Ya no te adjunto
Visto en: Risión.
Ya no te adjunto
Visto en: Risión.
Me he pasado el dÃa pateando Madrid (es esa ciudad llena de mendigos y suramericanos donde lo más parecido a un madrileño que he visto ha sido a Luis Figo y su espectacular esposa, el frutero de 7 Vidas y Fernando Tejero). En principio para ver una exposición en la Sala Mapfre sobre impresionistas (que no está mal pero tampoco es para flipar), y ya puestos, aprovechamos toda la estancia para hacer compras, que es para lo que nosotros castellanos bajamos a Madrid. Yo, de hecho, en un Ikea, entré con la intención de mirar unas estanterÃas (librerÃa queda mucho más refinado, lo sé) porque tengo la mesa llena de paquetitos enviados por la empresa de la sonrisita que no sé dónde meter y he terminado comprando la mesa de 5 euros en la que todo el mundo dice que puedes montarte un RACK (se les olvida que los armarios RACK tienen unas patas horizontales extraÃbles fundamentales para no morir atropellado por unos ordenadores, pero bueno), ni que regalaran un servidor comprando dos kilos de naranjas de zumo.
Antes de todo esto, como fui acompañado por diseñadores gráficos (que son gapafastas con carnet acreditado) pasé por la FNAC (la de Callao, y mola más la de Donosti, que lo sepáis) para que se deleitasen tarjetazo arriba tarjetazo abajo mientras me entretenÃa paseando y mirando cascos de estos rollo retro, aprovecho para preguntar si alguien ha probado los Panasonic o los iFrogz Throwbax para darme pistas, y algunos cómics. Tranquilos que ya comienzo a dar sentido a todo esto, hojeando libros de Informática muy por encima y curiosamente cuando me estaban entrando ganas de estudiar mientras iba con un libraco de Oracle de acá para allá vi un par de volúmenes que decÃan algo asà en sus portadas, «Aprenda a entrar en las redes sociales de sus hijos y proteger su seguridad». Y yo os lo cuento que de esto sé lo mÃnimo para defenderme. Ya sabéis, la tÃpica foto chorra de un candadito y, en negrita, la continua afirmación de que lo habÃa escrito un psicólogo. De veras, ahora los de letras son los nuevos Mitnick. Todos conocemos el algoritmo del diván y la encriptación Valium, porque los tranquilizantes son el nuevo AES, es algo muy importante en Redes, ¿me equivoco? Pues me temo que sÃ. HabÃa varios libros de ese estilo pero todos eran semejantes y cojeaban de las mismas patas, unas 80 páginas que se dividÃan en dos secciones, la primera (del psicólogo sin duda alguna) hablaba del derecho del padre a conocer lo que hace su hijo y cómo es bueno para todos que esté al tanto, supongo que más aún si hablamos de una crÃa de quince años que empieza a salir de fiesta, beber, subir fotos guarras o a dejar envoltorios de Durex por casa (que serÃa buena señal). La otra mitad, la «técnica», no eran más que sucesiones de capturas de pantalla de Internet Explorer 6 sabor oficina requemada en las que se explicaba cómo el navegador guarda las cookies, cómo almacenar los datos de la sesión y cómo aprovechar todo lo registrado para llegar al ordenador «de la vÃctima», encenderlo, abrir su navegador e iniciar sesión con su propia cuenta. En caso de que no funcionase se aconsejaba a los padres que instalaran un keylogger (que para los menos puestos en esta materia es un programa chiquitito que no sabÃa navegar, digo, que crea un registro con todo lo tecleado dentro de un fichero -log- en el que poder ver toda esta información, se entiende, también las contraseñas de estas redes sociales). Si pese a todo no funciona (o no sabemos cómo hacerlo) el tipo del libraco tenÃa un Plan B conocido por todos y que los sysadmin llamarÃan el de nivel «paranoid», inventarse un amigo suyo en Tuenti o Facebook. El fulano aseguraba que podÃa ser la mejor opción porque, no recuerdo textualmente pero era algo asÃ, «Las personas jóvenes tienen más facilidad para contar sus intimidades a desconocidos o gente con la que sepa que tendrá un trato escaso, podemos aprovechar esto para convertirnos en un nuevo amigo Ãntimo de internet». Lo de «amigo Ãntimo de internet» venÃa tal cual. Yo aquà ya solté el libro y pedà un mechero y un bidón de gasolina. Por favor.
No sé si es legal (apostarÃa a que no) eso de hacerse pasar por una persona que no eres o no existe, tampoco lo de querer entrar en un espacio personal de un ser cercano «por seguridad» e insistiendo en que si conseguimos un software de fuerza bruta que haga el trabajo sucio en un tiempo récord eso que llevamos adelantado. Es que seamos sinceros, ser padres no es tan complicado, joder, ¡si maleducar a un crÃo es más chungo! Y no recibes ninguna satisfacción. ¿Qué cuesta dedicarle unos minutos a tu propio hijo? No hará falta preocuparse posteriormente por si planea secuestrar a una niña y violarla o si es la niña la que ha quedado con sabe Dios qué monstruo. No, hale, a ponernos todos en plan detective (sin el glamour de mi adorado Sherlock, por supuesto), y peor, publiquemos unos libros de mierda que venden un falso bálsamo paterno que promete convertirte en un experto en todo en menos de lo que canta un gallo.
