• Para hacer bien el amor

    Dice la canción que hay que ir al Sur. Y no seré yo quien lo desmienta, pues cada vez que se me ocurre dejar volar mis manos sobre el teclado pensando en la mitad meridional española terminan apareciendo los GEOs de internet y me boicotean el tenderete. No quiero tampoco dejarlo de lado porque voy a hablar, damos y caballeras, de la conocida canción de la protagonista de Aló, Raffaella.

    El mayor alegato a favor de la promiscuidad jamás gritado. Se te pasa por la cabeza hacer un tema así hoy en día y te cortan las pelotas por fomentar el embarazo adolescente como poco.

    Como digo, dejando a un lado el problema del dónde (está claro que si vas muy arriba vas a mojar poco, ahí está el problema vasco), quiero subrayar otros puntos mencionados en la letra que creo que todos conocemos y hemos coreado en alguna ocasión.

    • Tuve muchas experiencias y he llegado a la conclusión que perdida la inocencia en el Sur se pasa mejor. Tuve muchas experiencias. No necesita explicación.
    • ¡Sin amantes!, ¿quién se puede consolar? ¡Sin amantes!, esta vida es infernal. No he mencionado que la canción comienza con, Por si acaso se acaba el mundo todo el tiempo he de aprovechar, ¿esto qué significa?, que la chica va pidiendo guerra a todos. Libertad y libertinaje, amigos.
    • Lo importante es que lo hagas con quien quieras tú. Y, si te deja, no lo pienses más, búscate otro más bueno, ¡vuélvete a enamorar! Esta es mi parte favorita porque intenta maquillar el sentido de la canción. Se rebaja un poco a «Bueno, tampoco tienes que ir abriéndote de patas con cualquiera, si te gusta a ti y a él tú, pues sí, pero no hay que ser una pelandrusca, ¿eh?». Pelandrusca, adorable palabra. Y luego cambia de tercio al instante, que él se pira (porque tú eres una zorra, sí, pero él es un cabrón) pues tú tranquila, no llores, a por el siguiente y, si se puede, que sea más bueno, dale cancha, que ya caerá en tus brazos y cenaréis perdices durante un par de polvos.
    • Todos dicen que el amor es amigo de la locura. Pero a mí, que ya estoy loca, es lo único que me cura. Supongo que se refiere a que ha desarrollado eso que llaman ninfomanía. No puede parar. Y esto es grave. Michael Douglas estuvo ingresado en un centro de tratamiento contra la adicción al sexo, cosa que entendemos al ver a su parienta.
    • ¿Cuántas veces la inconsciencia rompe con la vulgaridad? Venceremos resistencias para amarnos cada vez más. Mojigatos, apartad a un lado. Este es el resumen de la canción.

    Ahora, lo que más me divierte de semejante temazo (además del magnífico videoclip con una estrambótica coreografía que ya quisieran en Cuatro y un simpatiquísimo pelirrojo), es que lo pinchan en todas las bodas. Sí, musicalmente pega para estos festejos cual Paquito el Chocolatero, pero una vez examinado el mensaje… no cuela. Dos personas se prometen amor eterno a los ojos de Dios y del Registro (o sólo a los ojos de un concejal, me la sopla cómo se casen) y al rato se encuentran cantando, animados, (aún en la cabeza de los suegros y los padres la imagen de una casadera virgen y pura), que esto de estar sólo con una persona y durante tantísimo tiempo… mira, que no. Que la niña se va a por dos cubatas, que ya han pagado la barra libre, y ese camarero tiene unos brazos que le comía todo el badajo.

    Y nadie dice nada.

    Así que niñas, ya sabéis, el ser más puerca que vuestras compañeras no sólo os hace mejores y más apetecibles a los ojos de Kevin, os hará líderes de un movimiento sexualmente revolucionario. Aprovechad, que si no a los niñitos les expló, expló, explota, les expló, los huevos.

