Mierda. De eso quiero hablar. Mierda de dÃa, mierda de vida, mierda de Kevin Jonatan que no te quiso follar en aquellos baños tan románticamente sucios… No, mierda. Mierda de verdad. De la tuya, de la mÃa y de la que nos viene a la cabeza cuando un amigo nos dice «Ella no te gusta, imagÃnatela cagando y ya está». Exacto, realmente exacto no porque, llamadme colega de lo escatológico, pero esa imagen de una chica plantando un pino no sirve. Pero sà exacto en lo que a semántica se refiere: mierda, mierda. Purrut.
Inventores de mierda
Cualquiera de vosotros que haga una rápida búsqueda en internet con los nombres del tÃtulo de post se olerá (nunca mejor dicho) por dónde van las heces, digo, los tiros. El primero de ellos, William, Billy que le decÃan sus amigos, tuvo una idea a comienzo de la década de los treinta, la del alcohol de contrabando, simpáticos robos de bancos «porque es donde está el dinero», el nacimiento de los superhéroes «mainstream» y canciones en algún lugar bajo el arco iris, ¿verdad, chica con cesta y nombre de aperitivo de Matutano? Pues este tÃo, el bueno de Bill… fue un genio y, curiosamente, tiró de nuestro espÃritu emprendedor, de ingenio español, de mente cañà y pensó, después de defecar y quedarse a gusto, que cual trapo atado a un palo o cual palo ensartado en un caramelo él, en lugar de pinchar su mierda con un palo (y no «una mierda pinchada en un palo» ya que, según he entendido siempre desde chiquinÃn, serÃa un palo perforado por un ñordo cuando queremos decir un palo insertado en un zurullo cual banderilla de pepinillos), cogió el nombrado instrumento palil, colocó como pudo un puñado de pelos (dicen las malas lenguas -léase «yo»- que de ardilla, no sé dónde estaba descomiendo este caballero) y empujó. ¡SÃ! ¡Empujó! ¿Y qué hizo? ¡Inventó la escobilla del váter! Y, en un alarde de americanismo, fue corriendo a una oficina de patentes para decir al mundo entero que fue él y nadie más quien harÃa su vida de mierda más con un palo y unos pelos que empujan las caquitas de medio kilo. ¡Un jodido aplauso por Billy! De haber nacido en Essex y haber tenido Sex le hubieran añadido, sin duda, el apreciado prefijo, Sir WiIliam «Von Roca» Schopp, el ser que nos ayuda a deshacernos de nuestros restos. Qué orgullosos estamos, pardiez.
Ahora vayamos atrás en el tiempo, en dos sentidos, antes de William y antes de cuando nos es útil su inventazo. Siglo decimonoveno, como sabéis, el que más me gusta escribir, s. XIX. Ahora. Este tiene tela, porque en pleno rodaje sin cámaras de las pelÃculas de indios y vaqueros hubo un hombre, ¡ese hombre!, llamado Joseph Gayetty, conocido como Luis Gerardo Boris Tosta-Rica Muchombre por absolutamente nadie, quien encontró -y vendió previa patente también- una solución a uno de los mayores problemas que un ser humano puede tener (salvo que sea objeto de estudio de National Geographic o viva en BenÃn donde, sin ofender a nadie, son más pobres que las ratas de Pozaldez, una localidad muy propia para este post). El majo de Yosé inventó el papel higiénico, ¿por qué?, porque sabe. En serio, vale que hasta hace cuatro putos dÃas la gente se lavaba como los impuestos de un polÃtico, cada trimestre, vale que todo ese rollo de oler bien y estar sano era de maricones y no de propia salud pública, vale que con tres harapos bien conjuntados (y parcheados) más unos pololos de quita y pon ya tenÃas el ajuar completo, por muy sucio que estuviera, vale que la ropa sólo se lavaba cuando Goya -el pintor que da más mal rollo de todos los pintores que dan mal rollo del mundo de los pintores mal rollistas- iba a echar la tarde pintando un tapiz. Pero joder, y repito exclamación, ¡pero joder! Pese a todo lo anterior, no me fastidiéis, puercos apestosos, se tenÃan que limpiar el culo, sacarse brillo al orto que dice mi escasamente ingeniosa [espacio] mente argentina, relucirse el trasero, abrillantarse las nalgas, no sé… Quiero decir, que yo no sé hasta qué punto se puede vivir a base de hojas y helechos, porque si el hecho es que ya tienes pañuelos de seda con los que sonarte los mocos, algo semejante deberÃa existir, pañales 24/7 o algo. Un ascazo enorme, lo sé, lo veo en tu cara, hueles el miedo a la mierda esparcida por todos los bajos del pobre Joseph hasta que despertó su sagacidad y decidió untar unos papeles con aloe y vender paquetitos -no rollos- de 500 a medio dólar con su firma impresa, para que te cagues en él, será, al menos, hasta que lleguen las tres conchas.
Por favor, decidme que esta entrada la habéis leÃdo en el lavabo.
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