• Ajedrez

    Es curioso, me he pasado un buen rato buscando un post que ya creía haber publicado (casi seguro) en el que pensaba que había hecho una referencia al ajedrez, pero nada de nada. En fin, allá voy. Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi vida es el de mi padre regalándome un tablero (plegable) y piezas con las que jugar a ajedrez. Aún tengo ese tablero y de las piezas me falta uno de los diminutos peones. No sé cuántos años tendría pero lo recuerdo todo bastante bien, cómo me explicaba el movimiento de cada una de las figuritas. Todo muy tierno, ciertamente.

    Knight and friends, p_rocket71, Flickr

    El ajedrez es el único deporte en el que he estado federado, cosa muy fugaz, apenas tres semanas. Asistí a dos charlas (de gente aburridísima) y nunca competí en nada oficial. Sí que participé en torneillos escolares (siendo mi mejor marca un tercer puesto que no tenía premio alguno). Todo fue muy de seguido, unos meses mientras cursaba Segundo de ESO. Era un renacuajo y, la verdad, ponía más empeño en mi posición de alero-pivot en el equipo de clase que en el ajedrez. Nunca me llegué a tomar ninguna de las dos cosas en serio, pero el ajedrez me sigue fascinando. Hace unas semanas eché unas partidas contra mi padre y me venció en todas. En todas. La verdad es que este tema no lo suelo sacar a la luz en la vida real porque suena a «Chico de audiovisuales» de instituto americano, como demasiado nerd. No es cosa de vergüenza, más bien de falta de popularidad, antes de Fernando Alonso ver la Fórmula 1 era de raritos. Supongo que si el ajedrez fuese algo más mediático esto sería distinto, pero no es algo que vaya a cambiar ni que quiero que cambie, es decir, esto por la tele sería un coñazo.

    Me gusta el ajedrez, sigo dándole vueltas al tema. De hecho, en software de terceros, lo único que tienen en común mis tres últimos móviles (y he tenido cuatro en mi vida, que han funcionado hasta romperse) ha sido el típico videojuego de ajedrez, tanto en 2D como en 3D. Aún tengo los diskettes originales para IBM PC OS/2 del mítico Battle Chess, una risa de juego, la verdad. Y, como extraña nota al margen, soy de esos que practican inglés jugando al ajedrez contra el ordenador, la aplicación de Apple tiene licencia GPL, por si os da por trastear. Es realmente entretenido y me asombra toda su historia reciente, las historias que mi padre me contaba sobre un joven americano genial que terminó tarado y todo el contrapunto soviético. Y es que es así, creo que una de las primeras cosas que no vienen a la cabeza cuando pensamos en la Guerra Fría es un teléfono rojo, gente con corbatas y dos contrincantes frente a un tablero. Me refiero a lo fascinante que es por su simpleza inicial y toda su puta intrincada dificultad. Tantísimas opciones continuamente, a no ser que metamos la pata. Vale que casi todos empezamos con un intento de mate pastor y si no va bien ya improvisamos, sí, casi por sistema, pero esa gente capaz de calcular decenas de movimientos consecutivos para cada una de las opciones posibles me producen admiración.

    No sé muy bien a dónde quiero llegar con este post, ojo, era una simple reflexión que ya creía haber hecho. No sé, me sigue emocionando que entre partida a la Play, la Wii, la Nintendo DS o lo que surja dentro de unos años seguirá habiendo sencillos y baratos tableros que propondrán infinitud de dolores de cabeza y alegrias de manera asombrosa. Como detalle quisquilloso, en mi aún reciente viaje a Nueva York me permití el lujo de decirle a un encargado del Met que tenían un tablero con las piezas mal colocadas (las blancas han de tener la reina en su color y, además, la casilla blanca a la derecha del todo en el tablero, cosa que no era así) y me agradeció uno de los encargados. Mola un pegote.

    Supongo que cuando tenga sobrinos, que espero que sea dentro de mucho, les regalaré un tablero y unas piezas como hizo mi padre conmigo para ver si se pican con el tema. No hace mal a nadie y siempre estaré a tiempo de ponerles delante de una Game Boy. Aparte, creo que serían demasiado pequeños como para iniciarlos en el poker, que, ahora que lo pienso, de ahí me puede venir esa afición. Cáspita, lo que descubre uno a las dos menos algo de la madrugada. Vaya entrada más inconexa, sosa y hasta tristona me ha quedado. Lo único, ya que estoy con esto abierto, he hecho un par de cambios en el tema esperando que se lea un poco mejor, sólo para recordarlo.

