Revisé toda la ropa y no encontré nada.
Han ido pasando los dÃas y ya me habÃa despreocupado del tema hasta hoy. Acompañé a mi madre a Cortefiel (y de paso me pillé unos vaqueros y una camisa) y al atravesar el umbral algo en mà dijo «Esto va a ponerse a pitar en tres… dos…». Y justo. Otra vez decenas de ojos mirándome mientras sujetaban ridÃculos polos de color rosa y chalecos de lana verde. Se acercó una sonriente joven (y si las de Pull and Bear, que es ropa normal, son normalitas pero monas, las de estos establecimientos, cuya ropa se supone mejor, son verdaderamente mejores) y me vi, una vez más, dando explicaciones pese a que, en esta ocasión, ya no coincidÃa ni el calzado. Pregunté si podrÃa ser algo electrónico (el reloj), algo metálico (una pulsera)… en definitva, algo que no fuese «de poner». No, estas cosas saltan únicamente con prendas, ya puedes ir armado que para estas máquinas da igual. Muy complaciente, se limitó a pedirme que avisara cuando me dispusiera a salir.
Mi madre, santa ella, preguntó con el ceño fruncido, «¿Has metido algo nuevo en la cartera?». En mi puta vida se me hubiera imaginado pensar en la cartera, me estaba autoconvenciendo de que tenÃa incrustada una placa metálica en una vértebra porque ya no comprendÃa nada. Y acertó.
La cartera tiene aproximadamente tres años y nunca habÃa pasado nada. Pero tenÃa, en lo más bajo y profundo del compartimento de los billetes, una tela blanca bastante dura y en la que se puede leer «QUITAR ANTES DE USAR». Se puede leer cuando lo quitas, no dentro de la cartera. 3€ me costó en Pull and Bear. Pregunté a la comprensiva joven si podrÃa ser eso. Acercó la cartera a una puerta y, en efecto, se oyó un chirrido infernal. Intentamos cortarlo allà mismo pero se resistÃa lo suficiente como para desistir al segundo intento, se la presté para deshabilitarlo y mi salida del establecimiento fue silenciosa.
Es una tonterÃa, pero respiras. No os voy a engañar. Sigo un poco con el miedo a tener que verme defendiéndome entre curritos de Eulen, pero joder, es un alivio.
Como se ve en la foto yo ya he destrozado el interior de la cartera para sacar esta tecnologÃa del averno. Lo voy a hacer con toda la ropa que me llegue a las manos porque, según comentó la chica de Cortefiel, es común que estas plaquitas se reactiven con el tiempo sin motivo alguno. Vamos, sólo por joder,
Aunque todo este largo post suene a anécdota, que, en efecto, lo es, quiero que os molestéis un poco y, por vuestro bien, aniquiléis sin miramientos todos estos artilugios que podáis estar llevando encima. A no ser, claro está, que nunca hayas sabido cómo entrarle a la rubita del Zara.
Visto en: Bip. Bip.
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