    Visto en: From the seventies with love, pero que mucho love.

  • El accesorio delator

    Por Edgar Allan Poe. Bueno, realmente no, pero para mí podría ser otra historia más que meter en el recopilatorio Tales of Mistery & Imagination, que es uno de esos libros que lees en versión original y te olvidas del nombre traducido. Ya me perdonaréis los que tengáis corazón (guiño, guiño).

    Al tema, todo comenzó una fría mañana (o tarde, no recuerdo) de diciembre en un centro comercial del Norte de España. Teníamos todavía una curiosa lista de gente a la que encontrar algo que colocar bajo su abeto. Esto requería, como es lógico, entrar en diversas tiendas y mirar cositas pues, como he dicho, teníamos una lista, nos hubiese gustado tener otra con posibles regalos, pero no  eramos tan afortunados.

    Entramos en Natura, esa curiosa cadena comercial que tiene la simpática costumbre de darte la bienvenida con un oso pidiendo un abrazo. Yo iba hablando por teléfono, a mi bola, entraba y salía mucha gente así que ni me percaté de los pitidos que hicieron los aros de seguridad colocados a la entrada. Sí me di cuenta a la salida, pero no me di por aludido (yo seguí colgado del móvil).
    De ahí pasamos, si no recuerdo mal, a Bershka, donde volví a pitar y donde me tocó dar explicaciones a una dependienta. Su comentario fue extrañamente tranquilo, imagino que ya han de estar más que acostumbrados a que pase estas historias «Si pitas al entrar no pasa nada, algo que lleves de ropa o… no sé, avisa cuando vayáis a salir». Y eso hice, y volví a pitar. Me pasó también en Media Markt (donde sí me revisaron con bastante cautela para asegurarse de que realmente no me había llevado nada, aunque bromeaban preguntándome dónde había escondido la tele de plasma -algo que no ayuda a calmarte, prometido-) y en varias otras tiendas.

    Saqué en claro tres cosas. Uno, que la selección de personal de INDITEX la hace un hombre heterosexual o una lesbiana (son, por lo general, chicas comprensibles y bastante resultonas). Dos, si quieres, mangar algo en una tienda de estas es bastante sencillo aunque no pites al comienzo (y sí a la salida de la tienda) porque no se preocupan de nada cuando dices «Jobar, si es que llevo pitando todo el día, en cada tienda que entro». No tiene porqué ser verdad. Y tres, a parte de la vergüenza que se pasa (sobretodo si sólo pitas al salir) y de las explicaciones que te toca repetir, te crea una angustia y un malestar realmente incómodo.

    Ese día dejé de entrar en las tiendas y decidí quedarme por los pasillos intentando adivinar qué prenda, de repente (ya que no había ningún elemento nuevo), podía hacer saltar las alarmas.

    Días más tarde se repitió toda la escena en una tienda de regalos de Autogrill, lógicamente, también sólo a la salida. Aquí ya fue peor, porque cualquier minúscula cosita de las estanterías podía estar en cualquiera de los bolsillos. Y ojo, que a esta peña se la suda lo de que lleves días pitando.
    Para mayor sorpresa lo único que coincidía entre la vestimenta del día del centro comercial y aquél eran las zapatillas.
    En cuanto pude me fui a El Corte Inglés, donde compré las mencionadas Adidas, y les expuse el problema, las revisaron, las llevaron al detector y no encontraron nada. Su respuesta fue clara, «Si no es esto y sigues pitando es que tienes varias prendas con alguna etiqueta electrónica». No soy un enfermo que quite todas las etiquetas de la ropa nada más comprarla, sólo las que molestan y generalmente estos pequeños y alargados plastiquitos suelen fastidiar. Revisé toda la ropa y no encontré nada.