    Visto en: La Quinta con la 82.

  • La relación entre civismo y economía

    Aprovechando mi reciente viaje a Nueva York quiero dejar por escrito unas situaciones (curiosidades que no llegan a anécdotas) que tienen lugar en el Manhattan. Vienen al pelo por el tema de los disturbios generados por la huelga general que hemos vivido (soportado) durante el día de hoy.

    Es tu ciudad, respétala

    Si hay algo que llama la atención del Midtown Manhattan, la zona que más me pateé, es lo sorprendentemente limpio que está todo teniendo en cuenta el poquísimo número de papeleras que hay por las calles. Contamos con millones de personas por las calles, millones, y la gente tiene la decencia suficiente como para intentar dejar las aceras y los parques relativamente limpios. Un parque, con cientos de personas, a reventar, y lo cuidan. Todos imaginamos el resultado de meter a un grupo de siete amigos con unos zumos en una plazuela desierta. Y es sencillo ver porqué, si no ves a nadie tirar la basura al suelo, te da más palo hacerlo si es que tienes intención. Si, además, al hacerlo la gente te mira mal o incluso te llama la atención con un cabreo claro, dejas de hacerlo. Es la mayoría, no un abuelo que llama la atención a nadie y puede ganarse un susto por atreverse a hacer lo que cree que debe. Supongo que esto viene de la cantidad de gente foránea que se instala en la ciudad y pretende mantener lo que se encontraron con la mayor calidad posible. Los turistas vamos allí a dejar nuestro dinero, tanto el tío que vende perritos calientes en la calle como el museo de turno quieren que su zona esté lo más limpia posible. Y la gente lo sabe.

    Oiga, esta persona está molestando

    Esto me llamó mucho la atención y estoy convencido de que por aquí sería muy difícil de ver. Primer caso, Madison Square Garden, NY Knicks contra Indiana Pacers. Un hombre (no un crío) rocía con cerveza a los espectadores cercanos porque le parecía algo gracioso. Los agentes de control avisan a los de seguridad y el público aplaude a éstos cuando aparecen y, sobretodo, cuando se lo llevan. En cualquier estadio de aquí se hubiese unido otro anormal a la fiesta espumosa para hacer más ruido, más tonterías, y, al final, conseguir que los de alrededor lo pasen mal. ¿El punto de vista económico? Pues que si cobras 200$ por entrada y pretendes que la gente vuelva (crear afición), tienes que conseguir que se lo pasen lo mejor posible, si un desgraciado te va a arruinar la noche, se corta de raíz, ni avisos ni amonestaciones, fuera del estadio.
    Un caso más radical pero igualmente efectivo lo viví en una manifestación de Occupy Wall Street. Aquí dicen que es el 15M de allí, pero nada que ver, pintan flores en el suelo con tizas de colores y la gente está con los niños sin que rulen porros ni levanten la voz. Para empezar, allí a las manifestaciones se va con un tambor y una vela, sin megáfono, flipadlo porque yo me quedé de piedra. La policía estaba al tanto y escoltaba la marcha, ¿pasaba algo? No, ninguna confrontación, al contrario, los integrantes de la manifestación solicitaron a los agentes que se llevasen a un individuo que estaba levantando la voz más de lo deseable y tenía intención de abroncarse con cualquiera. Sin patadas a las papeleras, sin pedradas a los edificios, sin llamas ni escombros. Y, ojo, que los periodistas iban detrás haciendo fotos igualmente. Que tengan motivos como la economía para quejarse no quiere decir que sus protestas sean, para nada, violentas.

