Va a sonar terriblemente hipócrita que diga que no acostumbro a dar limosna a nadie cuando tengo la manÃa de mendigar clics en la publi, pero asà es uno. No suelto monedillas por costumbre, pero también por convicciones. No tengo problema en mirar para otro lado. Y es que para mÃ, la gente que profesa una mendicidad profesionalizada deberÃa ir a prisión (o de vuelta a Bulgaria).
En una ocasión, a las puertas de una iglesia en Roma, de viaje de instituto, nos pusimos a echar un mus, dos grupos, ocho personas. Era de lo poco que habÃa a la sombra, estábamos en un rincón y el templo tenÃa las puertas cerradas asà que supusimos que no estorbarÃamos a nadie que quisiera entrar o salir. Cuando ya llevábamos unas manos apareció una mujer de unos 50 años con un cartel mirando a «esos locos extranjeros jugando con cartas y bolitas de papel», se colocó al lado y nos echó poniéndose muy chula, porque durante las siguientes cuatro horas esas escaleras eran suyas y de nadie más (a no ser que saliera el párroco o llegara un carabinieri). Nosotros nos piramos, no tenÃamos intención de montar bronca y menos aún fuera de nuestro paÃs.
Esta anécdota que os he metido doblada al más puro estilo abuelo cebolleta es un ejemplo de cómo funcionan estas cosas. Si hace cuatro años y medio eso me parecÃa mal, triste y pobre; ahora me parece mal, sucio y un negocio redondo. Y como tal, como negocio controlado por mafias, deberÃa perseguirse a pie de calle. ¿Cómo? Fácil, con una ley, decreto-ley, normativa o lo que sea que convierta la mendicidad en delito. ¿Injusto? No si matizamos correctamente.
Como he dicho, en muchos casos la rumana que vemos en la misma esquina todos los dÃas no es la misma rumana, sino que ha venido el relevo y hace el mismo ruido. Ruido muy molesto, por cierto. No es como un cambio de la guardia real del palacio de una gran casa real, no, nada de eso. Simplemente una persona que grita «¡Una ayudita por favor!» recoge su cartón mientras llega otra con otro cartón gritando lo mismo, ambas con un vaso de McDonalds en la mano y unas monedas que juntas no llegan a 40 céntimos. La primera persona cogerá un autobús o subirá a una furgoneta -conducida por un varón- que hace una ronda recogiendo gente asà mientras que la recién llegada se arrodillará hasta el siguiente turno. Con precisión. No conozco cómo es por dentro pero es fácil imaginar un sistema jerárquico donde una familia oprime a otras que llevan menos tiempo en el paÃs y la solución más rápida y sencilla es ponerse a pedir. Y yo, que soy un tÃo elegante, me siento molesto por este panorama en la acera. Asà que con esta gente, mano dura. O al menos hacer que se callen y pidan silenciosamente y en unas zonas controladas.
Artistas y mutilados
Aquà llega lo difÃcil, hay gente que pide porque realmente no tiene ningún otro medio de vida (y si ese medio es poner a un niño a mendigar o a levantar carteras, a la hoguera con ellos también) y se ve forzado a vivir en la calle y pedir dinero para comer, literalmente. Y esto es asà y en todos los sitios pasa. Suelen ser vagabundos que también se enfrentan entre ellos para obtener un hueco privilegiado en una transitada calle de alguna capital. Si se ilegalizase la mendicidad la policÃa harÃa la vista gorda con esta gente, igual que con las drogas, no se intenta eliminar a los camellos de poca monta (o mendigos normales), hay que ir a por el iceberg entero incluyendo capos (o mafias de mendicidad).
Lamentablemente hay dos «colectivos de pedigüeños» que merecen ser vistos con otro prisma, los mutilados y los artistas callejeros (no me refiero a perroflautas con diábolos). Los primeros me dan muy mal rollo, las cosas como son, ves a alguien que hace años era un humano normal y ahora no tiene cuerpo más abajo de las rodillas o sólo un brazo, marcando el hueso en el codo convertido en muñón, muy desagradable. Por la cara de estas personas saben que o bien han sido adictos a la heroÃna y de tanto picarse perdieron una extremidad, o bien lo siguen siendo. Para estas cosas soy muy categórico. Como no me salgo de estas casillas me niego a soltar dinero para ayudar a alguien a que pille caballo o alguna mierda, se muera un poco más y encima me dé las gracias con la cabeza torcida y la mandÃbula inferior desencajada.
