Creo que muchos (y sin querer parecer Ibarretxe he de añadir también «y muchas») de los que me conocéis o me lleváis leyendo más de una semana, que creo que queda alguno, sabéis que acostumbro a llevar barba, en principio perilla y bigote, pero si aquello de el hombre cuanto más oso más hermoso, mi cabeza posee el rostro más bonito jamás visto por la raza humana o incluso Leela.
Lo de la perilla y bigote está bien, yo lo llamo barba de mosquetero. Ya sabéis, D’Artagnan y sus amigos lucÃan este vello en su cara, y además tiene un gracioso resultado con las damiselas que te dicen: ¿Mosquetero? Pues déjanos ver tu florete. Y otros chistes de adultos que alguien me tendrá que explicar algún dÃa.
Con el paso del tiempo he dejado de cuidar mi aspecto bastante, me escudo diciendo que estoy entrenando para los campeonatos oficiales de parecidos de MerlÃn el Encantador: melena y barba picuda, pero los rizos no me ayudan, por cierto, también hacen gracias con mi varita, y eso ya me molesta un poco más.
Las consecuencias que ha tenido esta dejadez son, a parte de convertirme en el más encantador de los Merlines (nótese el juego de vocablos, querido público), ver que mi conjunto de perilla y bigote más rizos se ha fusionado y emborronado formando un retrato de licántropo de lo más sexy y que en un lateral de mi barbilla la mata de pelo nace roja, albina y rubia. SÃ, en el lado izquierdo de mi cara hay un corro rebelde que en lugar de hacer como sus hermanos y y salir morenos me han salido rana, es curioso, y como son 4 ó 5 pelos tampoco llama la atención, menos a mÃ, claro, que me ha parecido fascinante y ya he llamado a National Geographic para que me dediquen un especial en su próximo número, entre los osos polares y las grutas de una montaña perdida en los alrededores de Chernóbil narrado por un vecino liquidador.
Y, efectivamente, este post no vale casi nada sin foto, pero una imagen vale más que mil palabras y he contado 366, que ya es más de un tercio de foto.
Visto en: Espejo.
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