    Han ido pasando los días y ya me había despreocupado del tema hasta hoy. Acompañé a mi madre a Cortefiel (y de paso me pillé unos vaqueros y una camisa) y al atravesar el umbral algo en mí dijo «Esto va a ponerse a pitar en tres… dos…». Y justo. Otra vez decenas de ojos mirándome mientras sujetaban ridículos polos de color rosa y chalecos de lana verde. Se acercó una sonriente joven (y si las de Pull and Bear, que es ropa normal, son normalitas pero monas, las de estos establecimientos, cuya ropa se supone mejor, son verdaderamente mejores) y me vi, una vez más, dando explicaciones pese a que, en esta ocasión, ya no coincidía ni el calzado. Pregunté si podría ser algo electrónico (el reloj), algo metálico (una pulsera)… en definitva, algo que no fuese «de poner». No, estas cosas saltan únicamente con prendas, ya puedes ir armado que para estas máquinas da igual. Muy complaciente, se limitó a pedirme que avisara cuando me dispusiera a salir.

    Mi madre, santa ella, preguntó con el ceño fruncido, «¿Has metido algo nuevo en la cartera?». En mi puta vida se me hubiera imaginado pensar en la cartera, me estaba autoconvenciendo de que tenía incrustada una placa metálica en una vértebra porque ya no comprendía nada. Y acertó.

    Del, pita, pita del.

    La cartera tiene aproximadamente tres años y nunca había pasado nada. Pero tenía, en lo más bajo y profundo del compartimento de los billetes, una tela blanca bastante dura y en la que se puede leer «QUITAR ANTES DE USAR». Se puede leer cuando lo quitas, no dentro de la cartera. 3€ me costó en Pull and Bear. Pregunté a la comprensiva joven si podría ser eso. Acercó la cartera a una puerta y, en efecto, se oyó un chirrido infernal. Intentamos cortarlo allí mismo pero se resistía lo suficiente como para desistir al segundo intento, se la presté para deshabilitarlo y mi salida del establecimiento fue silenciosa.

    Es una tontería, pero respiras. No os voy a engañar. Sigo un poco con el miedo a tener que verme defendiéndome entre curritos de Eulen, pero joder, es un alivio.

    Como se ve en la foto yo ya he destrozado el interior de la cartera para sacar esta tecnología del averno. Lo voy a hacer con toda la ropa que me llegue a las manos porque, según comentó la chica de Cortefiel, es común que estas plaquitas se reactiven con el tiempo sin motivo alguno. Vamos, sólo por joder,

    Aunque todo este largo post suene a anécdota, que, en efecto, lo es, quiero que os molestéis un poco y, por vuestro bien, aniquiléis sin miramientos todos estos artilugios que podáis estar llevando encima. A no ser, claro está, que nunca hayas sabido cómo entrarle a la rubita del Zara.

    Visto en: Bip. Bip.

  • Alejandro Sanz

    Hay una duda que me corroe desde hace mucho tiempo y la comparto con vosotros como regalo del Día de Reyes. Antes incluso de que en Flickr colgaran el cartelito que reza «De Yahoo!». Antes de que Loizaga se intentara reinventar en una diluida y aguada versión burda de Warhol con nulo éxito (pensé que ya ni estaba en internet cuando de repente, zas). Antes de que Enrique del Pozo se hiciera su primera gayola. ¿Cuántos calificativos despectivos encajan con Alejandro Sanz? No hay Dios que lo soporte, amiga mía.

    Desde mi colorista y caleidoscópica visión, muchos.

    • Gordo.
    • Ex-Gordo.
    • Gilipollas.
    • Inútil.
    • Engreído.

    Por 0,15 céntimos de AdSense, calificativos despectivos que encajen con la persona de Alejandro Sanz, como por ejemplo, «Engreído». Un, dos, tres, responda otra vez.

    Visto en: Un Lagarto Abuhardillado, arremetiendo con casi todo sin motivo since 2006.

