Era matemático: todas las tardes de lunes a viernes notaba moverse algo en el pantalón y me despistaba, y asà mes y medio. Y, a esa hora, era el móvil. Número privado, la cara de extrañeza viene de serie con cada llamada de éste tipo.
Siempre lo mismo. Una chica, siempre con acento sudamericano ofreciéndome un orgasmo de ofertas sólo por traspasar mi número y contratar algo que nunca terminé de comprender debido a mi falta de interés. Regalos, promociones, teléfonos recién salidos del laboratorio exclusivos para Orange etc, etc. Yo aguantaba estoicamente el tirón, me calaba con el chaparrón más por haber sido también comercial que por educación. Yo a esa mujer la comprendo. Un sueldo mediocre, seguramente ninguna ilusión por acudir allà y esto sólo para empezar, ¡su vida podÃa ser peor! Pero las cosas tienen un lÃmite. Y si cuando pides por favor que no vuelvan a llamarte te torean y sientes cómo tu orgullo se precipita por las Cataratas de Iguazú esperas a la siguiente llamada. Sabes que en ese trabajo están acostumbrados a que les manden a la mierda literalmente, a mà me lo hicieron, y me parece que pica más que te lo digan a la cara y no por teléfono.
Hace dos semanas:
-Hola don Adrián. Mire le llamamos de Orange porque estamos ofreciendo una nueva oferta consistente en [Introducir promo], ¿podrÃa decirme de quién es, por favor?
-¿Cómo que de quién soy?
-SÃ, de qué compañÃa [momento en que piensas: ¿pero eso no lo sabes ya?], ¿de quién es: Vodafone, Movistar…?
-Ah, entiendo. Pues… mire: ¡Yo soy de la Virgen MarÃaaa… y del EspÃriiiiitu Santooo…!
[Silencio]
-Eh… que tenga usted una muy buena tarde, don Adrián.
Y mano de santo, San Seacabó, Apocalipsis, una experiencia religiosa. Han pasado dos semanas y aquà no me ha vuelto a molestar ni Dios.
Visto en: Villancicos a favor de la productividad.
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