• Mis estúpidas teorías sobre la batería del iPod

    Mañana presentan, o eso dicen, el no va a más de la tecnología. Mirando el reloj veo que lo presentan hoy. Ya sabéis, la tabla de cortar con una superficie de metacrilato capaz de distinguir el chorizo de la morcilla. Aprovechando la expectación voy a soltar un par (es decir, dos) de tonterías que creo fielmente, pero que no puedo demostrar, sobre la batería de sus reproductores de música. A lo mejor dentro de tres años y pico tengo otra sobre las de sus portátiles, no lo sé.

    La batería nunca se acaba en medio de una canción

    Seguramente sea más falso que un doblón de chocolate blanco pero a mí nunca me ha pasado lo de quedarme colgado a mitad de subidón. Me he ido montando mi historia y he llegado a la conclusión, repito, probablemente falaz y ficticia de que el aparato tiene un sistema inteligente capaz de calcular la batería restante y mandar la señal de corte de energía entre tema y tema. Y así es, apuesto uno de mis bucles a que a cualquiera de vosotros le pasa continuamente y esto se va al traste en un periquete.

    Las canciones lentas hacen que la batería se estire más

    Esto creo que puede tener sentido. Como al «bailar» una canción rápida (lo que se entiende como hacer que punteas un bajo e imitas a cualquier semidios en pleno riff sobre una Les Paul) se gasta más energía que con una melodía más calmada, mi mente asocia esto con que al aparato reproduce con menos esfuerzo una pieza relajada y gasta menos batería así. Sí, soy así. Como un niño pequeño.

    ¿Alguno comparte mi visión sobre este absurdo tema? Supongo que no, tenéis cosas más sabias en las que pensar.

    Visto en: One more thing. Y tal.

  • Decir ‘cagar’ cuando quieres decir ‘cagar’

    Se me ha roto el cepillo de dientes. No sé ni cómo. Lo he cogido y un crujido después se ha separado en dos mitades. Todo sigue igual. Como lo del plugin, que planeaba terminar esta noche. De cualquier modo, al tema. Estaba recordando una conversación que mantuve con una señorita (y como señorita que es no creo que quiera verse salpicada de toda esta mierda -nunca mejor dicho-) sobre lo delicados que somos a veces cuando no tenemos por qué.

    No tenemos problemas en soltar expresiones como «Iba cagando leches» para dar a entender que alguien iba realmente rápido. O para mostrar un enfado repentino. Si alguien tiene miedo está cagado o tiene cague, sin problemas. En cambio, cuando literalmente queremos decir cagar, pero cagar, cagar, de lo de echar mierda por el culo, nos da palo. Bueno, yo lo dije en aquél momento, y la respuesta fue un «qué fino» hasta los topes de ironía.

    No, muy mal, si no nos cortamos un pelo cuando tiramos de metáfora debemos apechugar con el lenguaje y aceptar a esta palabra en su significado original, adiós a algo infantil como «hacer caca», basta ya de recurrir al soso «hacer del vientre». Porque esto es como follar, no importa cómo lo digas, significa lo mismo que hacer el amor. Nadie tiene problemas en decir «follar». Igual de sucio es hacer caca como cagar. Si quieres decir cagar, pues hombre, dilo. Esto con mear no pasa y es su término hermanado.

    Visto en: No, puercos, nadie estaba cagando cuando surgió.

  • Aquellos maravillosos bufones

    Vamos a hacer amigos. Puede que en realidad no. Ya me responderá FeedBurner cuando me dé por mirarlo. El caso es que ahondando en los muchos paradigmas sobre los que se cimenta algo tan valioso como internet he llegado a la conclusión de que uno se me escapa. Tiene que ver con los modales, la netiqueta y la doble moral. Hipocresía vendida por progres de mercadillo que, haciendo un siempre bienvenido símil político, recuerdan a estos demócratas que rechazan los votos legítimos de los italianos y ponen el grito en el cielo por un escándalo de trajes y euros mientras miran para otro lado cuando les hablan de un tal faisán.

    Lo que pasa es que hay gente que, aquí en esta internet neutral (y tal) deciden, Dios sabe a cuento de qué, ser quienes eligen a las personas de quienes puedes reírte. Tal cual. Me explico, si haces un chiste donde Bill Gates y Steve Ballmer mueren tendrás a tus discípulos hadcore bien adiestrados riéndote las gracias. Si sueltas algo cachondo sobre los cuatro días que le quedan (y ahí sigue) a Jobs por lo del cáncer merecerás la horca. ¿Por qué? Es igual de perturbador en ambos casos. Que aquí mucho sentirlo todos pero de Irene Villa nos sabemos un porrón, ¿eh? Porque una cosa está clara, ni Gates ni Ballmer son inmortales, no dejas de reírte de una desgracia con un chiste así.