Finalmente los que sà me gustan son los «mendigos activos» y es que me da pena llamarlos mendigos, pero «músico callejero» tampoco suena demasiado bien, y menos si no se trata sólo de músicos. Pero ciertamente, lo más corriente es que sea asÃ.
No todos son buenos y no a todos les echarÃa una moneda, pero se la merecen y se la ganan de verdad. No entiendo lo cruel que puede ser el destino que prepara Santa Cecilia para estos pobres, que Bisbal, con las mierdas musicales que hace y lo mal que folla (que se oyen cosas por ahÃ) esté donde está y un pobre negro con rastas y gafas de sol (de noche) que domina el saxo como nadie y que querrÃas que te acompañara todo el camino hasta tu destino esté malviviendo en un albergue, con su instrumento en mal estado y con unas expectativas de futuro tan desalentadoras. Es muy de hijo de puta comprarse un Mac y no darle al chaval más que una mirada de agradecimiento espiritual, porque con eso no se come, lo sé. Acepto los cargos de cabrón. Pero no tan rápidos, ElGekoNegro tiene un plan.
Todas las ciudades tienen una serie de calles peatonales (que suelen estar juntas) con más ajetreo que el resto. Aquà en Valladolid tenemos la calle de Santiago que recorre desde la Plaza Zorrilla a la Plaza Mayor y es en la que se centran muchas tiendas, las calles colindantes son de ese tipo. Calles con comercios, con escaparates bonitos, con mucho trasiego de gente etc. Bien, yo, después de sacar la ley de penalización de la mendicidad, harÃa audiciones para estos músicos y los colocarÃa ahÃ. Por descontado que no puedes meter a todos, señores gordos tocando la guitarra hay a patadas, sudamericanos disfrados de indios americanos con una flauta de pan también hay para parar un tren. HabrÃa que escoger a los mejores, al saxofonista de antes, a esa chica de Europa del Este que tanto dominio tiene con el violÃn. Se escogen varios y se colocan estratégicamente, donde su música pegue bien con las tiendas cercanas; si su repertorio es clásico, pausado y calmado, los de la relojerÃa de lujo no tendrÃan problemas en tenerlos cerca, si es algo más animado puede encajar con la entrada de un Pull & Bear, ambientes que encajan.
Además de eso no estarÃa mal acercar más cultura a esos lugares, un caricaturista o un espectáculo de guiñoles que sea suficientemente bueno, tal vez una pareja de acróbatas o bailarines (de los de Fama no, yo quiero gente con nombres de verdad). Y aquà viene lo importante, ponerles el sueldo mÃnimo interprofesional a esta peña. ¿De dónde lo sacas? Pues está claro que no puedes subir impuestos a toda una ciudad por algo asÃ, aunque ni se notarÃa en el bolsillo porque es poco dinero a pagar entre cientos de miles de personas, pero siempre habrá algún gilipollas (que será la oposición polÃtica en ese ayuntamiento) dispuesto a decir que no es un sistema justo para los aspirantes a los puestos y que aunque no se haya dicho cuánto van a cobrar seguro, seguro, seguro que es abusivo y soltar semejante idea es una desfachatez. Asà que no queda otra, inflar ligeramente la factura a los establecimientos de esa zona. AsÃ, por la cara. Y aseguro que funcionarÃa. Si bien ahora mismo, con la economÃa por los suelos, añadir 15€ al mes al pobre anciano que regenta la cuchillerÃa desde que era aprendiz puede suponerle un golpe muy fuerte en la cuenta, pero hay que ser dudo, si no lo puede pagar que lo deje, que seguro que encuentra locales más baratos en otra zona y seguro que hay empresas dispuestas a pagar ese plus por establecerse en una calle asÃ. O eso quiero pensar.
Visto en: Y de los que se quedan mirando y aplaudiendo el espectáculo y se piran cuando pasan la gorra también deberÃa hablar.
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