• Blogs freaks que seguí porque sus editoras están buenas

    Abrid paso que hoy traigo material de calidad. Ya tocaba dar un golpe de autoridad y desterrar el tono llorica del blog. Puñetazo en la mesa y a demostrar quién es el duro y el flipado ahora. Damas, caballeros, preparen su ropa interior porque vais a haceros pipí y popó.

    Hay por el mundo internetero un grupo de chicas al que llamo Maniquís 2.0, aquí estamos acostumbrados a ver a Gina, pero os aseguro que no hay color (¿he hablado alguna vez de lo bien que se me da hacer amigos?, ¿no?, pues es raro porque suelo caer bien a todos). Algunas sorprenden.

    Iré de menos a más, ¿todos tienen los cinturones abrochados? (más…)

  • Lieutenant Bleu

    Nunca mencionó su nombre, Azul Francés era su apodo. Le gustaba el mar, desde pequeño. Nació entre remos y un embarcadero de alguna parte de la costa inglesa en el último tercio del siglo XIX. No le resignaba ni le malhumoraba quedarse allí horas, de la salida del sol a su puesta. Conoció el mar como pocos lo hicieron jamás.

    Se enroló muy joven en el servicio militar, lógicamente en la marina pues es en el agua en el medio en el que más cómodo se sentía. Tenía 15 años. Sus padres lo vieron correcto pues ya era un hombre y no podía hacer mucho en casa, su padre le ayudó a comenzar, era profesor de escuela y le enseñó a leer, escribir, sumar… su madre, en cambio sufrió al ver cómo se marchaba de casa tan pronto, dejaba a su hermana de 7 años sin un defensor ni un modelo de referencia. La mujer comprendió pronto que eso era lo que realmente le llenaba y al fin y al cabo era un buen oficio.

    Prometió escribir a casa todas las mañanas y por supuesto que lo hizo. No tenía vida fuera de los navíos, por esta razón volvía a casa a pasar unos días siempre que podía, pero aquél niño fue creciendo.

    La frecuencia de sus postas se redujo a una por mes, las visitas a una al año, cada vez aceptaba destinos más lejanos y peligrosos. Su vida se complicó.

    Acostumbrado a estar solo y aislado en su vida sólo contó con un amigo fiel, Martin Eden, novelista californiano trotamundos con el que coincidió en tierras canadienses y que solía escribir sobre las aventuras de Bleu, incluyendo su muerte.

    Las últimas noches de Bleu al cargo de su tropa en Indochina, luchando contra los asiáticos a favor de los franceses que dan nombre a su mote.

    Esa precisa noche se encontraba allí, iba a ser la última batalla y debía alentar a sus hombres pues morir siempre es fácil, en una situación así matar también es sencillo, pero has de enmarcarlo, de buscarle un sentido, de caer con honor y hacer ver que no combates por nada, al contrario: eres un héroe y un patriota.

    Estaba acurrucado en su tienda, con los ojos cerrados adivinando qué era lo mejor que podía decir, concluyó que su propia experiencia, abultada con los años, podría inspirar a los jóvenes que levantarían armas y harían todo lo que dijese. Más aún al ser apenas un puñado de siete hombres los ingleses que le acompañan, una familia más que un pequeño pelotón de valientes. Si tras la batalla cantan victoria y no son aniquilados podrán seguir adelante y reunirse con los franceses para conseguir una ayuda. Y así fue como Martin lo recogió en su obra Balada de la sal:

    «Soldados, puede que sea nuestra última noche juntos. Llevamos meses en el mismo barco y lamentablemente hemos visto caer a varios amigos y compañeros nuestros.

    Soldados, he de deciros que en estos meses habéis tenido un comportamiento ejemplar y ha sido un honor llegar con vosotros hasta aquí. Pero hay un paso más, porque siempre hay un paso más.

    Soldados, amigos, ¿sabéis lo que ocurrió en Perú?, ¿en Siberia? ¿Conocéis cómo escapé de Kununurra? No, no sabéis nada de mí. No sabéis ni mi nombre, ni si tengo familia o me espera alguien en casa, ni siquiera podéis decir si tengo hogar. Sólo mi rango y un color, soldados. Y no os ha hecho falta más.

    Soldados apelo a vuestra fe en mí, ya me lo habéis demostrado en más ocasiones. ¿Por qué luchamos? Por vivir, por hegemonía, por nuestros amigos franceses, ¡por Inglaterra! ¡Y que Dios salve a la Reina y la acoja en su gloria!

    Soldados, esta noche daremos todos ese gran paso, la coronación, la heroicidad. Nos encumbraremos si dejamos de llorar, ¡porque somos hombres británicos y moriremos como tal!

    Que este cálido desierto verde será quien nos vea perecer en la magnífica tarea de ser los valientes que viajaban a Hanói. Limpiad de vuestras mentes la falta de ayuda, centrad vuestros fusiles en sus almas y olvidaos de la piedad, pues aquí no la conocen.

    No vendrán nunca a rescatarnos. No vendrán a buscarnos. No vendrán. No estamos a más de tres horas del cielo, pese a que nos rodea semejante infierno gris. Añorad a vuestras esposas, recordad el pelo de vuestros hijos y la comida en el hogar. Mataréis por esa memoria, ese imborrable recuerdo familiar. La gente se enterará de que estuvimos solos, rozamos la gloria. Moriremos con honor. Por la Reina, por Inglaterra, por nosotros por vuestros hijos. Por un teniente que no jugaría si no supiese perder y que hoy vuelve a vestir de azul.»

    Visto en: Rel #3.

  • Lo más bonito del arte

    Hay que joderse, estoy de lo más ñoño. En fin, se siente, ya volverán las malas formas en otro rato. Lo que pasa es que he estado pensando en algo que ya creí haber escrito (pero no) y es la sonrisilla que se te escapa cuando piensas en que cualquiera puede llegar, ver esto y gustarle.

    Me explico, es como un pintor que expone en un museo «Guay, ahora mismo hay personas que no saben quién soy que puede estar mirando un cuadro mío», o el músico que no sabe si en algún lugar remoto del mundo alguien está enamorándose con sus canciones, el director que no se da cuenta de la chica que llora en el sofá cada noche con su película, la fotógrafa que no termina de enterarse de que un chico se ha pasado horas buceando por su galería en Flickr, el escultor que no se da cuenta de que siglos después niños excursionistas se harán fotos con el móvil junto a su David.

    Y encima esto vale tanto para la Sinfónica de San Francisco como para Justin Timberlake o tanto para El Padrino como para Mentiras y gordas. Bueno, no, eso segundo no.

    Visto en: Y nada, que he perdido dureza.