    La policía no acojona (porque no quiere)

    La mayor curiosidad de todas. La policía y los bomberos (que en algunos casos son cuerpos creados sólo por voluntarios). Yo no sabía qué esperarme de la policía de Nueva York, pero los agentes de calle con los que me encontré no tenían nada que ver con lo que me imaginaba. Para empezar, no vi a ninguno devorando donuts. Allí no se hacen respetar porque la gente ya los respeta. No tienen que imponer nada porque los ciudadanos dan por hecho que los van a ayudar. Y vale, es como se supone que funciona, pero joder, te llama la atención el hecho de que funcione. Si aquí, en cualquier parte, tienes miedo de buscarte cualquier multa por cualquier chorrada porque sabes que te la colocarán a la mínima, son odiosos, yo he tenido muy malas experiencias con los policías españoles. Nunca he sentido que esta gente esté para protegerme, los he visto siempre engreídos, un perdonavidas con carnét. Allí son, literalmente, héroes. Los primeros que vienen a preguntarte si te has perdido cuando te ven con un mapa, los primeros que se echan unas risas con un niño que está saliendo de un colegio, si es que les falta ayudar con la compra a una anciana cruzando una calle, joder, que parecen policías de Fisher Price. Y todo es fácil de entender: ten la mejor experiencia posible (y vuelve con más dinero de tu país a gastarlo en el mío).

    Nunca había encontrado algo así. No hablo de España, hablo de todos los lugares que he visitado. Incluso aquí no hablo de Nueva York (que es inmenso) sino de una parte de Manhattan (aplicable también a Lower Manhattan, que es donde se encuentra Wall Street). Es todo una fantasía, todo una idealización, pero les funciona. Se portan bien para que tú te portes bien y así todos somos felices. Me dio mucha envidia. Comprenden que necesitan trabajar para vivir, y se ponen todas las facilidades que pueden para que todos puedan trabajar, entre ellos, esa es la puta clave que aquí no queremos ver. Nunca he sido partidarios de las huelgas (además, en mis años de estudiante serio, como coincidió con el gobierno del PSOE, no se forzaron las huelgas estudiantiles que yo veía en la tele durante el gobierno de Aznar, que caía una cada trimestre). Nunca he creído que paralizar una parte del país, reducir drásticamente su economía de manera puntual (y la violencia que se deriva de la masificación de cafres con un día libre y, aparentemente, el visto bueno de la sociedad para destruir todo tipo de enseres urbanos públicos o privados) sirva para reflotar esta misma economía mientras nos autoengañamos con una estúpida guerra de clases. Pero bueno, esto es subjetivo y no vengo a inculcar nada. Vengo a dejar por escrito esos detalles de mi viaje. Unos pocos momentos que, al vivirlos, no me los podía ni creer. Si cuidásemos mejor todo lo que tenemos por aquí y ponemos una pegatina de «Cuida y respeta tu ciudad» junto a cada graffiti chorrón creado con pintura de mala calidad, junto a cada símbolo político mal pintado ya sea de flechas y yugo o de a mayúscula en un círculo, si recordásemos que las calles son nuestras, sí, y por tanto tenemos que mantenerlas bien bonitas, a lo mejor podríamos entender qué quiere decir ese manido I Love NY. Ellos están orgullosos de su ciudad porque la entienden como suya y todos participan en mantenerla y ayudar a que crezca, sobretodo teniendo tan presente el ataque a las Gemelas. Nosotros tenemos que darnos motivos para estar orgullosos de nuestras ciudades, y copiarles ese civismo con el que actúan cuando vienen mal dadas. Porque está muy claro que el sistema (que se han inventado, cosa que de rebote deja sin argumentos a los antisistema más puristas) les funciona. Y es para quitarse el sombrero, al menos en esa parte de la isla.

    Visto en: Midtown.

  • La tierra (y el momento) de las oportunidades

    No recordaba que un mes se me hiciese tan largo como lo está haciendo este marzo. Y es que han pasado muchas cosas en apenas tres semanas. Para empezar, hace unos viernes estuve a punto de entrar en Telefónica para un proyecto de un año. Tuve que decidirme en cosa de horas, apenas una noche, y cuando ya tenía localizado hasta un bonito pisito cerca de las oficinas de la empresa en Madrid echaron atrás toda la operación. Dos días después cogí un avión a Nueva York y os aseguro que ha sido el viaje más alucinante que jamás haya hecho. Me ha costado un pastizal, pero joder, merece la pena gastarlo en cosas así. Es, simplemente, impresionante. Al aterrizar (y vencer al jet-lag, cosa que yo relacionaba con el famoseo y gente que se las da de importante) apenas tuve tiempo para repartir cuatro tonterías entre compañeros de la oficina porque este mismo lunes nos comunicaron que el cliente (que es el Ayuntamiento de Valladolid) no tiene intención de perpetuar el contrato (que termina en abril) por lo que no somos necesarios, y bueno, hoy he firmado la carta de despido y es cosa de días que reciba un SMS de la Seguridad Social anunciándome que me han dado de baja. Nada que reprochar, ojo, he aprendido muchísimo en esa empresa y siempre agradecerá la oportunidad y confianza que me dieron.

