HacÃa casi dos meses que no salÃa. No como tal, de estar un rato en un sitio y otro rato en otro hasta que toda tu ropa huele a tabaco (y te repugnas), hasta que te das cuenta de que ya son las cuatro y hay que ir pensando en volver a casa, a que de no salir durante un tiempo has ahorrado una pasta, que no pasas de unas cervezas porque no te apetece más… A que cuando vas en dirección al coche con los amigos una morena te grita «ricitos» y sientes un no-se-qué mientras sonrÃes estúpidamente.
Y sÃ, sabes que seguramente sea de las que calientan pero no cocinan, pero con el frÃo que hace en la Siberia de la Meseta Norte no importaban unos grados más, ni unos centÃmetros de proximidad menos.
Sin desviarme del tema, me han sacado de casa casi por la fuerza. Y es que estaba demasiado perezoso como para ir a dar una vuelta si quiera, vamos, que no me apetecÃa ni jugar al billar, algo que me ha sorprendido incluso a mÃ.
Por suerte, a comienzos del fin de semana todo te parece mejor que ponerte a lidiar con Borland (peor lo llevan quienes lidian con Excel, que me lo ha dicho un pajarito), ergo acepté un poco a regañadientes y muy forzado la invitación basada en un:
Bah, tÃo, no te vuelvas un maldito hermitaño, tÃo, joder, sal.
Como se ha visto con el tema de la publicidad, me vendo por nada, y convencerme es fácil. Si añadimos que los amigos no son de Valladolid capital y necesitaban un «guÃa», la noche cobraba mayor interés. Dónde llevarlos, dónde aparcar, etc. En cotnrapartida, por la mañana (y parte de la tarde) los de Ciencias habÃan tenido su fiesta, y mucha gente habÃa elegido pasar la resaca en casa y no bajar por la noche, por tanto, el ambiente dejaba bastante que desear.
Imaginé que serÃa bueno, sin agobios. Pero claro, eso aburre demasiado. Aburre hasta tal punto que me aposté lo que quisiesen a que no me dejaban entrar (ni a casi ninguno de los que éramos) al centro de reunión depijos por excelencia de lo que viene siendo Pucela. Y estaba muy confiado, botas, vaqueros desgastados, cazadora de cuero, lo tenÃa todo a mi favor (o bueno, a mi contra, ya que la misión era no entrar). Sin embargo, el cabroncete del portero, sabiendo que todo estaba bastante vacÃo, ha levantado la veda y nos ha permitido cruzar el umbral a todos con una amable sonrisa y un buenas noches.Mierda, para un dÃa que se me ocurre volver allà y tenÃa que ser esta noche, maldita la hora.
Ha sido divertido, reutilizando las viejas tácticas de «Ey, hola, ¿conoces a X?» o el manido «Hola, buenas, es su cumpleaños, dale dos besos, ¿no?» que nunca suelen tener el efecto deseado, pero que irónicamente a las chicas les hace gracia. No entenderé a las mujeres jamás por lo que parece.
SÃ, ha sido raro, a la par que agradable, pero sigo teniendo la misma pereza que hace 8 horas y viendo que esto de salir, de volver a salir, no me aporta nada nuevo (de nuevo), muy probablemente tarde otros mesecitos en regresar a la vida nocturna más allá de la taberna de siempre.
Como última pincelada. Escucha morena, los rizos, o ricitos como dices tú, tienen dueño.
Hasta la próxima, buenas noches y no seáis malos.
Visto en: TintÃn, ese era su nombre. Y su desgarradora prole, que bien podÃan salir en la basura.