Como a todos vosotros, a mà también me pasa eso de ir al frigorÃfico a curiosear, mirar qué hay, no decantarme por nada y cerrar. No creo que que el consumo energético (hablando de electricidad) se dispare tanto como alarman algunos por este gesto, a mà lo que me jode es abrir y cerrar la puerta para nada. Eso sà es puro desperdicio.
En la universidad tenemos una máquina expendedora con función frigorÃfica y una puerta transparente (ya os hacéis una idea), llegas, miras, si quieres algo lo pagas, y te vas. Por este motivo quiero suponer que colocar una estructura transparente no presente una problema de eficiencia energética. En ese caso, coño, adaptémoslo a los hogares. Parece una novedad pero ideas de este estilo las ha habido desde hace años y como era predecible, en Japón ya las disfrutan (yo hasta que no me he dado de bruces con la puerta del de casa ni habÃa caÃdo). Y la verdad, insisto, que no termino de ver el motivo por el cual estos cacharros que son feos por definición y hay contadas y coloridas excepciones (hay que pagarlas y las pagaré, por descontado). Pero no puedo dejar de pensarlo, el lujo que supone ver cuántas Coca-Cola Zero quedan en la bandeja superior sin tener que asomarme, ver de cuántos huevos puedo hacer la tortilla con una simple ojeada o disfrutar de la silueta del pollo entero envuelto en papel de aluminio con gomas en las patas en el mismÃsimo centro del electrodoméstico me parece tan delicioso que el saber que actualmente es una utopÃa a este lado del Mississipi me entristece. Porque no os creáis nada de eso de que en unos años comeremos esas pastillas «de astronauta». Porque las pastillas, como drogas que son, no se comen, se consumen o se toman. Ya sabéis lo que me engatusa eso de fantasear con mi (brillante) futuro.
Con lo molón que es, ¡caray!
Visto en: Cocinas del futuro.
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