    Es una sensación extraña, de todos los que recibimos la noticia era el único que se sentía aliviado (seguramente el único con motivos) y es que ya me habían metido el gusanillo con el tema de Telefónica: no más broncas con los empleados de la administración (desesperantes funcionarios), no más ataduras a JDeveloper o Eclipse, no más consultas al Javadoc… en definitiva, no más entrar en una oficina a desgana. Creo que ya lo he comentado por aquí en alguna ocasión pero mi labor principal era la de maquetador (y diseño en cosas puntuales), si bien, como todos, terminaba arremangándome y metiéndome en faena J2EE (o como se llame ahora) o realizando tareas menos dolorosas como tirar líneas en un SSH. Supongo que cuando el jefe de proyecto, tus compañeros y hasta el jefe de la oficina te dicen que es una pena estar así (comiéndonos los marrones de los que ya habían terminado) y no centrándonos cada uno de nosotros en nuestras labores estrictas, es momento de desplegar alas. Nunca supe cómo plantearlo así que este despido me ha sabido a gloria. Es fácil cuando no tienes hipoteca ni críos, sólo tengo que bajar (radicalmente) las exigencias de mis caprichos y destinar lo poco que me queda ahorrado después del viaje para sufragar los gastos con los que ya cuento como fijos: universidad, tarifa de teléfono, gasolina y seguro. Y es que está claro que algo no funciona en una empresa si, al comunicar a uno de los empleados que está despedido, éste sale del despacho con una sonrisa de oreja a oreja. El ambiente llevaba tiempo enrarecido.

    Apenas llevo dos días en casa, de parado por la vida, y joder, es insoportable, no sé a qué se dedican los cinco millones de personas que no curran (si no están en huelga). En serio, es realmente tedioso. No hay series en el mundo para ver ni ojos que las aguanten como para tragarte sesiones de tantas horas, no hay películas en la historia del cine que tenga tantas ganas de ver como para querer quedarme en casa tirado. Por eso mismo, retomando todos los cabos sueltos que había ido dejando y agarrando mi ahora inseparable agenda de papel (tampoco era consciente del poder de esta herramienta, pero es que uno de esos cursos de coaching que tanto se llevan ahora nos abrió los ojos a muchos de los del curro) he ideado un horario. Un horario simple, que para eso estoy «de vacaciones». La idea es obligarme a salir de la cama todas las putas mañanas y meterme en una rutina. Estoy muy ilusionado. Espero cumplirlo, queda así:

    • 8:30h: Despertador, flexiones y ducha
    • 10h: Práctica de moto (A2) y desayuno
    • 11h-19h: PFC
    • 19h-19:40: Correr y ducha
    • 19:40h-ZZZzzz…: Buscar curro, papeleos similares, gatitos, jam session, cañas

    Fácil, ¿no? Lo de las flexiones tiene una única función, poder controlar la moto después. De veras, pesa mucho (mucho). Si me ducho dos veces es por el pelo (verdad verdadera), podría hacer las flexiones por la tarde ya que estaría sudado y «caliente», pero no, o me ducho por las mañanas o parezco cualquier tipo de monstruo de ficción, y tampoco apetece. El horario está elaborado teniendo en cuenta los biorritmos de las alondras y de los búhos (los que se dedican a esto lo llaman así), y siempre he sabido que era búho, es decir, que mi horario natural es el de tarde/noche más que el de mañana, por eso el mayor gasto de energía, tanto física como mental se produce después del mediodía (en otras palabras, en el curro concentraba las tareas que requerían menos esfuerzo por las mañanas porque hasta las once y pico no rendía como debía y luego por las tardes aceleraba). Dar paseos en moto por un circuito requiere precisión y concentración, pero la pista está en otra localidad y es imperante que salga de casa (o me acomodaría como un marsupial en la bolsa de su madre). Destinar la mayor parte del tiempo al proyecto creo que tiene bastante sentido, sobretodo ahora que la parte divertida, investigación, está concluida y queda lo que requiere esfuerzo. La carrerita de media hora y la ducha me ayudará a despejarme y poder cambiar de ambiente pudiéndome centrar en actividades más relajadas, desde mirar ofertas (en diferentes puntos del globo) hasta salir un rato a interactuar con otros EXTERMINATE! humanos. Borra eso, niño.