    Pero lo que más me molesta es que existen casos más cercanos donde, sin ningún sentido, se traslada esta conducta a un panorama donde parece que todo mindundi puede hacer chistes con Dans. Sí, el pobre hombre es blanco de críticas vagamente mordaces desde hace tiempo y nadie sabe cómo ha sido. Puedes decir prácticamente cualquier burrada que si aparece él de refilón en la tontería tienes aplausos asegurados. Es injusto. Yo no he tenido mucho contacto con él, solamente la anécdota donde fui a buscarle y resultó ser una persona la mar de cercana y agradable. Yo creo que si tenemos la valentía suficiente como para meternos a saco con una persona que, la prueba está ahí, es seguido por miles de cerebros, deberíamos ser consecuentes y extrapolar esto a todos los que participan en internet. Tanto los que ofrecen su número de móvil como los que se protegen en la sombra criticando al primero desde la cálida trinchera que es colocarse anónimamente al otro lado del feed.

    Quiero decir, ejemplifico, si eDans comenzase a dar cera a diestro y siniestro apuntando a cada una de las cabezas que lo critican (¡y a la par lo siguen porque necesitan de él!) se le echarían los guays encima y al responder, uno de los amigos de estos cobardes se colocaría una túnica naranja y con el pelo rapado aconsejaría a su colegota no alimentar al troll, aunque el troll original hubiese sido su compañero.

    ¿A qué se debe esta doble moral tan barriobajera?

    Estos puteadores con la boca pequeña, libérrimos y en ocasiones irritantemente educados, acostumbrados a tener siempre la última palabra porque de ellos es internet, a su imagen y semejanza se creó (si no se atribuyen el mérito de haberla desarrollado ellos mismos), ansiosos de material de terceros (porque ellos tienen ideas propias, pero apenas contenido para generar, espectadores activos) del que hablar con una exquisita corrección y comentarlo con sus compinches de cloaca me tocan las narices sobremanera. Cansados ya de lamer el culo a Alvy aprovechan sus artilugios y fanatismo por sí mismos, devotos de su propio ser, para ensuciar y trastocar de una manera ladina todo este tinglado lleno de cables, servidores, antenas y bytes colocando estacas en los pechos de las personas que mínimamente se molestan en dar de comer a Google.

    Y así, fieles lectores, termina esta crítica a este comportamiento deleznable. Mañana volvemos (creo), bueno, al menos yo. Vosotros no sé, supongo que sí, como es gratis. En fin, lo dejo de vuestra mano. Hasta entonces.

    Visto en: 20:45.

  • Doc Hudson

    No ha sido una semana cómoda en ciertos aspectos. Comenzó rompiéndoseme el llavero. Tendría 4 años. Ahora queda la mitad. Afortunadamente la mitad que sujeta las llaves. Dos días después una pequeña raja en la correa de caucho del Casio decidió crecer hasta romperse. Salió otra e imitó a la primera. La pila del reloj no da mucho de sí. Cuando pita (porque pita, cada hora), lanza un grito agónico. Antes se encendía la luz al girar la muñeca, lo más de lo más, ahora se apaga la pantalla al intentarlo. Desde los 13 con él. Antes tuve otro similar. Llevo 14 años haciendo gala de la marca japonesa en mi muñeca. De repente me he sentido desnudo. Hace un par de noches mi sobremesa dijo basta. Crank, sonó. Algo en la placa no está bien. No me he atrevido a mirarlo pero la última vez que sonó así destrozó un disco duro (no sería tan duro, supongo) y ahora una de las bahías debe ser inservible. Está a punto de cumplir los nada desdeñables 7 años y es, de largo, la máquina a la que más he puteado. Desde que lo saqué de la caja. Sin parar. No ha tenido muchos descansos, ciertamente. Ha sufrido varias reparaciones y cambios pero no sé si de esta va a salir. Puede con el sistema. Poco más. Entré en shock. Hoy he salido de la ducha del gimnasio y al comenzar a vestirme he visto caer piedra a piedra cada pieza de una pulsera que me acompañaba desde hacía 5 años. Uno de los pocos recuerdos de tierras gaélicas que portaba. Desaparecieron por el sumidero del vestuario.

    Todo esto me ha deprimido levemente. Todas mis cosas a las que he cogido cariño, de repente, mueren. A la vez. Destrozos inesperados que parecen fruto de un aquelarre. Conjura satánica que centra su ira en estos insignificantes objetos que a diario me facilitan tanto la vida. Temí por mi ya vetusto Nokia, que el pasado otoño llegó a su cuarta primavera. Sigue en pie cual piedra celta marcando el camino druídico. Sólo que con origen finés.

    Soportaremos el vendaval. Reforzaremos nuestra muralla y persistiremos. Aunque en la retaguardia. Me resisto a perderlo todo.

    Sin embargo ya ha llegado la nueva infantería. En mi familia me han convencido. Es hora de hacerse mayor. Desde esta tarde llevo en mi muñeca un reloj diferente, de los que hacen tic-tac. Suena. Es bonito, aunque no tiene termómetro ni cuenta los pasos que doy. Cambiaré la correa de mi Casio, le pondré una pila nueva y será mi compañero en el deporte, soportará mi sudor y escuchará mis tarareos del momento de la ducha. El resto del tiempo será el segundo.

