Porque se le había olvidado darme otro sobre. El envoltorio contenía algo bastante pesado como para ser un par de folios, sin remite. Interesante. Me gustaba la letra con que había puesto mi dirección, a mano, muy bonita.
Tenía el último libro de Harry Potter en mi mano izquierda, todavía dentro de su caja «from New Zealand» y sólo podía pensar en quién se había acordado de mí, si Amazon no regala nada. No aguanté más, lo abrí. Y ahí estaban. Las tarjetas de Hugo. En efecto, aquellas que nosotros diseñamos.
Ahí estaban, ahí estaban… ¡existen!
Y tengo la labor de extender su palabra y repartir alguna, evangelizar el mundo a base de paz, amor y Adsense.
Con sus colores, sus frases asesinas, sus dobles sentidos, su URL inscrita en el reverso… Sí. Me sentí como Charlie cuando encuentra la tableta de chocolate. Pero yo tengo para zapatos.
Propongo crear un grupo y publicar en él todas las fotos de tarjetas en Flickr, de forma que sea más colectivo, si os animáis, dejáis un comentario y un donativo en forma de clic en la publicidad. Gracias.
Pero hay algo que me hace diferente a vosotros (los demás afortunados poseedores de tarjetas) y es mi increíble belleza física que a mí me ha traído mi regalo (pedido por favor) de Finlandia. ¡Mi sopa de sobre!
Por supuesto, también estaba ahí, con un "Que lo disfrute usted, Hugo" que no dejaba dudas de quieÅ„ enviaba la mercancía. Esa sopa con su -según el dibujo- bróccoli, pimiento, cebollino y queso. Todo en polvo. Y como prometí, me grabaré en vídeo mientras me la bebo. Pero intentaré que sea algo más que una grabación, así qué os toca esperar un pelín.
Gracias Hugo. (Y gracias por indicarme que cambiase el geko de la cabecera).
Visto en: El cartero llama a casa, ¡y no es una multa de tráfico!