    ¿Cómo lo veis? No respondáis, estoy emocionado por ver cómo se desarrolla todo esto. Ya digo que es extraño, todo el mundo me llama diciendo que es una putada y tardo unos segundos en ver que hablan del despido. No sé, será que ya le tenía ganas a un cambio de rumbo, pero creo que cualquier persona más o menos curiosa querría intentar salir del estancamiento que produce casi cualquier puesto de trabajo, que no es que yo sea el chico más movido del mundo, pero creo que me tocaba mover ficha y, vamos, si directamente me hacen mate y comienzo una partida nueva, no puedo hacer otra cosa que alegrarme.

    New Victory, Instagram. Yo también pensaba que la calidad de las fotografías del iPhone 4 sería más pordiosera, pero no, mantiene el tipo

    La verdad es que la gente enseguida se ofrece a intentar facilitarte todo (cosa que ya os he agradecido personalmente a alguno de vosotros y aprovecho para hacerlo de nuevo desde aquí), contactos, consejos, «pues yo haría», «mira a ver si en esa web», «a mí me pasó parecido y…». Incluso una persona, al enterarse, me ha propuesto incorporarme a un equipo británico profesional de poker (y yo la opción la he dejado abierta, sería una aventura diferente).En fin, cuando queréis, sois unos cielos. Sorprendido me habéis dejado. La verdad es que ahora mismo creo que sólo (¡ja!) me falta echarme novia para ser feliz (¡jajaja!) pues creo que el abanico de oportunidades es tan grande, tan vasto, que me siento como un niño pequeño delante de un mostrador de una tienda de peluches, intentando fijarse en uno en concreto pero sin separar la vista de los demás ositos, no sea que se vayan. Feliz. No sé si habrá sido Manhattan, si el nivel de cocaína en el aire de España, a lo mejor los de Iberia meten LSD en las cenas cutres y frías de los aviones y aún mantengo los efectos, no sé si la barra de Imedio estaba caducada cuando la esnifé, no lo sé, pero estoy feliz en este delicadísimo e importantísimo punto de mi vida (más a nivel profesional que personal, pero, obviamente, un cambio en el primero conlleva un cambio en el segundo). Y quería compartirlo, y poneros al día, que sois unas marujas telecinqueras. Coño.

    Visto en: W37th – Fifth Ave.

  • Libros (de verdad) de segunda mano

    Caballeros, buenas noches. Os podéis sentar por ahí. Sí, apartad eso y… sí. Veréis, tengo un problema. Me gusta tener libros. Como objeto físico, como una colección de páginas numeradas, como unos cuantos cientos de gramos de papel. Y es caro. ¿Cuál es el precio de una novela en España? No sé, una burrada. Además, comprar un libro no tiene encanto. Cuando los compro aquí suele ser en El Corte Inglés, ¿el motivo? Uno de ellos me pilla cerca de casa y el otro cerca de la oficina, además, suelen tener una basta colección. Como suelen ser regalos, me los envuelven con un mínimo de maestría y un mínimo de interés, aún así el resultado mejora por mucho cualquiera de mis mejores intentos por envolver cualquier cosa.

    Ya empiezan a quedar lejos los regalos navideños, pero oye, feliz año a los del fondo. Creo que uno de los éxitos de estos Reyes, Papa Nöeles, Olentzeros, lo que celebréis, ha sido el Kindle. Se siguen diciendo muchas y muy buenas cosas de él. Una cosa está clara, la gente, ahora, lee más. Y todos lo terminan recomendando. Yo he tenido uno en mis manos y la verdad es que es una pieza de hardware relativamente maja, no es la hostia, pero, es una cosita bastante llamativa. Pero no me sirve, la verdad. Leo bien en él, y me parece cómodo tener una colección de libros tan a mano, o que pueda servirte para hacer otras cuatro pijaditas concretas, pero no me termina de llamar. Creo que, para un caso tan concreto como el mío, mi sistema es mejor. Porque se adapta a mí, obvio, que es a quien me interesa que le funcione.