    Comprar piezas nuevas y montarlas en esta torre se me antoja como una pérdida económica y temporal. Sé que un disco funciona bien y el sistema operativo está intacto. Juego a la lotería con el tiempo que va a durar en pie. Pero mientras pueda seguirá trabajando, una única función, alternando llamadas a Demonoid y HD-Spain. Nada de editar imágenes. Nada de ver vídeos para no calentar el micro. Tiene que dejar sitio a uno nuevo. Me da muchísima pena y muchísima rabia. Yo escogí cada órgano de su cuerpo y ahora parece que lo más sensato es desentenderme de mi criatura. Nadie como tú movía los coches del Need for Speed. Nadie era tan eficaz con el revólver del Vice City. Nadie como tú soportaría tan bien tres fallidas y una exitosa instalación de Solaris, infinitud de Linux y otro puñado de endebles copias de OS X. Ninguno, en tu tiempo, leía esa cantidad de tarjetas, grababa tanto los más como los menos erre. Tenías una sintonizadora de televisión y viniste con un mando a distancia para los DVDs. Me has dejado experimentar siempre. Me has enseñado todo. No permitiré verte morir, viejo amigo. Llegará otro, será más joven, más rápido, más bonito y más silencioso. Y me volcaré en él. En ese recién llegado manojo de cables tan perfectamente ordenados que recordarás con pena las veces que te hacía cosquillas con un cepillo cuando limpiaba el polvo de tus ventiladores y te hacía decir «Ah…» mientras te apuntaba con una linterna. No te preocupes. Me dicen que desde el principio sabíamos que esto iba a pasar. Y así es. No puedo hacerte evolucionar, ni puedo permitir que mueras. Has de mantenerte así, con el tiempo parado, renqueante, añorando los procesos que devorabas sin miramientos y que hoy apenas puedes merendar. Yo me comprometo a partirte los trozos más pequeños con el fin de tenerte cerca cada día, muchacho. Aguanta.

    Visto en: Con la voz de Paul Newman.

  • Toallas High-Tech

    Mi madre tiene cierto don o virtud para encontrar todo tipo de textiles novedosos. Cuando comencé a ir al gimnasio me localizó, en El Corte Inglés, unos calcetines que transpiran de verdad, puedes correr mil kilómetros con ellos que el pie suda pero el calcetín queda seco. Huele mal, pero seco. Son de la casa, Boomerang, negros con detalles blancos. Los recomiendo.

    Ahora que todo el mundo reconoce que Ponyo es mejor película que Up! y la gente se destapa interesándose más por el futurible nuevo iPhone que por las víctimas de Haití por mucho que vayan de boquilla (que es muy guay, sin duda, pero a todos estos yupis de escritura rimbombante se les ve el plumero en la tercera frase, boquitas de piñón de internet) mi madre me ha regalado una toalla que, de tener una manzanita dibujada, todos os pelearíais por poseer. El invento tiene su tiempo, toallas de microfibra. Yo nunca había tenido ninguna.

    Las había visto por televisión, los deportistas saltan desde un trampolín de decenas de metros, florituras, zambullida, primer plano del ceñido bañador de la chica húmeda saliendo del agua, toalla marca Arena mojada (¡mojada!), dos pasadas y el cuerpo seco. Dentro de créditos y promoción de ADO.

    Toalla azul

    En la web de Arena no he encontrado ninguna referencia a estas toallas pero hay varias fotos en internet, por ejemplo, la que acompaña la entrada haciéndola cuantitativamente más vistosa, ¿verdad? La mía es grande (como una toalla normal, no como las de mano que muestran en los campeonatos) y gris, porque era el color menos gay según mi querida madre y, ciertamente, no lo pongo en duda. Viene en una funda idéntica a la de la imagen y muy curiosamente, no cuesta trabajo introducirla una vez la has utilizado (puedo afirmar que este verano estuve dos horas -reales- intentando volver a meter un saco de dormir en su correspondiente funda, colocando pesos encima para sacar el máximo volumen de aire que pudiese, terminó en una bolsa grande de Eroski). La mía no es de Arena, es de una para mí desconocida ATRIUM que posiblemente sólo venda en El Corte Inglés. Funciona igual que las que se ven en TeleDeporte. Y es asombroso. De veras. Con esta toalla me seco en un periquete, de una pasada (excepto el pelo, que lo dejo secar al aire).

    Causa una sensación similar a la de estar en el vestuario de la selección de natación sincronizada. Verdad verdadera.

    Haceos con una si acostumbráis a ducharos por ahí porque no ocupa prácticamente nada, se limpia bien, se seca bien, seca bien y no es un producto de precio lujoso.

    De nada.

    Visto en: No, en mi gimnasio no nos pegamos con las toallas mojadas. O al menos nunca me han invitado a semejante show.