Pese a la fama de underground, que me encanta, creo que hay temas que es necesario no tratar en este blog para no descubrirme mucho, si bien creo que, dentro de un orden, es algo demasiado mainstream y eso me resulta peligroso. Esto me obliga a crear ilusiones, juegos de luces, engaños y sombras cada vez que intento tratar alguna cosa concreta, de manera que al final tan sólo un puñado de gente (que es a quienes iba dirigida esa entrada) captan parte del mensaje, en casos concretos, a una única persona. Por este motivo, para no cifrar ni obligar a leer entre lÃneas, voy a ser algo más claro, pero a medias. ValentÃa cobarde.
El protagonista de la historia no quiere salir a la luz asà que, por simpatÃa (y porque me sale de las pelotas, que soy quien maneja los hilos de esta trama) lo llamaremos Scott. Como Scott Pilgrim. Scott es más que un buen amigo mÃo, no seáis crueles.
El bueno de Scott, como toda la gente más o menos normal de su edad, que es la mÃa, terminó conociendo a una chica a quien, por continuar con la historia, llamaremos Ramona, por Ramona Flowers. Por supuesto, Ramona Flowers es una de esas diosas jóvenes que ni siquiera sé cómo pudo fijarse mÃnimamente en alguien como Scott, algo más joven y socialmente menos… «encajable», el hecho confeso de que ella sienta atracción por los nerds, geeks, y demás personas que distinguen Marvel de DC debe ser pista clave para llegar al cierre del caso. Se llevaron bien. Congeniaron. Iba pasando del tiempo y Scott y Ramona forjaron una amistad. La tÃpica historia de chico conoce a chica unos cuantos pares de miles de escalones por encima de ella, chica cuenta su vida a chico, ambos intercambian penas y, por lo que sea, la gente del mismo cÃrculo de ellos empieza a preguntar, «¿Pero pasa algo entre estos dos?, ¿él se ha lanzado ya?, ¿no deberÃa hacerlo ella que es mayor?». Pero aquà no pasa nada hasta que, como no podÃa ser de otro modo, Scott, nuestro Pilgrim, se despierta un dÃa, se asoma a la ventana, no sabe qué hora es, pero sabe que ve a Ramona con distintos ojos, y cree que debe armarse de valor para que ella, al menos, esté al corriente de que al pobre chicuelo le gusta. Y, como siempre, cuando todo apunta a que algo saldrá más el destino tiene guardado un As en la manga que nunca utilizará porque, en efecto, saldrá mal. Ramona, con miedo y sorpresa, decide que esto no puede ser, porque pondrÃa en juego la valiosa amistad tallada por ambos con esmero. De modo que Scott mete sus cosas en el macuto, igual que en la pelÃcula coge una botella de Coca-Cola Zero y tira para casa a contar sus penas al Wallace de turno, el contrapunto cómico (en este caso el compañero de habitación gay).
En este frame del film que he capturado para vosotros, para que pongáis cara a los personajes si no habéis leÃdo las diferentes aventuras o no habéis visto la pelÃcula, se ve a Scott (Michael Cera) pensando en Ramona (la increÃblemente guapa Mary Elizabeth Winstead, quien puede presumir de tener una de las sonrisas más bonitas del cine reciente y a la que no he perdido de vista desde que apareció de animadora en aquella entretenida pelÃcula de Tarantino, Death Proof). El problema de Ramona en la ficción no es otro que sus siete exnovios malignos (disculpad si el término no es el utilizado en España, pero tanto los cómics como la pelÃcula los tengo en versión original y sin traducciones o subtÃtulos). El Scott original debÃa derrotar, no sólo pelear contra ellos, a las parejas anteriores de la chica, Ramona. Y vaya si lo hizo. Al principio, lógicamente, por ella, porque querÃa tener una mÃnima oportunidad de que aquello, de una manera u otra, funcionase. Después de unas cuantas palizas, gritos y broncas, terminarÃa haciéndolo por él, empujado en cierta medida por el comentado Wallace, un ligón. Aquà lo veÃamos en la historia primigenia (capturado de un PDF) enfrentándose al primer exnovio.