  • Haced vuestras propias capturas

    Una queja. Así rapidilla. A los blogs de tecnología estos tan molones y modernos que pueblan la red, no seáis cutres. Por favor. Haced vuestra propia captura de pantalla. Es fácil, casi todos los teclados tienen un botón para eso (los de Apple no). ¿No os frustra a vosotros mismos ver en vuestro post la misma imagen que en todos los demás? Comprendo que si se trata de un aparato nuevo, que igual ni ha salido aún, y del que sólo existen cuatro fotos de mierda se distribuyan una y otra vez esas fotos, si es una aplicación para empresas con un precio desorbitado y sin opción de prueba (que esto ya me parece raro, pero bueno), pues claro que se entiende que veamos siempre las mismas putas capturas. Que es un antivirus y te da pereza desinstalar el que tienes para probar la nueva versión de otro, pues sinceramente, no sé qué cojones haces hablando sobre software (y mucho menos sé por qué te están pagando). Pero joder, si se trata de un «servicio» web, no cuesta tanto meter cuatro datos chorrones y recortar una imagen.

    Vagos.

    VIsto en: Venga, os lo dejo como propósito de año nuevo.

  • ¿Desde cuándo los Reyes son los padres?

    Primera entrada del año y vamos a ponernos las pilas dando un poco por culo. Cambia una cifra en las fechas pero, como veis, el resto del blog sigue igual (sólo que con más SPAM). La pregunta es sencilla, ¿a qué edad os dijeron que estos Magos de Oriente, según escribió Mateo, que cada noche del 5 de enero dejan regalos realmente eran vuestros padres y sus tarjetas de crédito? Vamos, cuándo os quitaron la ilusión, porque mucho de dárnoslas de duros pero en el fondo molaba imaginar que, no sabías cómo, unos seres extraños interrumpían en tu casa, dejaban los camellos por el barrio, y te regalaban algo que te gustaba. ¡Sabían tus gustos! Y, por supuesto, eran seres bondadosos, entraban en tu casa y te dejaban cosas sin llevarse nada. Ahora de Oriente igual te llega un comando balcánico, entra en casa también sin que te des cuenta, se empeña en conocer tus gustos para abrir una caja fuerte, te da (altruistamente) una gran paliza y luego se lleva un souvenir. No. Esta peña era buena. Los camellos siguen, se les habrán olvidado.

    ¿Y Papá Noel? ¿Cómo se las montaba? ¿Alguien tenía chimenea en casa? Casi nadie, pero entraba. No quiero ni pensar lo que se deja en el parquímetro este hombre.

    Por cercanía a mí me tocaba celebrar el Olentzero, que este ya daba más palo pues siempre me pareció un minero borrachuzo.

    Pues bien, si no recuerdo mal yo tenía 6 años cuando un familiar, por putear, nos soltó todo a mi hermana y a mí, ninguna sorpresa para ella, que era la lista de la familia pero sí un pequeño mazazo para un criajo como yo. Esto dio lugar a cómicos momentos en el cole cuando, después de fiestas, hablas con tus compañeros para ver si todos hemos tenido el mismo coche teledirigido, «Oye, ¿y a ti qué te han traído?, aunque ya sabes que no existen, ¿no?», a lo que respondes cabizbajo, «Sí… ya me lo contaron todo, si hasta fuimos a Toys R Us a descambiar una cosa que no funcionaba» y el otro chico cambia de cara para sorprenderse y exclamar, «No fastidies, ¿es verdad que son los padres?». Cosas de niños.

    Por este motivo en mi familia, por problemas de horario, estamos todos super ocupados, celebramos el Reyentzero, ¿y esto qué es? Darnos los regalos en Nochevieja, a medio camino de Reyes y del Olentzero. Creando escuela.

    Ahora, a lo que iba, ¿cómo os enterasteis vosotros, dulces infantes aspirantes a un nuevo balón o a una nueva Barbie con novio de pecho pelado al que afeitar la barba?

    Visto en: 1994.