Un poco de sentido común y de compromiso, joder.
Visto en: Y los grifos no funcionaban.
Lo fácil serÃa decir que estos anuncios son una basura porque estamos acostumbrados a ver los de las grandes empresas en cadenas generalistas. Efectivamente en comparación con estos salen perdiendo por dos motivos claros, presupuesto y (debido a eso mismo) las actualizaciones que reciben, asÃ, por ejemplo, podemos ver varias campañas diferentes de una misma empresa a lo largo de un año, sólo de las telefónicas y de Coca-Cola ya tenemos para aburrir. Antes eran anuncios que vendÃan su marca, sobretodo los de los refrescos, que sepas que siguen ahÃ, ahora todo son ofertas y promociones porque la gente olvida el nombre a favor de un precio mejor (lo cual es lógico). Y eso no funciona en estos canales.
Es raro, porque aparte de que la duración de cada anuncio es diferente de la del anterior, son spots orientados directamente a esa zona, y pese a las diferencias de pasta que manejan les quedan cosas más o menos curiosas. No para competir con una de las grandes, pero a la porquerÃa de anuncios de aseguradoras se los comen vivos (cada dos meses se superan con uno peor, el de la falsa autoescuela ya es para cortarse las venas) y que realmente resultan, estoy convencido.
Digo que salen bien porque van al grano, a vender, a la vieja usanza, «CarnicerÃa tal, somos estos y nos encuentras en esta calle», todo listo. Han necesitado cuatro fotos de los chorizos que van ampliando, unas transiciones de Windows Movie Maker con cortinilla de estrellas como las que usa George Lucas y el logo pixelado. Ya tenemos el bocata de atún. Y es que sÃ, son cutres, hay una chica que pone las voces a todas las mujeres (sin que concuerde el sonido con el movimiento de los labios) y un hombre que dobla a los hombres y narra las aventurillas de las empresas «históricas», «Desde 1957, con un viñedo que abarca 5000 hectáreas, nuestros Ribera de Duero…». Siempre el mismo tÃo, el que luego aparece recomendándote un fontanero o una ortopedia, delicioso.
Pero fijo que funciona. Mejor que AdSense.
Visto en: CyLTV.
I’m the hero of the story,
don’t need to be saved.
Hero, Regina Spektor.
Visto en: (500) Days of Summer OST.
El viernes pasado estuve en un seminario sobre economÃa en el mundo de la automoción enmarcado dentro de un MBA en Braganza, que está en Portugal, para que luego digan que la universidad es sólo estudiar y presentar prácticas, no, no, no, a veces nos sacan de paseo y nos sueltan la mano.
Una de las charlas sobre diseño industrial la dieron en el gallego ese raro que hablan a las afueras de Zamora asà que me desconecté (pero en las diapositivas salÃa un Alas de gaviota y un Shelby 350 que me parecieron muy bonitos). Otra la desarrolló un ya mayor encargado de FASA (que los nativos vallisoletanos reconocerán y el resto sólo ha de entender que se trata de una importante planta de fabricación de coches Renault que da trabajo a miles de personas y el motivo principal por el que, aquÃ, 5 de cada 6 coches son Renault, venden hasta los Modus). Esta tuvo mayor interés porque, para empezar, estaba en cristiano (y que conste que yo no quiero cuestionar la fe de los portugueses), y porque supo llevar una presentación entretenida y vistosa (sÃ, con PowerPoint 97) sobre estrategias económicas de diferentes empresas del sector desde su comienzo, porqué GM se ha pegado tal golpe, cómo es que Toyota ha conseguido tener semejantes ganancias (fue por un americano, rÃete) y otras batallitas de la propia Renault. Aparte de todo esto, que me pareció muy interesante y no lo digo de coña, hasta tomé algunas notas que terminarán transformándose en pedidos a Amazon porque soy terriblemente lego en estas materias, hablando sobre Ford y el conocido modelo T con la cadena de montaje y la descripción que hacÃa de la artesanÃa previa y de las marcas que aún realizan vehÃculos a mano me vino a la cabeza un bobada que apunté en el margen de la hoja, justo al lado de «Pepito huele mal».
Yo soy un artesano. La artesanÃa no se ha perdido (iba a haberlo titulado «dos punto cero», pero me parece tan orientado a Internet y al pobre en contenidos telediario de La Sexta que lo edité), la artesanÃa se ha modificado por la evolución de los empleos. Ahora no nos llenamos las uñas de barro ni nos cortamos al trenzar esparto, estamos horas con la mirada perdida en el NetBeans hasta que nos vamos a por más cafeÃna y al volver vemos dónde nos habÃamos olvidado de poner un erre. Pero la esencia es la misma, cogemos unos materiales, parimos una idea y desarrollamos un proyecto que será único, porque el proceso no es mecánico, cada programa que terminemos será diferente del anterior, no como los coches y sà como las vasijas y los cestos de mimbre. Ya me perdonaréis que lo lleve todo a mi campo, pero comprended que es lo que mejor conozco y la similitud es fácil de ver. Requiere maestrÃa y no mecánica, no llegas a ponerte delante del ordenador y comienzas a escribir lÃneas y lÃneas cual albañil en la obra, pim-pam, pim-pam.
Fue un pensamiento que me hizo sentir bien, como exclusivo y exquisito al mismo tiempo que asequible.
Visto en: No, no traje toallas (ni Madeleine Maccann).