    Si he escrito esta entrada es, simplemente, porque la semana pasada dejé a medias un libro y no tengo ningún remordimiento. ¿Cuál? Este, Where wizards stay up late. Y, ojo, que es un libro interesante en cuanto a contenido, pero que está narrado de una manera aburrida desde mi punto de vista, llegué a algo más de la mitad y, joder, sólo les falta indicar cuándo iban a cagar o qué marca de café desayunaban cada mañana. Me di cuenta de que llevaba un par de semanas paseando el librito de acá para allá pero nunca me paraba a leer como antes. Lo dejé, cogí otro de los tantos que tengo pendientes, Tough guys don’t dance, y en una semana y media me he ventilado una quinta parte leyendo sólo en los 20 minutos de trayecto de bus de cada mañana. Para mí, es felicidad.

    Books ...

    Compro los libros en la tienda británica de Amazon. Compro los libros usados, cogí uno para probar y ahora rara es la vez que me intereso por los nuevos. Un libro usado tiene, es mi opinión, unas cuantas ventajas frente a un libro nuevo.

    • Precio. Cada libro me suele salir por dos libras con envío, vamos, que ni me lo pienso si estoy seguro de que quedará bien en la estantería y parece mínimamente interesante. Si resulta un coñazo, joder, no ha sido ninguna inversión desproporcionada.
    • Sigue oliendo a libro. Y tiene las páginas oscurecidas y probablemente una hoja doblada (cosa que encuentras en uno nuevo con cierta frecuencia) pero lo coges y… ¡huele a libro!
    • Usado, no destrozado. Una vez dejé un libro a un compañero de clase, en segundo de la ESO. Me lo devolvió lleno de post-it con preguntas acerca de la trama, me pareció curioso. En otra ocasión presté un libro (El Quijote) a una amiga de mi hermana, discutieron y nunca volví a saber de ella ni, obvio, de mi libro. No he vuelto a prestar un libro. Creo que la gente no los cuida, no les da importancia. Ahora, cuando esta gente pone que el estado es casi nuevo hazte a la idea de que parecerá que lo acaba de sacar de la tienda, ni un rasguño
    • El catálogo es más amplio. Si el libro ha llegado a editarse, lo tendrás disponible. Fin. Si ya no se distribuye en librerías, en el mercado de segunda mano sí. Y, generalmente, por cuatro perras.
    • Haces amigos. Esto es un puto caso particular así que no le hagáis mucho caso, pero me parece entrañable. Compré un librito, la biografía de Tony Hawk. No me llegó ni a una libra con envío. Se lee muy fácil, trae fotos, nada más comenzar ya te habla del 900. En la primera hojita el libro tenía el nombre de un chaval, busqué en las páginas amarillas actuales y di con el tío. Le comenté que tenía su libro. Es un chico estadounidense que vendió su libro a un particular y no sabe cómo terminó en una librería de Bristol que opera a través de Amazon (donde lo compré yo).

    No vengo a evangelizar a nadie, pero creo que, ahora que hay tantas discusiones chorras sobre libro electrónico sí o libro electrónico no, poniendo como dato más relevante el precio o la facilidad para adquirir libros, se nos debería escuchar a los que hemos tomado la vía del medio, que no nos preocupamos de manchar las hojas o apoyar el libro en cualquier sitio, de que si lo dejamos olvidado en un remoto lugar que no recordamos no habremos perdido más de 3 euros. Aparte de que cualquier aparato electrónico es muy goloso para los raterillos de palo y nadie roba libros, o, si lo hacen, es simplemente por putear. Está claro que el mayor inconveniente que tiene mi sistema es el idioma, que o te acostumbras a leer en inglés o estás más que jodido, pero hoy en día todos tenemos capacidad para leer en este lenguaje aunque pensemos que no. Cierto que con un Kindle puedes consultar un diccionario al momento, pero ahora mismo y en cualquier instante a ver quién es el tonto que no puede mirar en el móvil o en un ordenador cercano qué significa tal o cual expresión que no conseguimos sacar por el contexto. Está claro que si no estás acostumbrado a leer porque no te gusta leer vas a tener el mismo problema siempre tanto en castellano como en cualquier otro idioma, porque no te gusta leer. Y punto. No leerás más ni con el libro de papel, ni con el electrónico, ni con los resúmenes de la Wikipedia. Olvídate porque no es para ti, y no es ni bueno, ni malo, ni mediopensionista.

