El viernes pasado estuve en un seminario sobre economÃa en el mundo de la automoción enmarcado dentro de un MBA en Braganza, que está en Portugal, para que luego digan que la universidad es sólo estudiar y presentar prácticas, no, no, no, a veces nos sacan de paseo y nos sueltan la mano.
Una de las charlas sobre diseño industrial la dieron en el gallego ese raro que hablan a las afueras de Zamora asà que me desconecté (pero en las diapositivas salÃa un Alas de gaviota y un Shelby 350 que me parecieron muy bonitos). Otra la desarrolló un ya mayor encargado de FASA (que los nativos vallisoletanos reconocerán y el resto sólo ha de entender que se trata de una importante planta de fabricación de coches Renault que da trabajo a miles de personas y el motivo principal por el que, aquÃ, 5 de cada 6 coches son Renault, venden hasta los Modus). Esta tuvo mayor interés porque, para empezar, estaba en cristiano (y que conste que yo no quiero cuestionar la fe de los portugueses), y porque supo llevar una presentación entretenida y vistosa (sÃ, con PowerPoint 97) sobre estrategias económicas de diferentes empresas del sector desde su comienzo, porqué GM se ha pegado tal golpe, cómo es que Toyota ha conseguido tener semejantes ganancias (fue por un americano, rÃete) y otras batallitas de la propia Renault. Aparte de todo esto, que me pareció muy interesante y no lo digo de coña, hasta tomé algunas notas que terminarán transformándose en pedidos a Amazon porque soy terriblemente lego en estas materias, hablando sobre Ford y el conocido modelo T con la cadena de montaje y la descripción que hacÃa de la artesanÃa previa y de las marcas que aún realizan vehÃculos a mano me vino a la cabeza un bobada que apunté en el margen de la hoja, justo al lado de «Pepito huele mal».
Yo soy un artesano. La artesanÃa no se ha perdido (iba a haberlo titulado «dos punto cero», pero me parece tan orientado a Internet y al pobre en contenidos telediario de La Sexta que lo edité), la artesanÃa se ha modificado por la evolución de los empleos. Ahora no nos llenamos las uñas de barro ni nos cortamos al trenzar esparto, estamos horas con la mirada perdida en el NetBeans hasta que nos vamos a por más cafeÃna y al volver vemos dónde nos habÃamos olvidado de poner un erre. Pero la esencia es la misma, cogemos unos materiales, parimos una idea y desarrollamos un proyecto que será único, porque el proceso no es mecánico, cada programa que terminemos será diferente del anterior, no como los coches y sà como las vasijas y los cestos de mimbre. Ya me perdonaréis que lo lleve todo a mi campo, pero comprended que es lo que mejor conozco y la similitud es fácil de ver. Requiere maestrÃa y no mecánica, no llegas a ponerte delante del ordenador y comienzas a escribir lÃneas y lÃneas cual albañil en la obra, pim-pam, pim-pam.
Fue un pensamiento que me hizo sentir bien, como exclusivo y exquisito al mismo tiempo que asequible.
Visto en: No, no traje toallas (ni Madeleine Maccann).
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