El personaje del libro del supuesto pedófilo. ¿Y luego qué? Creo que ya he hablado sobre mi perspectiva de la vida enfocada a pequeñas metas. ¿Y luego qué? Un conejo blanco que aparece y se pierde entre los arbustos. Y lo persigues. Y lo vuelves a ver. Y vuelve a desaparecer. Y vuelves a encontrarte con él dos vidas más adelante dentro de tu propia y única existencia. Y lo vuelves a perder. Y asà hasta que, nadie sabe cómo, te encuentras con el roedor en las manos, aunque ni siquiera puedes confirmar que se trate del bicho inicial. ¿Y ahora qué?
Media vida desesperándote. La otra mitad creyéndote eso de que todo llega.
¿Y qué pasa cuando lo tienes?
¿A dónde va todo es esfuerzo aparentemente inútil que se gastó para conseguir ese algo? No lo sé. No sé si me importa porque se va y punto. QuerÃas algo con todas tus ganas. Te despreocupas. Te levantas un dÃa y lo tienes. Se abre y se cierra el telón. Como si faltase un acto.
Da lo mismo lo que desearas. Lo tienes.
No sabrás qué hacer ahora. Si es que ya lo has conseguido, joder. Cuando ya casi lo tenÃas olvidado… ¡pum! Ahà estaba. No importa lo que haya tardado, que es como comulgar con el «todo llega». Al final del cuento, independientemente de los años que haya durado la búsqueda y la persecución, de una manera inesperada y como si de un insulto a la lógica se tratara, llega.
Unos acordes de piano. Un plano que se abre. Una silueta que se confunde con el fondo. Ya está. Capturaste al conejo. Pero no tienes ni puta idea de por dónde tirar ahora, ¿verdad? Aparecerá otro conejillo al que perseguir. Te encapricharás de cualquier vehÃculo clásico que no conducirás hasta que quede un minuto para los créditos. Pero lo conducirás. Y otra vez, y de nuevo, ¿y ahora qué?
Haced el favor. No le deis vueltas. No pretendÃa contar más que uno, dos y tres.
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