He debido escribir varias historias de chico conoce chica y chica no hace caso o chico acaba desesperado y prefiere estar a vueltas con todo. Puede que varias ocasiones hayan sido entradas algo criptográficas, pero cuentan igualmente (esté yo de protagonista o no).
Y de entre tantas no me habÃa parado a pensar en esto hasta ayer, en mi momento de post-storming, que es en la cama (abrazado a la soledad y metiendo mano a la almohada) justo antes de dormir, mientras repasaba la letra de Bike, esa cuyo estribillo dice:
You’re the kind of girl that fits in with my world.
I’ll give you anything, everything if you want things.
Bien, ya os veo la cara de estar metidos en el post hasta las trancas, ¿por qué nos cuesta tanto que una chica nos dé una sola oportunidad?
No me parezco a Brad Pitt, no levanto la ceja como Sobera, no hago malabares con cinco naranjas a la vez, no tengo un Mustang como el de Bullit y en más de una ocasión quedo como un bocazas y una mala persona, pero pese a todo creo que merezco una oportunidad.
Al menos una.
Y como yo varios de los que me están leyendo, no diré nombres pero sus nicks son Alexliam y Neok (y puede que alguno más), que es con quienes lo he hablado.
Me parece ver el problema en dos sitios: Uno, que es más fácil hablar del iPhone o la reluciente Blackberry Javelin de turno que de sentimientos, y dos, la vida no es como una jodida pelÃcula americana.
En una peli yanquee el tÃo se deja los huevos haciendo todo lo posible para que la Sheyla de turno le deje acompañarle a un Burger King y ella acepta, porque sólo es acompañarla al garito, una vez. En la vida (cabrona ella) tú te dejas los huevos por algo asà y puedes salir ganando y que ella vea una relación de futuro, puedes perder y quedarte llorando en el bus de vuelta a casa o puedes parecer un pringado y quedarte como el amigo guay que ha palmado 6 euros del burger-menú de ella.
Ahà está la gravedad, no se distingue entre una oportunidad y el «sÃ, quiero».
Siguiendo con el ejemplo de Sheyla Parker (y tal) cuando se acaban sus Whopper él la devuelve a casa en el descapotable de su abuelo con tapicerÃa de cuero rosa y seis metros de eslora (habrÃa que sustituir por Ford Fiesta de tu madre con un faro sujeto con cinta aislante) y, si le ha parecido bien, accederá a repetir encuentro, en la tienda de batidos del viejo Mike. Es decir, por si os habéis perdido entre tanto icono sesentero (sólo faltaba un clon de Elvis) después de la primera oportunidad se decide si habrá o no una segunda, no se decide en el momento el color de las flores del banquete.
Las chicas que estén leyendo, a quien he de decirles que les tengo un pantagruélico aprecio, pensarán: «Este tÃo es definitivamente imbécil, si quiere un rollo de una noche que lo diga tal cual, a ver si cree que vamos a ser tan «frescas» [en mi lenguaje ordinario dirÃa una ordinariez]  para estar quedando con diferentes chicos cada dos por tres». Las que estén de acuerdo que levanten la mano con pulsera de esferas rojas, vaya, más de las que imaginaba… Bueno, pues no es lo que querÃa decir.
Me explico, quedar con un chico para ver si vale la pena no me parece lo mismo que quedar con un chico para ver si intenta follarme vilmente en el baño cuando me pille un pedal de infarto a chupitos de absenta a las tres de la madrugada. Y quiero, señorÃa, que la exageración expuesta quede patente y conste en acta.
No, ¿bien? No buscamos folleteo fácil, no al menos por parte de quien escribe, simplemente quiero que me expliquéis por qué ese rechazo (generalizado, que ya me parece la rehostia) hacia dar una mÃsera oportunidad.
Las dos últimas veces (la más reciente con clara intención de poner tierra de por medio a la primera) que he intentado pedir esta oportunidad ha sido un fracaso, la última de ellas por el valor de N, y la anterior, hace un tiempo ya, sigo sin comprender muy bien en qué fallé. No os preocupéis, no me martirizo, recurro a un simple: «TÃo, es que eres gilipollas, a ver si aprendes» lo gracioso es no saber qué tengo que aprender.
Y sobre éstas dos… «peticiones de oportunidad», sà he aprendido algo. Mejor dicho, he profundizado algo más sobre el tema.
Por ejemplo, es más fácil mojar con 16 ó 17 años que con dos dedos de frente (retomar punto absenta). O, también, el tira y afloja innecesario al mover fichas sobre el tablero.
Siempre (o casi siempre) hay un amigo -llamémosle Barney Stinson- que te dice: «Ha movido ficha, ataca.» o «Las señales no existen, pero…». ¿Por qué estamos obligados a dar el primer (y más difÃcil) paso?
Si pedimos el teléfono porque lo pedimos, si sonreÃmos porque sonreÃmos y si no pedimos el teléfono (adivina qué) ¡porque no lo pedimos! ¡Coño, pues pÃdelo tú, joder! (Esta frase gana mucho si la lees rápido y vas aumentando el volumen según avanzas la lectura, ya verás). Es simple y lógico, si te lo he pedido es porque quiero hablar contigo, no hay dobleces ni dobles sentidos.
No sé cómo acertar, no sé si he acertado alguna vez, y eso es algo que se puede decir.
Sigo sin entender qué miedo hay a facilitarnos un poco las cosas, por supuesto que no intento que digáis que sà a cualquiera que os pida fuego. Tampoco comprendo por qué hemos de ser nosotros los que nos lancemos, y por tanto, por qué os ofendéis cuando no lo hacemos, si vosotras también podéis decirnos «eh, creo que mereces la pena, aunque vayas disfrazado de arrogante tÃo duro y lleves dos semanas sin hacer arrumacos a la Philipshave».
Resumiendo, dad pistas, chivadnos algo, vamos: ponedlo más fácil. No vaya a ser que la chica que se ajusta mi mundo y a quien daré alguna cosa, todas las cosas si es que quiere cosas ande más cerca de lo que pensaba… y me esté jugando mi oportunidad.
No suelo recurrir a esto, pero, por favor, comentad algo.
Visto en: Voy a ver cómo siguen Sole y Ms. Pikolin.
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