Aprovecho que tengo tiempo para dejar de dormir (y algo que escribir) para sumar un post más a esta sucia biblioteca. Ya dije que lo de lavar platos lo llevo bastante bien, sobra decir que, como a todos, me gusta comer, vamos, eso de sentarte y hale, a zampar, pero si seguimos dando marcha atrás a la pelÃcula y vemos toda la preparación de la comida ya suena la alerta de la pereza. Impresionante que para cocinar cualquier plato haya que hacer tantÃsimas cosas. Mirar a ver qué hay, qué se puede hacer con ello, qué falta… No, no me gusta. PodrÃa vivir a base de bocatas. Cuando digo esto no me refiero a que sobrevivirÃa gracias a ellos como recursos, sino que no tendrÃa problema en alimentarme únicamente de bocatas aun existiendo otras alternativas. Eso no hace que, encontrarme casi a diario con estas otras variedades culinarias me parezca requetebien y lo agradezca.
Hay por ahà un libro, y cuando digo «hay por ahû no me refiero a Amazon sino a «por casa», que se llama algo asà como 500 recetas para microondas. No las he contado. Haré un acto de fe más y tiraré para adelante con este absurdo tema, buscad en Google, seguro que aparece. Parece fácil. «Para microondas». Suena como «Arzak for dummies». Resulta tan accesible, ¿verdad? Realmente lo que haces no se parece a lo de la foto en absoluto, como en el McDonalds, la lechuga está desperdigada, el pan aplastado y no hay ningún negro sonriente en la realidad. Es todo un timo. Bueno, sinceramente es mucho más sencillo de lo que parece en un principio, pero por mucho que rebajen el nivel no deja de ser un coñazo, sobretodo, como digo, para una persona acostumbrada a la cocina de supervivencia: pasta, patatas fritas, filetes de ternera a mayores de cualquier cosa preparada de antemano. ¿Alguna chica se anima a tener una cita conmigo después de saber esto? Fuera bromas, cocinando no me manejo, pero con el taladro soy de los mejores. Insertar broma percutora. Todo un encanto. Es una pena porque los muebles de cocina me atraen, es una de esas tonterÃas que, nada, simplemente andan por ahà escondidas. Como lo de los frigos.
De verdad que soy desastroso, ahora que paso bastante tiempo solo esta mierda tan perfectamente hundida durante décadas (dos) está aflorando feamente, tanto como que suelo preguntar a la gente de la oficina qué podrÃa hacer con X e Y, a lo Coldplay. Además a saco, «He visto que en el frigo tengo una bandeja de poliestireno expandido con setas, ¿eso cómo se hace?» Y voy y las hago. A mà de esto no me quita ni David el Gnomo, ¿eh? Ahora, que aquello sepa mejor o peor ya es la mar de discutible. Y aquà viene el problema, cuando ves que lo intentas (por encima) y lo que haces está peor que un bocata de chorizo de Pamplona Kiliki, pues paras en seco, tiras de freno de mano y un trompo después vuelves a lo amado y conocido. Asà hasta que te aburras y cambias a cualquier otro producto made in Jamón. Sin problemas.
Miento, hay uno. No tengo tiempo para comer, literalmente, esto de la jornada partida es una jodida porquerÃa, de veras, no aprovechas nada, hora y media para ir a casa, preparar algo, comer y volver dependiendo de los autobuses urbanos, ¿en serio? Es de locos. Cuando la comida está preparada, bien (dentro de un orden), como, discuto amistosamente con mi madre y me cepillo los dientes en algo asà como 10 minutos. Flash Gordon me estudia. Asà que mi mejor opción es quedarme a comer por el centro, como los ejecutivos, o llevarme un tupper, como Patricia Conde vestida en los anuncios de ensaladas (minúsculas, por cierto), que eso no es de artistas, es más bien de pobretones cursis que rehuyen del papel de albal que cubre la parte inferior de un bocadillo, eso nunca le pasará a un obrero piropeador, aunque he de decir que los albañiles extranjeros (sudamericanos, africanos, rumano-búlgaros) no dicen ni medio «guapa» aunque desfilen los Ãngeles de Victoria’s Secret delante de sus jodidas llanas, el ministerio correspondiente deberÃa hacer algo al respecto ya, tanto rollo con la mujer, la mujer, la mujer, y luego se olvidan de lo más básico, no me jodas.
Debo ser de otra generación, más nueva, más guapa, más preparada que dicen en el telediario, que cuando llegamos a casa nos encontramos en la cocina, embadurnados de harina, con las manos en el teléfono y el número de Telepizza. Ni secretos ni masas. Algún dÃa, lavadora vs secadora. La cruenta lucha final.
Visto en: Entre fogones.
Deja una respuesta