Pues de una manera similar al Scott de tinta y trazo fino pero sin Rickenbacker 4003 (ya conocéis mi obsesión por este modelo de bajo eléctrico) con acabado Fireglo, el Scott de carne y hueso perseveró y fue ganando pequeñas a la par que descaradas batallas, diminutas, guerra de guerrillas en la que cada metro ganado era, sin ningún género de duda, un motivo de celebración (únicamente a nivel personal). El problema, es que nuestra Ramona, también podÃa colocar entre medias toda la distancia que quisiera, haciendo de aquello una empresa infinita. El acercamiento iba siendo notable y al cabo de un tiempo Ramona decidió que, por qué no, tal vez debiera dar una oportunidad a este Scott, ¿el mayor problema? Al igual que se ha explicado antes, si algo apunta a que va a salir mal, saldrá mal, pero ahà estaba Scott para enarbolar una bandera que decÃa, sin tapujos, «Espera, que yo no soy como los anteriores y creo que ya ha quedado demostrado». Y durante unos dÃas, maravillosos, felices, soleados, cálidos y realmente espectaculares, Scott tenÃa más parecidos con Goku que con ningún otro personaje, ¿por qué? Fácil, porque iba en una nube. Ya entendéis. Vino, rosas y Mancini de fondo. ¿Qué puede salir mal? se preguntarÃa Blake Edwards.
No lo sé. Scott no lo sabe. No lo supo. Y se lo preguntó y me lo preguntó. «¿En qué he fallado?». Es una auténtica tortura, es una dinámica muy negativa, es una putada de las grandes, quitémonos de gilipolleces. No sabe por qué, no sabe cómo, ni siquiera cuándo, pero sabe que aquello que tantÃsimo esfuerzo le costó conseguir, ha decidido que no quiere ser. Y no sabéis cómo está el pobre Scott, después de quitarse de encima a todas las adversidades, el castillo de naipes cae, carta tras carta, frente a la mirada impotente de los ojos marrones oscuros de Scott.
Scott, de nuevo, habla con Wallace, que puedo ser yo (o cualquiera de vosotros) que actúa a modo de Pepito Grillo, recurriendo a la pragmaticidad más necesaria: «Haz lo que menos te duela, tÃo». Si bien, Scott Pilgrim no es una diminuta hormiguita más que sirve a su reina en este hormiguero al que llamamos Tierra. Él confÃa que, si lo hizo una vez, no hay nada que le impida repetir la hazaña. Él se siente culpable y no sabe por qué, él quiere recuperar el cariño que durante unos meses tuvo y, todo, porque está convencido de la valÃa de Ramona Flowers quien, para empeorar más el asunto al tristón de Scott, a estas alturas del cuento no tiene problema en intentar conocer otra gente y, también, otra relación o lo que sea, mientras intenta mantener con todas sus fuerzas la amistad con Scott, algo que ella valora con fuerza. En este punto muchos mirarán a Scott con cierto hastÃo y desesperación, no es más que un cabezota, pero creedme, si insiste en insistir, ejem, es porque está plenamente convencido de que Ramona, la a ratos sonriente y a ratos asustada Ramona, es por mucho, una de esas personas que se cruzan en la vida de cada uno no más una vez. Scott sabe que Ramona tiene ese toque especial. Scott sabe que merece la pena, joder. Y que hay un muro, de hormigón reforzado con acero, vigilado constantemente, sin Checkpoint Charlie en construcción por donde saltar la alambrada como la Alemania dividida. Pero esa misma Alemania enseñó a Scott que los muros, precisamente los de alambre de espino y guardias armados, son los que terminan cayendo.
Scott Pilgrim, insignificante, quiere insistir. Ramona Flowers, al contrario que en la ficción, donde su historia termina bien, sólo quiere que desista pues, al fin y al cabo, tampoco es cómodo para ella, menos después de decir a Scott que, si lo que apenas llegó a empezar se terminó, no fue por él, que no se culpe, que fue ella quien no estaba preparada para nada y menos arriesgando la mencionada amistad.
Conocéis a Scott (y bastante bien), conocéis a Ramona, y os aseguro que destaca con brillantez en muchos campos. Scott me ha pedido consejo, como cafre que soy, estoy a favor en que insista. Quiero dar un voto de confianza al pensamiento colectivo, por favor, ¿qué debe hacer Scott para salir del fango y dejar de lloriquear? Os aseguro que agradece vuestras respuestas. Más de lo que creéis.
Visto en: Toronto.