    Yo llevo un par de años y pico con esto y mi inglés ha mejorado, gasto muy poco dinero y salvo para casos concretos donde necesito últimas ediciones (libros técnicos revisados), encuentro perfecto los libros ya leídos pues, al igual que muchas otras cosas de segunda mano, no dan asco ni son peligrosas.

    Diet Mountain Dew, baby, New York City

    El día 13 de marzo vuelo hacia «la capital del mundo». Mi primera vez allí, es el regalo de bodas que hago a mis padres por su vigesimoquinto aniversario de bodas. Para esto sirve el matrimonio. Tengo ganas. Una semana en Manhattan. ¿Os imagináis que ligo? En la oficina han abierto las apuestas, debería compincharme con alguien para sacarme unos duros. Ya he apuntado dos o tres librerías que me gustaría visitar, una de ellas tiene un amplio catálogo de segunda mano. No he titulado este parrafito así sólo para poder colocar un gancho como Lana del Rey desnuda, Lana del Rey follando, Lana del Rey tetas, u otras cosas que tantas visitas me proporcionarán de modernetes salidillos, sino, también, para decir que el precio de la tecnología allí (que no es una ganga, pero «salimos ganando» al comprar de manera local con moneda local) me ha hecho plantearme la idea de adquirir un Kindle, el modelo más absurdamente barato que encuentre, en alguna tienda física. Y me lo planteo simplemente por el hecho de que me gustaría tener uno y trastear con él, luego supongo que terminaría cediéndoselo a mi madre, que le sacaría más partido que yo, y posando mi capitalista mirada en otro juguete más nuevo, más chachipiruli, que sea tan diferente, tan natural, tan divertido y especial, tan adorable, tan perspicaz… tan ocurrente, tan singular, tan él, tan seguro, tan casual, tan sorprendente, tan superguay.

    Visto en: Penguin o Bloomsbury, por ejemplo.

  • De cómo estuve a punto de escribir un post sobre motocicletas y al final no

    Érase una vez un blogger que dijo… Creo que nunca en la vida de este blog me había costado tanto terminar una entrada. Me refiero a cómo lo he ido posponiendo porque siempre que venía a escribir pasaba algo relacionado con el tema que me impedía continuar para ver qué iba pasando. Hoy, simplemente, quiero dejar de marear la pobre perdiz y ponerle un punto final a la historia inacabada.

    Harley Davidson Forty Eight

    Y es que todo comenzó a mediados del mes pasado cuando me disponía a quejarme, porque apetecía, sobre el diseño de las motos. Quiero decir, hablando de vehículos, todas las marcas de coches suelen tener una línea similar, con matices idénticos que hacen que no necesites consultar la insignia del capó para saber que aquello es un Audi «A algo» o aquello otro tiene toda la pinta de ser un Peugeot porque esos faros son de Peugeot. Cuento con que conocéis bastantes ejemplos más. Con las motos, generalmente, no ocurre nada de esto (o bien yo, pese a haberlo intentado, no consigo encontrar esas diferencias). Distinguir una moto de otra, si pertenecen al mismo grupo en las que se subdividen comercialmente, es una tarea muy complicada. Las motos de competición, con pegatinas de caracteres asiáticos y pinturas chillonas suelen ser las peores, junto con las scooters. ¿He estado sin terminar una historia que iba sobre esta porquería? Sí. Pero es que luego me hice un ranking sobre motocicletas que estética y sonoramente no dan vergüenza o son, digamos, distinguibles de las otras 40 que están aparcadas sin tener que recurrir a un carenado amarillo o verde fosforito. Vespa, Triumph y Harley-Davidson. Por supuesto, no todos los modelos. Decía lo del sonido porque aquí sí es importante, así como hay quien se flipa e insiste en que nada suena como el V8 de un BMW M5, por ejemplo, porque lo ha leído en una revista «especializada», al fin y al cabo cualquiera que vaya en un coche amortigua el sonido con la carrocería y, además, lo camufla con el equipo de radio. En una moto lo único que está entre tus oídos y el sonido del motor es el casco, e incluso puede que no te cierre las orejas, motivo por el cual el sonido que produce el movimiento de los pistones y vas a tenerlo que escuchar durante mucho tiempo. No hay horas de Youtube que muestren realmente cómo suena cualquiera de esos motores. ¿Terminaba ahí la entrada original? Me temo que no.

