Hoy es viernes, por la hora, la una y media según el reloj del sistema, ya es sábado, aunque para mà es una triste noche de viernes.
Estoy melancólico.
Me pregunto cosas, muchas y muy variadas: por qué no le dije esto, mejor haber hecho eso otro… en fin, lamentarse ahora no es solución. Lo mejor, creo serÃa olvidarme ya de ella, y punto final. Pero, ¿es mejor ahora?
Esta pregunta tan aparentemente tonta me está dando un gran dolor de cabeza, ¿cuándo he de olvidar a alguien?
Depende, ¿no? Por ejemplo, entras en un autobús, un urbano, pagas y el conductor te da un ticket o bien picas una tarjeta en una ranura hasta que una luz te diga que ya está, saludas al conductor, y lo olvidas para siempre.
Pero, claro, no todas las personas son conductores de autobús, ni kiosqueros, ni bibliotecarios ni nada parecido, algunos son tus amigos, y otras personas… quisieras que fuesen mucho más.
¿Suena triste? Lo siento, no era mi intención. La conclusión a la que quiero llegar es que, de una manera u otra, al final siempre, siempre, siempre nos olvidamos de esta gente; dejamos de hablarnos, de llamar, de chatear incluso, se pierde todo contacto. Y asà pasa un mes, otro, medio año, el resto de tu (y mi) vida.
Hay una parte nuestra que no quiere olvidarlo, pero es inútil, al final, se olvida. La gente se olvida.
No he encontrado una respuesta, no sé cuándo debo olvidar a la gente, o siquiera si he de olvidarla (porque está claro de lo que hablo).
Visto en: Una conversación que parecÃa intrascendente entre mi amigo Miguel Ãngel y yo, después de una partidita al billar con un resultado de 6-3 a mi favor, que no me ha alegrado mucho.
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