    Cuando estaba dando por hecho que esa basura sería publicada revisé el correo y vi una oferta (Let’sBonus, creo recordar) con un descuento para la autoescuela, para el carnet A2. Y me apunté. ¿Lo podría haber publicado en ese momento? Sí, pero quise ver cómo iba un poco el asunto y dejé pasar unos días. ¿Y luego? Me presenté al teórico esta semana. Y lo aprobé. ¿Hemos llegado al final de la no-publicación? Para nada.

    Retrocedemos un poco en el tiempo. El viernes de la semana pasada, día 27, me pasé por Makinostra, concesionario de Harley-Davidson de Madrid aprovechando que por la noche asistiría al concierto de Arctic Monkeys. Y muy bien, el concierto el concesionario. Como estaba más que informado sobre la firma y sus modelos (desde crío) sabía más o menos qué me iban a explicar, con lo que no conté fue con un dato que Google me intentó revelar hace unas semanas y al que no quise dar importancia: soy demasiado alto para el modelo de Harley que me gusta, que es uno de los de iniciación. No podría pagar ninguno de ellos, pero bueno, no costaba nada pasarse por allí. El dependiente me lo explicó muy bien y no tuvo problemas para decirme que podría estar incómodo en esos modelos. Volví del concierto y pensé en escribir sobre ello ya que no era la primera vez que medir algo más de lo normal me causaba inconvenientes. Con estas marcas da gusto. Me refiero a las que han creado una imagen y son emblema de generaciones y de situaciones, igual que la gente que mira ordenadores se pasa una tarde en Media Markt, quien quiere una moto se pasa las mañana con catálogos en las manos, quien quiere un Mac se conoce al dedillo las gamas y las diferencias entre ellos y no va al Corte Inglés a esperar a que le detallen tal o cual cosa aunque finja prestarle atención y asiente con su cabeza, aquí igual, buscas un icono (la Harley) y si has ido hasta allí no es porque, ya que miras motos te acercas a cotillear. No, no funciona así, todos sabemos que ese reflejo premium queda patente en el precio y, si queremos ir de A a B, cualquier otra cosa nos sirve. ¿Lo hubiese publicado después de mover una Harley de 300 kilogramos que, si bien era de mi talla y cómoda como ella sola, se llevaba con un dedo y que sólo aceptan conducir los cincuentones caprichosos? No, falta por tratar un punto que se ha ido sucediendo en paralelo.

    La gente cambia de moto como de calzoncillos. Y esto es así. Aún no conozco a nadie cuya primera motocicleta haya sido nueva. EL mercado de segunda mano con estos vehículos es bestial. Muy ágil. De hecho encuentras muchísimas gangas que, llegado un punto, dejan de sorprenderte. Confieso que me llama la atención porque siempre he sido poco amigo del mundo de segunda mano en lo que a vehículos se refiere. Me explico, yo no vendería el Fiat Punto que utilizo casi a diario por 9.000€ y, con mucha suerte, un desguace podría darme 1.500 por él. De igual modo no entiendo que un coche nuevo valga 15.000 y el mismo modelo de segunda mano 13.000. No lo veo una diferencia decisiva, ni aunque fuese de 20.000 a 15.000. Soy el menos indicado para meterme en el fango que genera este mercado. Entonces, ver una motocicleta con pocos años que cuesta menos de una cuarta parte de su valor original, como comprador me motiva, pero, si la tuviera que vender, me parece una pérdida de dinero y, por tanto, me la quedaría aunque no la utilizase y simplemente saber que lo tienes, salvo caso de necesidad inmediata del dinero. Y este punto iba a haberse tratado de una entrada completa e independiente con relación a este tema, nada más, pero sus caminos se han cruzado por lo que veis.

    Y, colorín colorado, este post ha terminado. Esta es la historia donde se ve cómo estuve muy, muy cerca de escribir una entrada sobre motos, una entrada, por cierto, que se la va a soplar a todos y que nadie recordará con especial cariño. Un parto complicado, pero tenía que nacer.

    Visto en: Nunca he cogido una moto, va a ser divertido.